El rol de los medios en la construcción del metaverso
Las preguntas clave de cara al futuro
*Este texto forma parte de Tendencias 2022: encuentro de periodistas y creadores en la nueva economía, un ejercicio colaborativo publicado por Story Baker Academy.
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Por Paolo Miscia
@PaoloMiscia
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Muchos dueños y directores de medios tirarán la toalla. “¿Otra revolución más? Primero internet, después las redes sociales y los smartphones y ahora…¿el Metaverso? No puede ser. Renuncio. Voy a pasar más tiempo con la familia y dedicarme a proyectos personales. ¿Dónde había guardado esas frases para el último editorial?”
Otros se entusiasmarán con las posibilidades y le apostarán al enésimo pivot/reinvención. “Ya mismo voy a convocar una reunión semanal sobre el metaverso. ¿Qué tal lo que está haciendo el “XXX” (poner aquí un medio del primer mundo con 50 veces más periodistas y oficinas en un rascacielo)? Esta vez no nos van a dejar atrás.”
Un tercer grupo verá sus iniciativas convertirse - sin planificarlo y sin saberlo - en los “nuevos medios” del Metaverso. Son las plataformas y los creadores del futuro, que hoy no reconocemos cómo medios pero que paso a paso se transformarán en los “vehículos” de esa nueva era.
Antes de más nada, debemos responder a las dos preguntas base: ¿qué es el metaverso? y… ¿habrá medios en él? Una vez satisfechos con las respuestas, podemos mirar los tres roles clave de los medios actuales en la construcción del metaverso: informar sobre él, contribuir a que sea “bueno” y facilitar el advento de una economía de creadores.
¿Qué es el Metaverso? y… ¿habrá medios en él?
Por ahora es una “etiqueta” que reúne muchos significados y visiones a futuro, la promesa de una experiencia digital inmersiva (estamos presentes en la acción y no solamente cómo espectadores), realística (al punto que una reunión en el metaverso nos permitirá captar el “body language” y las expresiones más minutas de nuestros compañeros, mientras interactuamos con objetos “reales” compartidos) y en vivo (el pasado y el futuro no existen, como en el universo físico).
No será -como promete la ciencia ficción con sus Matrix, Ready Player One etcétera- un único ambiente, un único mundo paralelo al mundo real; es más probable que se trate de varios mundos virtuales, varios “versos” conectados entre ellos por algunas características persistentes: la identidad (eres quien eres, estés donde estés), las relaciones (no debes reconstruir tu social graph cuando pasas a un nuevo ambiente) y la propiedad (tu ropa digital, tu “casa”, tus NTFs son tuyos y no de la plataforma).
En pocas palabras, el metaverso es la evolución de internet donde podemos ir más allá del texto, la voz y el video y llegar a la “presencia”: a través de un avatar (nuestra identidad) nos relacionamos, trabajamos y nos divertimos en mundos digitales que son parte de un mismo ecosistema integrado.
Esta visión no se ha realizado todavía, pero ya hay señales claras de que vamos en esta dirección: las más grandes empresas del planeta llevan ya casi una década apostando fuertemente, siendo el rebranding de Facebook (ahora Meta) sólo la más reciente confirmación. Recordemos, a propósito que la adquisición de Oculus (la empresa fabricante de gafas de Realidad Virtual) por parte de la entonces Facebook data de 2014 - mucho antes de los recientes anuncios, a demostración que el pivot no es improvisado.
Millones de nosotros pasaremos buena parte de nuestro tiempo en esos mundos; y donde hay un gran número de humanos habrá deseo de informarse, entretenerse y educarse y la correspondiente oferta de contenidos. En otras palabras, sí habrá medios en el metaverso.
Algunos serán expresiones de los medios actuales, adaptados a la nueva realidad; otros serán “nuevos medios”, nativamente metaversales.
