El “Borat” estadounidense que revoluciona el periodismo
Y cómo el silencio lo ha convertido en el youtuber a seguir
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A simple vista parece un bufón informativo.
Viste un traje que le queda grande.
Muy a lo Borat, ese icónico personaje interpretado por Sasha Baron Cohen.
Su imagen tiene un doble mensaje.
Es para que la gente se ría de él.
Para que lo identifiquen.
Para que lo busquen en los eventos a los que asista.
Pero también es para reírse del periodismo tal como lo conocemos.
De la figura inmaculada del periodista de traje y corbata que viste elegante en medio del caos.
No es el único mensaje que tiene para dar al periodismo.
Pero sí es con el primero que quiero que identifiquen a Andrew Callaghan.
El “Borat” estadounidense.
El joven de 25 años que va recorriendo Estados Unidos con la intención de que la sociedad conozca el verdadero Estados Unidos.
Tiene 1.9 millones de suscriptores en Channel 5, su propio canal en YouTube.
Pero no es el primer canal que hace.
Antes tuvo All Gas No Brakes, que llegó a tener 1.7 millones de suscriptores.
Lo escribo en pasado porque ese canal que pensaba suyo en realidad no lo era.
Era de Doing Things Media, empresa con la que había firmado a sus 21 años para poder crear el contenido con el que soñaba.
Le dieron un apoyo de 450 mil dólares para que cumpliera eso que en principio había plasmado como un Zine.
Pero al firmar no se fijó en las letras pequeñas que decían que de la propiedad intelectual no se quedaría con nada.
Le dijeron que se convertiría en un emprendedor que podría contar las historias que siempre había querido.
Lo firmaron como un empleado más.
Y entonces tuvo que volver a comenzar.
Pero la gente lo siguió.
En noviembre de 2020 publicó su último video en All Gas No Brakes.
En julio del 2022 ya ha superado la cifra de suscriptores de ese canal con uno enteramente suyo.
El traje holgado fue su primer distintivo.
El segundo, también insospechado, es el silencio.
A diferencia de la mayoría de los periodistas, Andrew habla poco, casi nada.
En muchas ocasiones, sobre todo cuando recién comenzaba su proyecto, se limita a hacer una pregunta.
“What’s on your mind?”
Y la gente se vuelca a contestarle.
Busca personajes diversos.
Liberales y conservadores.
Gente de raza negra y rednecks.
Con un cámara que lo sigue a todas partes, deja que la gente hable.
Él no alecciona, él muestra lo que está pasando.
Lo que dicen y lo que piensan los que lo están viviendo.
Sin opinar, sin aleccionar, sin terminar siendo el protagonista de la historia.
Da, sin querer, una muestra de que es posible lograr lo que algunos de los grandes medios dicen querer hacer ante el exceso de opinión.
Mientras CNN pasa por una tormenta de cambio cultural en la que busca reacomodarse como una cadena que da las noticias sin mayor sesgo ideológico.
Andrew Callaghan demuestra que es posible hacerlo.
Con los medios volcados a decir antes que mostrar, Callaghan es la muestra viviente de que el “show don’t tell” puede seguir siendo una máxima del periodismo y de las grandes historias.
No me digas que es interesante, demuéstralo.
No me digas que es corrupto, demuéstralo.
No juzgues, deja que la audiencia decida.
Callaghan te sumerge en las historias.
Te permite estar en la acción como si estuvieras en Fortnite con tu propia visión del campo de batalla.
Él mismo tiene problemas para definir lo que hace.
Dice que hace periodismo, pero también antropología, etnografía y comedia.
Pudo haberse quedado sólo parodiando al periodismo.
Pudo hacer solo comedia.
Eso es lo que le pedía Doing Things Media hasta antes de que él decidiera renunciar al darse cuenta que nunca tendría más que el 20% de las ganancias del canal.
Pero él se dijo que era tan posible hacer comedia y hacer periodismo.
Al mismo tiempo.
Sin que uno y otro se eliminen.
Y lo está consiguiendo.
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Callaghan tiene mucho que enseñar al periodismo.
Ha construido para sí un personaje entrañable, identificable y polifacético.
Memorable ante todo.
