El poder humanizador del audio para periodistas
O por qué todo periodista debe hacer que los lectores conozcan su voz
Storybakers:
En el marco de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara hice la presentación oficial de mi libro: “Panmedials, los medios de la pandemia”. Pueden revivirla aquí:
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2.- The Muffin en audio: a partir de ahora, escucha los mejores envíos de The Muffin en el feed regular de The Coffee. Si eres de los que prefiere escuchar que leer, si te gustan algunos guiños adicionales que incluiré al grabar o simple y sencillamente si crees que se puede leer escuchando, puedes escuchar el primer episodio de este experimento aquí.
¡Gracias siempre por su apoyo!
De las citas al periodismo: la voz humaniza
El regreso a los eventos presenciales me ha hecho validar la importancia de la voz.
Hace tiempo, durante una llamada telefónica, Karla Berman, vicepresidente de Yalo, me dijo que le costaba trabajo no imaginarse escuchando mi podcast cada que hablaba conmigo.
La frase se me quedó grabada.
Y hoy ha vuelto a tener relevancia tras conocer el éxito viral que ha tenido el audio corto en Hinge, una aplicación de citas.
Como parte de su estrategia de diferenciación, habilitó la posibilidad de grabar mensajes de voz como recurso para contestar el “getting to know you”.
Los usuarios en vez de tener que responder con monosílabos pueden enviar mensajes cortos de hasta 30 segundos como respuesta a preguntas iniciales básicas entre dos personas que recién se conocen.
También pueden intercambiar notas de voz en un chat, como en WhatsApp y cualquier otro mensajero instantáneo.
La hipótesis de Hinge fue que “si una imagen vale más que mil palabras, sólo había que imaginar el poder de la voz”.
¿Y cuál fue el resultado a un mes de haber lanzado la funcionalidad?
1) Un 46% de los usuarios en la app ha escuchado al menos una nota de voz
2) 13% de los nuevos usuarios de la app ha creado su perfil incluyendo un mensaje de voz
3) Como sondeo previo, Hinge encontró que 2 de cada 3 usuarios pensaba que la voz sería un factor clave para determinar si había química o no con ese match potencial
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4) Los audios se han hecho virales en Tik Tok. A veces por burla, a veces por la sinceridad o por lo bizarro de los mismos.
El caso lo cuenta The Verge.
*Vale decir que además de Hinge, Tinder y Bumble han comenzado a implementar funcionalidades semejantes.
El caso parecería anecdótico de no ser porque hice el cruce con aquel comentario de Karla.
Y también porque aquí en Guadalajara he podido comprobar el lazo que genera la voz.
Cuando una persona te ha escuchado de forma recurrente, siente en verdad como si te hubiera escuchado.
Lo notas por el modo en que se acerca a ti, por el profundo conocimiento que tiene de lo que piensas y haces, y porque está implícita una familiaridad de la que carecen otros conceptos.
El texto es frío, un tanto marcado por la distancia entre autor y lector más allá de que uno se esfuerce porque no sea así.
Seguro que al leerlo, el usuario sostiene una conversación con el autor, pero es una dinámica distinta al audio.
El video hace que prestemos atención a otros elementos.
A la cara, al pelo, a la nariz del creador que aparece en el video. Pero también a elementos externos como la iluminación, la calidad del video o el set que acompaña esa producción.
Ningún formato construye tanta familiaridad como el audio.
De un audio extraes la personalidad, el estilo, el tono, las ideas, el humor de una persona.
Y pasa aún más en formatos largos con conversaciones relajadas.
El audio, la voz y sus matices son clave para las relaciones amorosas, pero son claves también para el periodismo…
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La voz da la oportunidad de que ningún periodista sea anónimo
En Panmedials hablé sobre la urgencia de humanizar a los medios. Y, por ende, a los periodistas.
Durante años se alimentó la idea de un periodista silencioso al servicio del medio en que trabajara.
De él, cuando le correspondía el infortunio de ser redactor, no se conocía ni su nombre, ni su apellido, ni mucho menos su voz.
