El breaking news no necesita a los medios
No, al menos, si siguen reciclando lo que se publica en redes
Storybakers:
Esta vez escribo como lector. Como cualquier persona que se pregunta qué ha ocurrido y que piensa aún, quizás pecando de inocente, que en los medios de comunicación encontrará algo distinto a lo que ya le informaron (y desinformaron) en redes sociales. Pero una y otra vez acabo decepcionado, diciéndome que aquello fue una pérdida de tiempo, que mejor me regreso al timeline de Twitter en el que encuentro exactamente lo mismo, pero mejor resumido, con una conversación viva y con el contenido firmado por cualquiera, lo que me hace comprender que eso que estoy viendo no por fuerza ocurrió en verdad y no ha pasado por el filtro periodístico que se supone que tendría que haber en los medios de comunicación, sobre todo en tiempos en que estos dicen estar indignados de que hoy a cualquiera se le considere periodista. ¡Y cómo no, si hoy los medios (compuestos, en teoría, por periodistas) y Twitter (compuesto por ciudadanos) publican exactamente lo mismo!
Sirva un suceso para enmarcar:
-La muerte del actor mexicano Octavio Ocaña tras una persecución policial que levanta, como mínimo, sospechas sobre lo que realmente ocurrió
-El gesto de Santiago Solari, técnico del América, al pedirle a su equipo que se abstuviera de ir al vestidor y regresara para ver la coronación del Monterrey, campeón de la Concachampions.
Se trata de sucesos de impacto local pero que encuentran réplicas en múltiples historias en medios que a diario se montan en lo que sea con tal de generar visitas. La curiosidad de los medios, como vamos a ver a profundidad, no pasa ni siquiera por el repentino interés de un reportero que olfatea una buena historia, lo que ha estado siempre abierto como alternativa para los medios, sino por la certeza de que el maldito algoritmo va a arrojar visitas y entonces hay que ir a por ellas, aunque nunca antes se hubiera dado ni el más mínimo indicio de que aquel tema en verdad le interesara.
Por su naturaleza, el periodismo tiene entre sus posibilidades la del oportunismo. Históricamente le ha correspondido informar sobre sucesos que en ocasiones tienen un origen conocido, como la cobertura a lo que sea que ocurra con una figura pública, pero también la de hacer crecer historias de origen anónimo e inesperado, como cuando se produce una explosión de gas en un edificio cualquiera que adquiere interés a partir de ello.
La diferencia entre el antes y el ahora del periodismo es que ese repentino interés antes se producía con reporteros saliendo a la calle para hurgar en los detalles. Había, pues, un sabueso al que le quitaban la correa para que olfateara hasta encontrar el hueso que le diera a su medio el ángulo que nadie más conocía. Ahora, ante este tipo de hechos, lo único que ofrecen la mayoría de los medios es a redactores sentados en su casa tomando publicaciones de redes sociales de todo tipo como piezas para armar una historia que ni tendrá información exclusiva, ni tendrá información verificada, ni tendrá destellos narrativos que hagan pensar que se está ante una pieza única, o mejor aún, ante una pieza periodística.
Es tanto el reciclaje de tuits como elementos protagónicos de una historia que bien haría el propio Twitter, o incluso Google a partir de que miles de medios de comunicación escriben y consignan exactamente lo mismo, generando una especie de snippet (como el que el propio Google ya ofrece tras realizar una búsqueda) que los medios pudieran replicar desde su propio CMS (un embed, un plug and play…) para no tener que desgastar a esos miles de redactores cuya misión máxima no es ser Reader-friendly sino SEO-friendly, porque hasta para maquilar hay niveles.
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Los rumores de Twitter son la noticia de una muerte en los medios
En las últimas cuarenta y ocho horas, los medios mexicanos e internacionales (porque en esta era cualquier medio se interesa por cualquiera historia que pueda ser viral e imprimir anuncios) se han volcado a dar cobertura (o a revolcar publicaciones de terceros, ciudadanos sobre todo…) sobre la muerte del actor mexicano Octavio Ocaña, conocido por su papel en una serie televisiva producida por Eugenio Derbez para Televisa.