Estos últimos nos sorprenderán con sus innovaciones de formato o de contenido; es probable que aprovechen el gran diferencial de la presencia para llevar a sus audiencias hasta el interior de la noticia o de la situación en general. Un “reality show” en el metaverso - por ejemplo - replanteará los conceptos de jurado, concursante y audiencia de manera profunda, hasta obtener un “format” irreconocible y una economía radicalmente diferente. Lo mismo dígase de un noticiero, de un especial periodístico o de un documental: tecnología, hábitos y modelos de negocios van a evolucionar de la mano, llevándonos a puertos difíciles de imaginar al principio del viaje.
Los medios actuales deberían estar mejor preparados para esta revolución que para las anteriores. Los que se dejaron sorprender por “el digital” ya deberían saber que estas oleadas son poco relevantes en el corto plazo pero avasalladoras en el mediano/largo; así que uno esperaría atención e inversión desde ya para no quedar por fuera.
Prerrequisito para proyectarse de manera sensata es entender: si creemos que el Metaverso es Fortnite, apague y vámonos; si en cambio lo conceptualizamos como la web 3.0, haremos lo posible para estar en primera línea - empezando por jugar un rol en la creación misma del ecosistema.
Es clave en efecto que los grandes medios tomen cartas en el asunto desde hoy, para no repetir la trágica desintermediación que sufrieron con la web 2.0: cuando información y entretenimiento se obtienen de las redes sociales, son éstas últimas las que se quedan con la respectiva inversión publicitaria, empujando a los generadores de contenido hacia los “juegos del hambre” de la programática y el quimérico nicho de las suscripciones.
Le conviene entonces a los medios asegurarse que el metaverso no sea un avance meramente tecnológico del mundo digital actual, sino que permita nuevos modelos de negocios y de monetización más convenientes para ellos. No es fácil, si consideramos que del otro lado están las más grandes y poderosas empresas del planeta, y que a causa de su origen pre-digital los medios no son integrados geográficamente.
Informando sobre el Metaverso: un reto para el camino.
Si nos enfocamos en el rol informativo de los medios de comunicación, su primera responsabilidad en la construcción del metaverso es informar de manera correcta. ¿Qué significa? ¿Y podemos esperar que nuestros medios lo logren?
Informar de manera correcta significa hacerlo desde el conocimiento; implica dedicar recursos a entender un fenómeno en profundidad antes de reportar sobre él; y requiere un “análisis de desempeño” sobre fenómenos parecidos en el pasado para evitar cometer errores parecidos.
A todos nos ha pasado: cuando un “medio grande” reporta sobre un tema que conocemos en profundidad encontramos imprecisiones y fallas imperdonables en la comprensión o la representación del fenómeno. Para un importador de vinos - por ejemplo - es doloroso leer una nota genérica sobre su sector: el apellido del presidente del gremio está mal escrito, las cifras son del año anterior, no hay contexto internacional y el experto entrevistado no sabe mucho del tema y habla por lugares comunes.
Esta superficialidad nace de la “vocación horizontal” de los medios masivos. Periódicos, canales de televisión y estaciones de radio han nacido con la misión de informar sobre Todo (con T mayúscula): el acceso a varias fuentes era un lujo que pocos se podían dar, así que la expectativa siempre fue tener “secciones” o “parrillas” pensadas para darle un poquito a cada uno. El proceso de “verticalización” de los medios está lejos de completarse: las revistas especializadas llevan siglos, el cable con sus señales targetizadas va a cumplir 50 años y son 20 años o más que internet está profundizando en cada nicho a punta de blog, podcast y newsletter, pero hay medios tradicionales que siguen apretando poco al abarcar mucho; son los últimos “medios masivos”, cuya vocación responde a un mundo en desaparición y cuyo modelo de negocio necesita de grandes números para funcionar - y los grandes números se hacen dándole a cada uno un poquito de lo que quiere, en una visión horizontal anclada al mínimo común denominador.
Si este es el panorama, es difícil imaginarse a esos medios informando sobre el metaverso desde el conocimiento. Muy diferente el caso de los medios “verticales”, de los cuales esperamos precisión y profundidad; pero hablamos de los masivos justamente porque su impacto es mayor y orienta la agenda de la “opinión pública” (ese 99.9% de no expertos del tema en cuestión).
