Spotify, la nueva gran red social
Y cómo Instagram le está ayudando a conseguirlo a través de la interoperabilidad
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Se trata de una invasión silenciosa.
Que a los usuarios les parece absolutamente orgánica dado que se trata de compartir lo que les gustó durante todo un año.
Pero en el fondo, se convierten en un ejército de adoradores de Spotify que lo ponen en el corazón de Instagram.
El caballo de Troya han sido las Stories.
Ahí viaja, se consume y se viraliza el wrapped de creadores y escuchas.
La gente vuelta loca con Spotify mientras YouTube opta por evitarse problemas con un video que antes era una sensación y terminó convirtiéndose en un dolor de cabeza.
En estos días, Spotify en Instagram es como ha sido Tik Tok en Reels.
Una red social conquistando otra red social.
En Spotify tuvieron el acierto de abrazar el formato que les daría viralidad apalancado de la socialización del contenido.
En vez de inventarse una nueva forma, de expresarse en audio, que sería lo obvio, optan por las Stories como la mejor forma de convertir su Wrapped en un call to action ready to go para los usuarios.
Mira este data, compártela, muéstrale al mundo quién eres, enséñales lo que escuchas.
La estrategia ha ido creciendo desde el 2017.
La gente espera el Spotify Wrapped para compartirlo con sus amigos.
Y a Spotify las descargas y los Daily Active Users se le van a las nubes.
Aquí la muestra de lo que pasó en el 2020:
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Desde el metaverso: el futuro de nuestra existencia digital
¿Por qué aceptamos gustosos convertirnos en promotores vivientes de una plataforma que nos vigila?
Sobre Spotify no pesan aún los cuestionamientos que sí que reciben Google, Facebook o hasta Twitter.
Salvo algunos problemas de desinformación en podcasts, a Spotify se le ve como la plataforma en la que la pasamos bien.
Aunque su recuento del año es una demostración fehaciente de todo lo que sabe de nosotros, nos parece inofensivo ese conocimiento.
Argumentamos que no tiene nada de malo que una plataforma conozca lo que escuchamos.
“Es música y nada más”, decíamos en algún momento.
Pero ahora también es el conocimiento de los podcasts que escuchamos. Y por tanto, de los temas que nos apasionan.
Si bien Netflix conoce el tipo de contenido que consumimos y entre ellos se encuentran algunas opciones que no sólo entran en la categoría de entretenimiento,
Spotify puede conocer lo que queremos estudiar, lo que queremos aprender, lo que nos obsesiona y a qué hora nos obsesiona.
Está presente en dos extremos de nuestra vida: en la laboral a través de shows que nos devoramos sobre la industria en la que estamos o queremos estar;
y en nuestra faceta de ocio, cuando queremos reírnos, bailar, o simplemente relajarnos.
Esos inputs, como lo analiza Vox, los convierte en un output diseñado con imágenes igualmente analizadas para que tengan éxito en redes, generando así un material listo que sirve como una instrucción implícita para el usuario.
Spotify no es distinto a Facebook o a Google.
Daniel Ek quiere dominar el 100% de nuestro consumo de audio.
El algoritmo, ese monstruo emblema de la Web 2.0, también a él lo obsesiona.
Spotify tiene mucho de Facebook, empieza a tener mucho de Instagram y YouTube.
Y hasta quiere parecerse a Tik Tok, según relata Forbes.
No podemos culpar a Daniel. Se necesita so y más para lograr que la industria del streaming pasará de representar un 4% de los ingresos de la industria en el 2011 a un 62% en el 2021.
Spotify, como Facebook, Twitter y otras redes sociales, entienden lo que en psicología es conocido como “Dual Strategic Persona”.
El término refiere a cómo una persona ha terminado por entender que los algoritmos contribuyen a construir su existencia digital y que estos le pueden ayudar a posicionarse en un nicho específico.
David Marshall, profesor de la Deakin University y padre del término, apunta a una doble conciencia, en la que entendemos que es una extensión de lo que somos, pero también una versión manufacturada y performativa.
En otras palabras, la cultura de los influencers se ha incentivado en todos los usuarios de redes sociales y plataformas.
Somos al mismo tiempo individuos y corporaciones.
Y si los algoritmos nos ayudan a construir eso que pensamos querer ser, no tenemos problema en convertirnos en promotores activos de una plataforma que nos espía tanto como otras.
No exagera Alex Kantrowitz…
¿Por qué Spotify es una red social?
-Éxito a partir de alcance: aunque la dinámica se ha confirmado como nociva, Spotify cada vez más empuja la cantidad de escuchas como el filtro para determinar si un contenido merece o no la pena.
A los creadores cada vez más les importa el ruido a costa de lo que sea. La publicidad en Instagram lo manifiesta: los shows nuevos vienen repletos de marketing.
-Greenroom: la adquisición de Locker Room para convertirlo en su propia versión de Clubhouse apunta al deseo de significar más que un consumo pasivo.
Aunque de a poco, Spotify quiere promover la interacción dentro de su plataforma. Promover interacción entre creadores y escuchas es una de las formas que está persiguiendo.
-Gestión de comunidades: Spotify entiende que no puede quedarse sólo con la frivolidad de la gran cantidad de escuchas.
En ese sentido, de nuevo apalancado por la aparente sencillez de lo que promueve, Spotify apuesta por generar un ecosistema completo que permita a creadores gestionar su comunidad en la plataforma.
Sus aproximaciones tendrán que ser más semejantes a lo que procura Facebook, que es lograr que de los fan pages se pase a grupos específicos.
-Algoritmo: entre más efectivo sea el poder de descubrimiento que sea capaz de desarrollar, el éxito de un podcast estará directamente relacionado a los caprichos del algoritmo de Spotify, como siempre lo hemos estado cuando hablamos de Facebook, Instagram y Tik Tok.
Que Spotify sepa lo que escuchamos no es menos peligroso a que Facebook sepa lo que vemos y leemos.
Lo que bailamos, cantamos y estudiamos… también da buena cuenta de nuestra existencia…