Y eso vale mucho en la era de los genéricos.
De ese periodismo template al que dedico todo un capítulo en Panmedials, los medios de la pandemia.
A los periodistas de radio y televisión les cuesta desprenderse de la piel y formalidad que han llevado por años.
La sola idea de relajarse es un sufrimiento que sólo se palpa en conversaciones directas con ellos o con los directivos a los que les da miedo que mostrarlos en otra faceta represente la ridiculización de sí mismos y de la empresa como un todo.
Andrew demuestra que no es así.
Que se puede reír sin que se diluya el periodismo.
La primera vez que Callaghan dejó colgado el traje fue en el Black Lives Matter.
Ese día, como también lo haría durante su cobertura en Ucrania, se vistió como una persona normal para hacer su trabajo.
Con pantalones de mezclilla y una hoodie que lo hacen ver como lo que es: un joven de 25 años que sale a la calle para conocer qué es lo que está ocurriendo.
De ese modo, según él ha contado a Vice, quiso simbolizar que había llegado el momento de hacer periodismo en serio.
Pero siempre con la posibilidad de hacer comedia cuando así lo requiere.
O cuando así lo quiera.
Que es otra de las diferencias entre el periodismo de siempre y el que practica Andrew Callaghan.
Él se mueve por donde quiere.
Él y su equipo llevan su camper a donde sea que su curiosidad lo llame en sus andanzas por Estados Unidos.
Colin y Samir contribuyen a entenderlo con un análisis sobre su storytelling.
Las lecciones de Callaghan al periodismo son las siguientes:
Show don’t tell:
Si la gente manifiesta desconfiar de los medios y de los intereses ocultos que tienen detrás de las historias, no hay mejor respuesta que permitir que la gente hable sin salir a devorar el micrófono para ser protagonistas.
Callahan no es un opinador.
Es un periodista que sale a las calles para permitirnos sentir. lo que piensa y opina la gente.
Lo logra a tal nivel que los comentarios que abundan en sus videos son sobre los detalles y entrevistados del video, no sobre lo que dice Callaghan.
Un video, numerosos highlights:
A través de una edición que con frecuencia recurre a planos muy cerrados y a ángulos mucho más bajo la narrativa youtuber que bajo la del periodismo tradicional, Callaghan provoca que todo sea un potencial highlight.
El conservador que se lanza contra los mexicanos.
La liberal que defiende apasionadamente su batalla frente a la prohibición del aborto.
El redneck que se está poniendo una borrachera de escándalo en un festival de motociclismo.
Los videos de Callahan no son memorables por la historia completa.
Son memorables por cada testimonio y personaje que ahí aparece.
Cada elemento de su video es un llamado a interactuar, comentar y compartir.
3. La única limitante que tienes es la que definas para tu propia marca.
Callaghan supo cómo construirse una identidad tan abierta que pudiera hacer periodismo acompañado de comedia.
O comedia acompañada de periodismo.
No le tuvo miedo a verse ridículo.
Ese ridículo le permitió ser memorable.
Y pese a que partió del ridículo, cuenta con una comunidad que lo apoya cuando va en serio.
Como cuando empezó a pedirle a su comunidad que lo apoyara frente a distintas necesidades de la gente en Ucrania y durante el Black Lives Matter.
Hoy se puede ser un personaje polifacético.
La gente sigue a seres humanos antes que a personajes prefabricados para un formato específico.
Capitalicemos eso para ser empáticos con la audiencia.
4.- La libertad es clave para realizarnos
A los periodistas que en verdad son creadores hay que permitirles explorar sus curiosidades.
Construir su propia marca, lenguaje y comunidad.
Así como antes el estilo se hacía desde un estudio de televisión, ahora es posible crear una nueva generación de periodistas que no parecen serlo.
La nueva generación de periodistas en inglés tienen nombre y apellido.
Está Johnny Harris como el gran storyteller audiovisual.
Está Cleo Abram como la gran periodista explicativa.
Y está Andrew Callaghan como el “Borat” estadounidense que enseña la verdad de la sociedad estadounidense, hace periodismo y provoca millones de risas.
Es una época soñada para hacer periodismo.
Falta que nos atrevamos a reinterpretarla.