Es difícil visualizar una sala de redacción con dos o tres periodistas senior versados en Realidad Extendida o al menos en Big Tech; más fácil imaginarse un practicante o un junior dedicado a esa nueva tendencia del metaverso (o del blockchain, o de las criptomonedas, o de los hikikomori). Es la espiral negativa de los medios tradicionales en función: cada necesidad especializada satisfecha por otro medio genera menos audiencias, que redundan en menos ingresos (sean de publicidad o de suscripción); ahí el imperativo de cuadrar los balances exige menos inversión en contenido, y la calidad reducida atrae menos audiencias etcétera, etcétera, etcétera.
Seamos optimistas y asumamos que habrá empresas que logren romper este descenso al abismo y activen en su lugar una espiral positiva. Pensemos en esas organizaciones que logren equilibrios informativos y económicos estables y que sí tengan recursos para dedicar al metaverso. Se enfrentarán a otro obstáculo: el riesgo de considerar a la tecnología como algo malo para la humanidad porque ha sido “mala” para los medios tradicionales.
Es un fenómeno diferente a la ignorancia, al temor a lo desconocido; se trata más bien de la complejidad de dar un retrato equilibrado de tu verdugo. Son palabras fuertes, y las uso solamente para hacer claridad sobre el fenómeno - no para describir con precisión comportamientos o actitudes que efectivamente existan hoy en el sector.
Es innegable que la web (1.0 y 2.0) han dado un golpe mortal a la industria de los impresos primero y del periodismo después. Ahora es el turno de la televisión, sin oxígeno por el ataque del streaming de un lado y de las plataformas de creadores del otro. Si el metaverso es un próximo paso en esta evolución, ¿podemos esperar que la cobertura informativa sea equilibrada? Difícil. No me imagino la “Gazeta de los Dinosaurios” abriendo la edición dominical con el titular: “Las ventajas de la lluvia de asteroides para la evolución”...
A la tradición nunca le ha gustado la novedad. Sócrates se quejaba con el joven Platón de esa nueva tecnología (la escritura…) que iba a robarle a las nuevas generaciones la comprensión profunda que sólo el diálogo podía generar. La imprenta fue tachada de invento del demonio; la televisión era una “caja boba”; internet una especie de lejano oeste sin ley y sin valores. Ahora vemos cada una de estas tecnologías por lo que es: una herramienta que nos ha permitido avanzar.
¿Pasará lo mismo con el metaverso? Uno esperaría que no: que hubiéramos aprendido algo de tantas oleadas sucesivas de innovación y que pudiéramos evitar esa primera etapa de demonización para enfocarnos desde el principio en el potencial positivo.
Ojalá. Además porque necesitamos los medios para que el Metaverso sea un buen metaverso.
Construir un “buen” metaverso.
Los medios de información y de entretenimiento ayudan a la sociedad a enfrentar nuevos retos. A través del “agenda setting” y de su rol de proveedor de miradas y consenso, los medios crean un camino de conocimiento y debate; son empresas en búsqueda de una ganancia, pero con un impacto desproporcionado sobre la sociedad. Por esto hasta en sistemas capitalistas existe la figura del “medio estatal”, liberado del retorno empresarial obligatorio para poder enfocarse en el servicio de objetivos superiores. En reconocimiento de este mismo rol son muchas las instituciones que apoyan el surgimiento de nuevos medios, especialmente si portadores de las miradas “no homologadas” o minoritarias, más valiosas para una sociedad pluralista.
De los medios esperamos que participen activamente en los grandes momentos de un país, o como en este caso, del planeta. De ellos esperamos - por ejemplo - un trabajo ejemplar alrededor del cambio climático: que encuentren maneras interesantes de abordar el tema (desde lo periodístico o desde la ficción y el entretenimiento), que no lo dejen sucumbir frente al enésimo hombre que muerde un perro, que finalmente hagan su parte alimentando el debate con argumentos de un lado o del otro.
