¿Dónde se informarán los viejos?
El sinsentido del desprecio a los mayores de 40 años en Silicon Valley y en los medios
Storybakers:
Leí ese artículo en el momento preciso en que se iba a quedar rondando por mi cabeza.
No sé si fue que que inconscientemente me he pasado los últimos meses de mi vida pensando en mi edad.
Para mí llegar a los 40 años es como irse al medio tiempo de un partido en el que no sabes si vas a terminar ganando.
Puede también que haya sido un titular efectivo por parte del New York Times.
O simplemente que el azar haya conectado la fecha de mi cumpleaños con la publicación de un artículo que he decidido que me queda.
Como cuando uno lee el horóscopo y se lo termina adjudicando tras haber forzado una conexión entre lo que está viviendo y lo que indica ese mensaje clarividente.
Pero es que despertar en mi cumpleaños 40 con “What Mark Zuckerberg doesn’t understand about old people” fue demasiada coincidencia.
A los 40, queda claro, ya me siento old.
Pero más allá de mis conflictos existenciales, el texto de Farhad Manjoo amerita reflexión.
Habla del absurdo de Mark Zuckerberg avergonzándose del envejecimiento de la audiencia de Facebook.
De lo ridículo que resulta que Silicon Valley en lo general y Facebook en lo particular desdeñen a audiencias que representan más del doble del gasto de consumidores a nivel mundial.
En ese segmento aún ni siquiera estoy yo.
No está nadie menor de 50 años.
Para el 2050, cuando yo tendré 57 años, se estima que la población mayor de 50 años representará 60% del gasto de consumidores a nivel mundial.
Y aún así Facebook no soporta el hecho de ser, junto con YouTube, la red social más popular entre los mayores de 50.
Farhad recuerda que en el marco de los Facebook Leaks se hicieron públicos documentos que hablaban de cómo existía una obsesión por revertir la tendencia.
En un reporte financiero, Zuckerberg fue frontal respecto a su intención de mejorar los servicios para adultos jóvenes antes que trabajar en optimizar para los usuarios de mayor edad.
Rescata incluso una frase del 2007 en la que Mark Zuckerberg, con 23 años recién cumplidos, declaró que los jóvenes simplemente son más inteligentes.
Pero contrasta esa declaración con cómo la industria automotriz, financiera y de retail están atendiendo la oportunidad de la “longevity economy”.
O como también se le conoce, la Silver Economy que también tiene Silver Creators.
Para el 2050, según estimaciones, habrá mil 600 millones de personas mayores de 65 años.
Y aún así, en Silicon Valley lo que más brilla es siempre lo que llega a los más jóvenes.
Aunque no tengan poder adquisitivo.
Aunque sean menos leales a las marcas.
Aunque a final de cuentas requieran en la mayoría de los casos de un adulto de mayor edad para terminar haciendo adquisiciones de alto valor.
La miopia de Silicon Valley queda de manifiesto con una frase que destaca Farha tras conversar con el director del Age Lab del MIT.
“The greatest innovation we’ve had lately of fun for older adults have been pickleball”.
En México podría decirse que ocurre lo mismo con el pádel.
La edad no es una limitante mayor para poder practicarlo.
Requiere de poder adquisitivo para jugarlo con recurrencia.
Se ha convertido en una demanda constante entre los sectores medio-alto de adultos de 35 a 65 años.
La demanda supera a la oferta.
Es un mercado en crecimiento.
¿Aplica esta ceguera en la industria de medios?
En la mayoría de los casos sí.
En vez de dedicar tiempo a dar con la tecla sobre cómo darle un nuevo valor a los medios para generaciones que crecieron con ellos, se está optando por buscar la transformación a través de las redes sociales.
Vemos, por ejemplo, un foco absoluto en los medios y creadores que alcanzan millones de seguidores en TikTok.
Aunque no represente negocio.
Aunque exista dependencia algorítmica.
Aunque a final de cuentas no existan argumentos para asegurar que el Washington Post está triunfando gracias a los 1.6 millones de seguidores en TikTok, la industria no para de aplaudir que un periódico haya tenido ese alcance en una plataforma de nueva generación.
Mientras el Post celebra esa victoria simbólica, muchos se preguntan si Jeff Bezos tendría que seguir manteniendo su interés por un negocio que lejos está de competir con el Times.
El Times, en cambio, ha mantenido su esencia.
No impacta a 1.6 millones de seguidores en TikTok, pero está por llegar a los 10 millones de suscriptores pagos creando una versión moderna de lo que debe ser un periódico.
Mantiene su rigor periodístico.
Conserva su prestigio como una de las grandes marcas de medios a nivel mundial.
Conserva incluso la naturaleza de sus juegos.
Pero aprovecha la tecnología para crear hábitos diarios que impactan en adultos que llenan un crucigrama, que completan un sudoku, que buscan dar con la palabra del día en Wordle.
El New York Times sabe a lo de siempre.
Pero eso de siempre no es sinónimo de decadente.
Como sí lo son los sitios plagados de contenidos que se confunden con anuncios.
Como sí lo son las notas escritas bajo una estructura trillada que no aportan ni información novedosa ni estilos únicos.
De muy poco le sirve al Post tener 1.6 millones de seguidores que es altamente probable que no paguen por una suscripción.
De mucho le sirve al NYT tener 10 millones de suscriptores enganchados a lo que hace.
La preocupación de la industria pasa por el temor de que esos usuarios fieles estén más cercanos a la tumba que a la supervivencia.
Pero en ese afán por abrazar lo que sigue no llega nunca la consolidación.
No es casualidad que los medios más exitosos de los últimos tiempos sean más para adultos mayores de 30 que para los adultos más jóvenes.
Ahí están Axios y The Information.
Ahí está Whitepaper en México calificado ya como un bestseller por el propio Substack.
Ahí está el New York Times como la muestra más grande.
Es comprensible querer impactar en las audiencias más jóvenes.
Es plausible atreverse a emprender para conquistar usuarios que no son nuestros.
Pero para los medios lo más útil sería comprender cómo entregar un mejor producto a esos usuarios que crecieron informándose, a esos que tienen la referencia del hábito que representa abrir un diario, a esos que están dispuestos a pagar por una buena experiencia.
Y que no sólo están dispuestos, pueden pagar por ella.
Como lo he dicho, los periódicos están de vuelta.
Los periódicos deben estar de vuelta.
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