Del metaverso a los NFTs: ¿por qué las tendencias nos terminan decepcionando?
Y cómo CNN ha dejado una sensación de estafa a los usuarios
Storybakers:
En el envío de ayer les decía que llegaría un tercer nicho de híper especialización a Story Baker.
Hoy se los puede anunciar después de la presentación de Meta sobre sus avances metaversales.
En próximos días estaré lanzando Mediaverso junto a Paolo Miscia.
Paolo, quien antes estuvo invitado en The Coffee, es un apasionado del metaverso.
Es autor del primer estudio latinoamericano del metaverso.
Y junto a él estaré creando un podcast y contenido especializado respecto al modo en que medios y creadores se suman al metaverso.
Todo empieza por ahora con el grupo en Telegram que tendrá más y mejores actualizaciones.
Los invito a sumarse para ser parte de este futuro que más allá de los cuestionamientos y dudas tarde o temprano llegará.
También para conversar sobre el metaverso está abierto un canal en nuestro servidor de Discord.
Somos ya 691 creadores y periodistas construyendo, analizando y comentando el futuro de la industria de los contenidos.
Ha pasado con el podcast.
Ocurre con el metaverso.
Está pasando con la Streaming Wars.
Se confirma con los NFTs.
Con la Web 3 en general.
Y hasta sobre el video corto recaen dudas sobre si un día podrá en verdad encontrar un modelo publicitario sustentable que no estropee la experiencia del usuario
El podcast tuvo un primer auge que se terminó apagando.
Fue la era de iTunes.
Esa en la que MSN en México convirtió a Dixo en el gran representante del podcasting hasta que dejó de ser prioritario.
Luego llegó Serial a cambiarlo todo.
Spotify creció la historia.
Habló de la revolución del audio hasta que concluyó que para seguir creciendo necesitaba el video.
El podcast, podemos concluir, es en general una efectiva herramienta de marketing más que un buen negocio.
Eso sí, salvo contadas excepciones.
No es para todos aunque lo hayamos vendido como si lo fuera.
Sobre el metaverso se aplauden los avances pero se cuestiona en cuánto tiempo estaremos todos ahí.
Lo de Meta anunciando una alianza con Microsoft es un paso monumental.
Por ahora el metaverso o entra a través del juego o a través de las reuniones corporativas.
Los que abrazan el metaverso a través del juego se pasan horas en esos ecosistemas sin pensar que están en el metaverso.
Pasa con Roblox, con Minecraft, con Fortnite y con otros.
Los que lo descubren a través de las reuniones empiezan a aceptar que ahí puede haber algo.
Al final todos deseamos que haya algo más que Zoom cuando no tenemos convivencia física.
Y en eso Meta se está acercando al objetivo.
A ese respecto recomiendo ampliamente la más reciente entrega de Ben Thompson.
Pero para que esa realidad metaversal sea una alternativa masiva habrá que esperar a que las corporaciones adquieran el hardware.
A que las reuniones metaversales se conviertan en un hábito.
A que lo sean tanto como para que entonces las propias personas decidan adquirir sus Meta Quest Pro a 1,499 dólares cada uno.
Como las primeras versiones de todo dispositivo, los Meta Quest Pro superan ampliamente a los Meta Quest 2.
Pero su batería se agota en un lapso de 2 horas, continúa pesando demasiado y tiene aún baja resolución.
Del podcast nos cuestionamos si será todo lo grande que nos decían que sería.
Del metaverso nos preguntamos si tiene sentido adjudicarle a Mark Zuckerberg la paternidad del concepto cuando en la práctica ni siquiera queda claro si Meta ganará la batalla.
Su salto al futuro contempla una inversión de 70 mil millones de dólares hasta el 2026.
Los analistas advierten el riesgo de desatender un presente complejo para adentrarse en un futuro tan prometedor como incierto.
Los usuarios escuchan una y otra vez sobre el metaverso sin entender por qué se masifica tanto el mensaje si el ecosistema no está listo para recibirlos.
El marketing ha hecho que las tendencias se griten antes de ser construidas.
Incluso los empleados de Meta son escépticos de lo que están haciendo.
Sobre la Web 3 en general recae la misma sospecha.