”Revolcaba” (o revuelca, porque aún pasa) noticias, le “daba la vuelta a lo que otros publicaban”.
Salvo por espacios de opinión acotados, los reporteros en sí no hacían más que consignar bajo el estilo tradicional de la academia.
E incluso ahora, cuando se presenta la evidente posibilidad de acompañar los textos con audio, se opta por una voz robotizada, por un narrador distinto al autor o por hacer el tono periodístico que la gente ya no quiere escuchar.
Algunos, como el Times, lo han entendido.
Cada semana presentan una selección de artículos en que los reporteros de los mismos dan lectura a sus historias y las acompañan de lo que aprendieron en el proceso.
Sus letras llevan nombre y apellido. Su voz incluye un tono, un estilo y la posibilidad de que un usuario se acerque aún más a ellos.
Lo hacen con narrativa, con calidad. Cuidando qué decir y cómo decirlo. No improvisando, no al menos de modo que esa improvisación represente un hacer por hacer, por obligación.
Los periodistas están frente a la inédita posibilidad de ser escuchados por su propia comunidad y por la audiencia de sus medios.
Durante años los medios no tuvieron más voces que las de sus columnistas.
A quienes en verdad trabajaban ahí se les castigaba con el anonimato o con la intrascendencia.
Permitámonos jugar con la filosofía popular.
Del dicho que refiere que al que no habla, Dios no lo oye.
Podemos pasar a uno que rece: “al periodista que no habla, el lector (la persona) no lo escucha.
Y un periodista que no habla, que no cuenta ni las historias que produce ni la propia, se condena a vivir dependiendo de los medios.
A ser ajeno a esa Creator Economy que es también la Journalist Economy.
Carece de sentido que con un micrófono 24/7 en el smartphone, haya quienes habiendo decidido ser periodistas se digan que no tienen nada que decir o que contar.
Un periodista debe aprender a relatar sus historias a través de la voz.
Pero no sólo eso.
También a documentar su viaje.
A ponerse en el centro sin que ello represente ego o vanidad, sino más bien una estrategia de construcción de marca personal.
Los medios deberían impulsar que la gente conozca la voz de sus periodistas de forma variada.
1) Relatando las historias que han escrito.
2) Haciendo partícipes a los lectores del detrás de micrófonos de las historias.
3) Capitalizando el contenido estructurado de los newsletters para convertirlos en audio.
4) Creando una cultura de creación de contenido en audio que involucre metodologías de preparación y producción.
5) Habilitando que existan auténticas conversaciones entre sus periodistas y sus lectores.
Los periodistas, por su parte, deben alejarse del bloqueo que les representa el tedio diario para poner propuestas auditivas sobre la mesa.
Entre tanto que ocurre en el mundo y entre la natural vocación entrometida, curiosa y exploradora de los periodistas, es absurdo que el mundo de los podcasts y el audio no esté sobrepoblado de historias hechas por ellos.
Es cierto que ya brillan algunos que tenían nombre por su labor en otras plataformas.
También que ahí están ejercicios de alto valor.
Como lo que hace Radio Ambulante, el reportaje del Chapo en Vice, el enorme impacto de Daniel Coronell con Uribe Acorralado y trabajos como los Papeles de El País o lo hecho por Almudena Ariza y Charo Marcos.
Pero falta que las clases media y nueva de los periodistas se atrevan a crear sus conceptos.
Es urgente que el periodista le ponga voz propia a su trayectoria.
Que tome el micrófono aún si es de esos que creció en épocas en que la plataforma definía capacidades.
No cabe más la idea de ser periodista de tv, de radio o de impreso.
El micrófono en esta era no exige ni la voz mejor trabajada ni grandes equipos de producción.
Si una forma tenemos de demostrar el valor del periodismo sobre cualquier creador de contenido, es a través de la voz.
Usemos esta gran oportunidad de la Creator Economy para que por fin los periodistas sean escuchados.
Con o sin los medios de comunicación apoyando.