Reitero, el oportunismo en sí no está mal. Es una realidad que la muerte de una figura televisiva tras una persecución policial que concluye con el choque del automóvil que conducía y con su posterior fallecimiento rompe la cotidianidad y amerita atención. El problema es que la curiosidad de los medios en estos tiempos no arroja luz en medio de la oscuridad, vamos, ni siquiera pretende hacerlo.
El seguimiento a esta noticia se produjo inicialmente en Twitter. Como es habitual, ahí se compartieron los primeros reportes, generados en buena medida por Carlos Jiménez, conocido reportero de nota roja entre los medios mexicanos, y a partir de ahí por ciudadanos que o tenían algo que compartir, como algunos videos e imágenes que ponían en tela de juicio la versión oficial que era la compartida por las fotografías dadas a conocer por Jiménez, o tenían algo que opinar, lo que posteriormente los medios tomarían como argumento para hablar de las dudas e inconsistencias que había en el caso.
Si pensamos en el desarrollo que hasta el momento ha tenido la historia, veremos que ninguno de los momentos de la misma ha tenido protagonismo en medios de comunicación
1) La noticia de la muerte del actor se produce en Twitter
2) La supuesta muestra de imágenes que contradicen la versión oficial se produce en Twitter
3) El análisis de esas imágenes para señalar qué es lo que no cuadra es realizado por los propios usuarios en Twitter, que ni son expertos en la materia ni tampoco tienen por qué informar con rigor periodístico
4) En Twitter se dan a conocer videos de la persecución que derivó en el choque y muerte de Octavio Ocaña a causa de un impacto de bala
5) Los pésames y manifestaciones de dolor se producen a través de la misma red social o de Instagram
6) También en Instagram se presentan las primeras reacciones de la prometida de Octavio
Tras ese flujo de información (y desinformación en Twitter) los medios ponen manos a la obra para montarse a la historia. Lo hacen con titulares que prometen dar respuestas que o ya fueron exploradas dentro de las propias redes sociales o se trata de estafas dado que no van a cumplir con la expectativa.
Los titulares más comunes son los siguientes, con mínimas variaciones entre unos y otros: ¿Qué sabemos hasta el momento de la muerte de Benito (Octavio Ocaña)?, “Así fue la persecución de Octavio Ocaña en Cuautitlán Izcalli”, “¿Por qué existen dudas sobre lo que realmente provocó la muerte de Octavio Ocaña”.
Si vamos a los primeros resultados de Google, todas las historias publicados se nutren de lo mismo (publicaciones en redes sociales y las versiones oficiales), el rol de los medios ha quedado reducido a convertir esas piezas sueltas en notas sin valor agregado. Como segundo y tercer tiempo de la historia, porque hay que extenderla lo más que se puede, se acude al Instagram de la prometida de Ocaña para extraer imágenes y mensajes de su relación con él, se apela a su afición y pasado con el Cruz Azul para hablar de cómo festejó hace unos meses el título del equipo y cómo quedó inconcluso su sueño de llegar a debutar en Primera División.
Con los reporteros vistos como un costo innecesario, los medios son simples repetidores a destiempo de lo que ha ocurrido. No importa cuántos resultados de búsqueda tenga el fallecimiento de Ocaña, con leer una nota de cada uno de los ángulos aquí expuestos o con haber leído el thread de Twitter, no habrá nada nuevo que arrojen esas publicaciones.
Se entiende que por su naturaleza Twitter sea el que detona una historia. No puede comprenderse que los medios sigan entregando todo el protagonismo para limitarse a reciclar lo que las redes ya nos dijeron.
¿En verdad los medios deben seguir actuando así frente a un breaking news?