Se le promueve como el motor para crear una sociedad más justa, con mayor reconocimiento para los creadores y con una capacidad inédita para promover la construcción de una huella digital responsable.
Pero en la práctica las transacciones con NFTs han caído un 97%.
A CNN, como todo lo que hace a últimas fechas, su apuesta por los NFTs le ha salido mal.
Tras haber lanzado su propio marketplace de NFTs para recordar sus grandes momentos de cobertura, ha anunciado el cierre de la plataforma.
Deja a quienes adquirieron NFTs en Vault con la sensación de haber sido estafados.
Se estima que gracias a esas transacciones CNN generó cientos de miles de dólares.
Se critica que ahora afirme que Vault era un proyecto pensado para 6 semanas cuando nunca antes lo había mencionado.
Pero es que ahora todos prefieren evadir los NFTs.
Reddit, por ejemplo, habla de avatares collecionables basados en blockchain.
O de la portabilidad del karma.
Starbucks opta por hablar de estampas coleccionables digitales antes que de NFTs.
Aunque de fondo sean NFTs.
A los NFTs les ocurre lo mismo que al metaverso.
Apple opta por evitar el término.
La mayoría de los que están en el metaverso no saben que están en el metaverso.
O no lo mencionan como tal.
¿Las tendencias digitales son una decepción?
No lo creo.
Hasta los NFTs y el mundo de las criptomonedas han tenido unas cuantas personas que cambian su vida de forma radical por haberlas abrazado a tiempo.
El problema está en el exceso de marketing que hay detrás de cada una de ellas.
Son las grandes compañías que han de salir a gritar que dominan mundos tanto existentes (podcasts) como en construcción (Web 3) o incluso por ser construidos (metaverso).
Somos los medios y creadores que caemos en ese mismo marketing para terminar dando una cobertura excesiva de eso que apenas se está gestando.
Vivimos con tanta prisa que servimos como megáfono de mensajes que siempre tienden al exceso dado que va de una o varias plataformas queriéndonos anunciar el nuevo mundo.
En esa exageración publicitaria terminamos hablando de que las tendencias serán para todos.
Creamos un FOMO que resulta nocivo para todos.
A las tendencias tecnológicas no les estamos dando la oportunidad de madurar.
A Mark Zuckerberg lo destrozamos por las debilidades que aún tienen los Meta Quest Pro.
Pero es natural que haya camino por recorrer.
Lo que no es tan natural es que se invierta tanto en marketing para que todos estemos al pendiente de algo que nos venden como the next big thing cuando estamos a varios años de que aquello se consolide.
Las grandes tecnológicas no son tan distintas a los gobiernos.
Su labor pasa por convencernos de que eso que están haciendo es revolucionario.
Por enseñarnos el camino.de un nuevo y mejor mundo.
Como en la cobertura política, lo más complejo está en los grises.
En cómo reconocer la visión de Mark con Meta, pero a la vez señalar todo lo que falta para que ese mundo que visualiza sea una realidad.
Y todavía más, para señalar qué tan probable es que en efecto sea Meta el que conquiste la batalla metaversal.
Sobre Elon Musk y sus múltiples apuestas, incluyendo la potencial adquisición de Twitter, ocurre lo mismo.
Él a través de memes, declaraciones y lo que sea que se le ocurra difunde el mensaje que le viene en gana.
Pero a nosotros nos toca en verdad contextualizar qué es lo que pasa.
Los matices son urgentes en nuestra conversación sobre las tendencias tecnológicas.
Pero aquello resulta complejo cuando por cada segmento aparecen especialistas reales y supuestos deseosos de hacer dinero con eso que emerge.
El buen especialista no es el que aplaude sin condición lo que viene.
Es el que incluso frente a una oportunidad de negocio matiza y explica el estado real de eso que él reconoce como el futuro.
No está mal decir que hay oportunidad en la producción de un podcast, está mal prometer que será un gran negocio.
No está mal creer en el metaverso, está mal ir a decirle a una persona o a una marca que debe apostarlo todo a él.
Los excesos de las tecnológicas son naturales.
Es su negocio y es su modo de posicionarse.
Lo que no es natural es que nosotros llevemos el exceso a las conversaciones de a pie.
Así se construyen nuestras constantes decepciones digitales.