De la crisis de los medios a la crisis de las plataformas tecnológicas: ¿qué cambia para la industria?
Y cómo el terreno seguro que veíamos en las redes sociales se erosiona para exigirnos concentración en lo propio
Storybakers:
Es la primera vez que en digital no hablamos de empresas imbatibles.
Esta vez no va de medios padeciendo mientras las grandes tecnológicas acaparan los ingresos publicitarios.
Esta vez tampoco va de medios que hacen agua mientras las plataformas de streaming invierten sin parar porque su cifra de suscriptores va en aumento.
Esta vez no existe tiempo ni siquiera de hablar de la pobreza de los medios como un acto de responsabilidad social que atender.
Todos están despidiendo.
Todos están contrayendo sus expectativas de ingresos.
Todos están limitando sus presupuestos de adquisición de contenido.
Algunos incluso están colapsando.
Meta ha despedido a 11 mil personas.
El 13% de su fuerza laboral.
Twitter ha despedido a más de 3 mil.
El 50% de su fuerza laboral.
Incluso TikTok ha tenido que recortar en 2 mil millones de dólares sus expectativas de ingresos publicitarios en este 2022 frente a la crisis económica mundial.
En el mundo actual no triunfan ni los gigantes tecnológicos de siempre ni los de ahora.
Lo de Meta es ya una crisis existencial y filosófica antes que meramente económica.
Pero TikTok aún ni siquiera descubre cómo democratizar la monetización para creadores y ya empieza a recibir golpes que lo desestabilizan.
Esta vez la crisis es para la industria de los contenidos en general.
Ya no sólo para los medios.
Digo que es para la industria de los contenidos en general porque también aplica para creadores.
La inversión hacia startups de la Creator Economy se redujo un 26% con respecto al año pasado.
El decremento en ingresos publicitarios afecta a las plataformas, pero también a los creadores.
Y lo mismo pasa con la posibilidad de monetizar vía las audiencias, en tiempos de crisis habrá menos dinero disponible para destinar a entretenimiento o información.
Los medios y el periodismo pueden estar tentados a disfrutar la caída temporal de quienes en cierto modo tanto les han quitado.
Es una narrativa que trae clics y quizás hasta algo de satisfacción por las cuentas pendientes.
Pero también podrían terminar descubriendo que esas caídas terminan resultando aún peores para sí mismos.
El periodismo, sobre todo frente a Google y Facebook, ha tenido siempre cierta connotación de causa benéfica.
Son muchos los medios pequeños que sobreviven gracias a apoyos de tecnológicas.
Son muchos los medios pequeños que han convertido a estas empresas en las mecenas que los hacen posibles.
Hay un conflicto de intereses claro.
Aceptar dinero de una tecnológica puede tener implicaciones semejantes a las de aceptar dinero de un gobierno.
Es tanto el poder que las grandes empresas de Silicon Valley han alcanzado que se les puede catalogar de nuevos gobiernos globales sin fronteras.
Y de ellos en muchos sentidos dependen una parte del periodismo y los medios.
Pero en un contexto como el actual ya ni siquiera eso estará garantizado.
No es que eliminar esos apoyos termine resolviendo la turbulencia por la que atraviesan, pero sí es de esos rubros que pueden desaparecer a la hora de pasar la rasuradora.
Si los medios no eran prioridad para las tecnológicas antes de la crisis, lo serán aún menos en momentos como los que vivimos.
Lo demuestra Elon Musk con el modo en que habla de democratizar el periodismo sin que los medios jueguen un rol preponderante.
Lo demuestran también los recortes en equipos locales que harán aún más difícil tener algún tipo de contacto recurrente entre medios y plataformas.
Este sálvese quien pueda tiene además un punto de encuentro en que todos vamos por lo mismo: los ingresos publicitarios.
Los quieren los medios que han entendido que salvo unos cuantos no podrán vivir mayoritariamente de suscripciones.
Los quieren las plataformas de streaming ahora que la publicidad forma parte medular de su propuesta.
Los quiere Apple a tal nivel que se ha encargado de ir cerrando el margen de maniobra para empresas como Meta o Spotify.
Y los quieren las propias plataformas que ahora no sólo se preguntan cómo generar dinero que puedan repartir con creadores sino también como conseguir dinero para sí mismas en un contexto en el que escasea.
Para muchos los 8 dólares de Musk para ser verificados en Twitter es una sorpresa.
Pero es natural que una plataforma que históricamente ha adolecido de un producto hecho para la publicidad se vuelque ahora a pensar en cómo cobrar por los servicios que ofrece.
La forma puede aún no ser la correcta.
Como escribe Nathan Baschez en Status as a Disservice como un juego de palabras del ensayo de Eugene Wei en que habla del status como servicio.
Las grandes plataformas sociales tendrán cada vez más la tentación de cobrar antes que de generar ingresos a los usuarios.
La mayoría de las startups de la Creator Economy de nueva generación buscan alcance para que esos usuarios o terminen generando ingresos de los que el emprendimiento se llevará una parte o para que los creadores terminen pagando por herramientas.
Twitter, Facebook, YouTube, Twitch y hasta Spotify tienen ese alcance y posibilidades de publicación que podrían tener una lectura a la inversa.
¿Quieres publicar en mi plataforma y mantenerte en contacto con una audiencia que puedes monetizar?
Paga para que te habilite cierta cantidad de servicios o alternativas.
Elon es hasta ahora el que más parece entender ese potencial.
Y piensa particularmente en periodistas.
Las épocas de crisis son épocas de cambio.
Netflix terminó incorporando publicidad después de haber dicho toda su vida que nunca tomaría tal decisión.
Facebook despide gente en un contexto que lo hunde aún más.
El propio Mark Zuckerberg reconoce en su mensaje a empleados que a Meta se le está subestimando demasiado.
Que la percepción sobre la empresa es incluso peor que la realidad.
Twitter está ya en manos de un particular después de toda una historia de relevancia social pero de escaso éxito financiero.
El Times lanza un juego que te convierte en umpire para demostrar que su periodismo también puede ser entretenido.
El Washington Post desarrolla juegos retro para poner a sus usuarios a andar en las cuatro patas de una rata neoyorquina.
Lo que hoy es gratis mañana puede costar.
El que hoy es tu negocio principal mañana puede ser un estorbo.
El que te pega pero te da el caramelo que necesitas para poder sobrevivir puede retirarte el apoyo en cualquier momento.
En la industria de los contenidos no existe nadie que esté blindado.
Más vale que los medios lo entiendan.
Que aprendan a rascarse con sus propias uñas.
A hacer cálculos certeros sobre sus propias posibilidades sin quedar expuestos a las iteraciones de terceros.
No es lo mismo hablar de la crisis de medios que de la crisis de las tecnológicas.
Al menos en la crisis de medios quedaba el apoyo al periodismo como un acto de responsabilidad social.
En un contexto como este, los medios y el periodismo pueden terminar siendo lo de menos.
Estupendo contenido como siempre. Aprendo mucho, y comparto varios temas para conversar en la semana con el equipo de redacción. Muchas gracias.