Es esta misma expectativa la que tenemos frente al metaverso: que contribuyan a que se implemente de manera positiva. Y entiendo “positiva” en términos tanto tecnológicos y económicos cómo humanos.
Empecemos por el aspecto humano. Entre los analistas del mundo digital hay una sensación difusa: nos llevó demasiado tiempo preguntarnos por el impacto de las redes sociales sobre niños y adolescentes. Existen límites de edad para el acceso a las redes sociales, es cierto, pero son millones los niños y niñas menores de 13 que usan - por ejemplo - Instagram. Y el ejemplo no es casual: es esta red la principal acusada de tener efectos negativos sobre la salud mental, en especial de jóvenes mujeres. Los documentos de Facebook (ahora Meta) filtrados al Wall Street Journal y debatidos en el Congreso de Estados Unidos muestran cifras preocupantes: entre las preadolescentes que tienen problemas con su imagen corporal, un tercio afirma que Instagram las hace sentir peor. Es que en esa red social se ha afirmado la tendencia a proyectar vidas e imágenes ideales: la “mejor” situación, el cuerpo “perfecto”, los viajes “ideales”. Comparar la “normalidad de la vida” con tanta perfección parece estar relacionado con problemas de autoestima, desórdenes de la alimentación y hasta con el aumento de tasas de suicidio.
Siendo el metaverso una profundización de nuestra “digitalización”, es importante que temas como estos sean parte del debate público desde el principio, en la sociedad civil y en los medios.
Tecnológica y económicamente, un “buen” metaverso es un metaverso abierto. Un espacio donde la innovación y la generación de contenido y experiencias sean libres y no sujetas a la aprobación o al derecho de veto de unas pocas empresas. Una “nueva frontera” tecnológica cuyos abundantes frutos puedan estar al alcance de todos los que pongan sus ideas y sus esfuerzos a trabajar; no una nueva parcela de un “jardín amurallado” a ser explotada por los mismos.
En otras palabras, la web 3.0 debería tener la misma función de liberación de energía creativa que tuvieron la 1.0 y la 2.0, ambientes de estándares abiertos que reducen las barreras a la entrada y permiten a pequeñas startups transformarse en gigantes.
Y el punto es justamente que un “buen” metaverso no debería nacer como territorio de caza exclusivo de los mismos gigantes de eras anteriores. Google, Amazon, Meta y Apple - para quedar en los más obvios - van a jugar un rol clave, pero tenemos que asegurarnos que no impidan la competencia y el libre juego de la “economía de creadores”.
Si los medios deciden atender a este llamado, será mejor para el metaverso… y para ellos mismos. Sí, porque en un metaverso cerrado y supervisado por los grandes ganadores del presente a ellos les tocarían otra vez las migajas; en cambio, si volvemos a barajar y jugamos una nueva mano al menos algunos podrían verse beneficiados.
Por estas dos razones sería muy positivo para la sociedad - y para los medios mismos - que informaran e influyeran sobre el metaverso en esta etapa clave de su formación inicial. Naturalmente, debemos estar preparados para que no lo hagan. Este nuevo mundo virtual es complejo de explicar y lejano de la vida cotidiana: cómo no se vive en primera persona, no genera una demanda de información, y la falta de demanda hace que muchos otros temas le pasen en prioridad. Algo parecido pasa con el cambio climático: también es complejo y lejano, y también termina relegado en la cobertura (siempre menos, por suerte).
Si Manhattan es sumergido por un tsunami, la primera plana estará garantizada por meses y meses - algo 100 veces más impactante que la cobertura de los fuegos en California o del enésimo huracán en la Florida. Para el metaverso va a ser aún más difícil generar interés, porque carece de la dimensión “trágica” del calentamiento global: no habrá muertos ni evacuaciones por el metaverso - solo algunos millones de nuevos puestos de trabajo y la redefinición de muchas actividades humanas…
Es posible entonces que los medios se dediquen a su tradicional “cobertura distraída”: un practicante que retoma agencias internacionales y un periodista junior para profundizar de vez en cuando. Si este es el escenario que nos espera será una oportunidad perdida, pero no significará por suerte ausencia de información: simplemente nos tocará armar nuestro propio menú con los medios y newsletter independientes que hablan del tema. Eso sí, sin un gran debate público.