Que Google se deje de juegos. Que haga el snippet con la información que contenga los ángulos que se repiten una y otra vez en las distintas historias y que esa misma pieza integre las publicaciones de todos los medios de comunicación. No tiene sentido que al usuario se le presenten como contenidos diferentes lo que sólo es diferente porque cambia un logo y porque algunos medios tienen mejor posicionamiento que otros.
La supuesta abundancia de resultados y alternativas en medios no es tal. Sería más efectivo que los resultados de las búsquedas en Google hicieran una curaduría que nos dijera: hay 5 ángulos disponibles, son estos. Los medios con historias lo suficientemente originales son estos, el resto es pura reiteración. Y listo, acabamos de tajo con redactores infelices revolcando y consignando lo que ya pudimos ver en redes sociales.
El periodista digital tenía como costumbre burlarse de los periódicos impresos por incluir notas de aquello que ya se conocía o que había ocurrido hace varias horas. Pues bien, lo mismo ocurre hoy con los medios digitales que reiteran lo que ya ha sido publicado en redes sociales, lo que incluso puede resultar aún peor para la industria dado que queda de manifiesto que el rol de los medios de comunicación como el escenario protagónico para ventilar breaking news está extinto.
Cada breaking news es una demostración adicional de que los medios han de buscar diferenciarse mucho más bajo un modelo de revista que bajo un modelo de consignación. La autenticidad, la construcción de marca y el propósito acaban pisoteados cuando nuestra única prioridad es aquello que pensamos llevar sólo porque es Trending Topic en Twitter, aunque no tengamos nada que decir, aunque no tengamos nada que aportar.
Los medios deportivos y el tráfico de las emociones
En fechas recientes se ha hecho costumbre bullear a Facebook por los distintos reportes internos que apuntan a cómo sabiendo que sus publicaciones generaban polarización o incluso desinformación, Mark Zuckerberg y su equipo optaban por mantener la maquinaría encendida con tal de preservar su negocio. ¿Pero acaso los medios no hacen lo mismo generando contenido fundamentado en las emociones sólo para garantizar engagement en redes y visitas a sus respectivos sitios? Escribí sobre ello al respecto:
Traigo esta reflexión a la mesa porque cada que me engancho de nuevo con los deportes acabo con esa sensación de fastidio frente a lo que veo en aquellos medios que conformaron mi más grande pasión desde que era niño. Los medios deportivos, estoy convencido, están viviendo la peor crisis de su historia, sobre todo a partir del hecho de que ni siquiera alcanzan a reconocerlo.
Su apuesta sentimentaloide los posiciona como veletas sin identidad que no hacen más que atender los extremos que más les convienen. Hacen memes que se burlan del equipo derrotado pero también consignan al unísono el gesto de Santiago Solari pidiéndole a sus jugadores que vuelvan al campo para ver la coronación de su rival. Se montan en la tragedia de Octavio Ocaña y su pasado cruzazulino para atraer visitas ocasionales, acompañan con la palabra “Fuerza” al que acaba de recibir una sentencia de muerte, al que va a estar lesionado por una semana y al futbolista que ha perdido a su perro. Todo bajo el mismo tratamiento, todo bajo la misma narrativa, una reiteración que mata la autenticidad y genera el más insoportable de los tedios para las audiencias.
Sobre la categoría ni siquiera se vale ser optimista. Si en el caso de los medios generalistas cabe al menos la posibilidad de pensar que bajo un modelo de revista podrán agregar valor y encontrar su posición en el mercado, cuando hablamos de deportes todo apunta a que el modo de ganar siga siendo el del alcance a costa de lo que sea tanto en redes sociales como en plataformas propias. Para el deporte, sobre todo en español, se vislumbra un futuro de reiteración y optimización de buscadores. De periodismo, originalidad y autenticidad, poco… casi nada…
¿Por qué es vital el propósito en los medios?
En Panmedials, los medios de la pandemia, hablo a profundidad de lo que debe ocurrir para que los medios de comunicación recuerden que es el lector el que debe ir al centro, no los algoritmos ni las llaves de monetización por tentadoras que resulten.
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