Vimos qué es el Metaverso y que sí habrá medios en él; mencionamos la importancia de informar sobre la web 3.0 y la oportunidad que tienen los medios para hacer que sea un “buen” futuro; ahora nos falta tocar un último tema: ¿cual puede ser la relación entre los medios “tradicionales” (pre-metaversales) y los “creadores”?
Facilitar el advento de una “economía de creadores”
La reacción de los medios y del periodismo frente a YouTube ha sido emblemática, síntoma de una dificultad de proyectar el potencial disruptivo de una nueva tecnología. “Si hay películas de gran presupuesto y noticieros profesionales, ¿quién va a querer pasar su tiempo viendo videos de gatitos y “periodistas ciudadanos?”. La respuesta hoy la conocemos: miles de millones de personas. En Estados Unidos, los datos Nielsen para la primera mitad del 2021 muestran que YouTube ya pesa un 6% sobre el consumo total de video, incluyendo a TV paga, broadcast y todos los demás servicios de streaming. Netflix - con su contenido de calidad, su inmenso presupuesto de producción y su penetración casi completa - logra el mismo 6%.
Pensar entonces que la calidad fuese el único factor determinante fue el error de los incumbentes: YouTube propone un “modelo” diferente, con un vector de valores agregados incomparable con los formatos tradicionales de video. Este modelo evolucionará en el metaverso, pero construyendo sobre un nuevo peldaño ya conquistado por la web 2.0: la economía de los creadores, o creator economy.
Ya no hablamos de influencers, ni tiktoker, ni youtubers; a todos les hemos reconocido su esencia: son “creadores” (de contenido), la “cola larga” del ecosistema de medios que aprovecha de la caída a cero de los costos de producción y distribución para invadir el mercado con una oferta ilimitada. El streaming es un esfuerzo por parte del establishment de adaptarse a los nuevos hábitos de consumo; pero es la economía de creadores el nuevo modelo que va a cabalgar ese mismo cambio.
La visión de un metaverso único compuesto por innumerables “versos” interconectados es tan ambiciosa que solo hay una manera de llenarlo de contenido: con millones de creadores. Y las primeras señales ya apuntan a ese escenario: en el caso de Roblox, ya son más de un millón los que han publicado un juego o una experiencia en la plataforma; el mismo YouTube tiene más de 30 millones de canales, y decenas de miles con más de 1 millón de seguidores; Substack, Revue y otras plataformas de newsletter reúnen millones de periodistas y escritores, muchos de los cuales viven de su trabajo a través de ellas.
Sin hablar de Meta y Google, protagonistas de un duopolio de publicidad digital gracias a creadores de posts, historias y páginas web.
En ese entorno futuro, los medios “pre metaversales” tienen dos grandes oportunidades:
- ocupar el espacio de la credibilidad y la calidad y
- ser editores/curadores/validadores/orquestadores de creadores.
La primera oportunidad es la prosecución de su actual promesa de valor: si quieres algo de buena calidad y sin sorpresas aquí te lo tenemos. Tanto en noticias como en entretenimiento no todos tenemos la energía o el tiempo de explorar una oferta ilimitada: gravitamos alrededor de unas pocas cabeceras que nos han seducido con la constancia y la “digeribilidad” de sus entregas.
Esas mismas marcas son buenas candidatas para acompañarnos en la virtualidad: al fin y al cabo, aún con gafas VR somos las mismas personas, con los mismos gustos y valores. Todo dependerá de su oferta, y de qué tanto se adaptará al nuevo entorno. ¿Vivirá de manera “natural” en la nueva ecología del metaverso o chillará como la foto de un artículo impreso publicada en Instagram? Cómo suele pasar, unos adivinarán mientras otros terminarán en el lugar equivocado: la selección natural de los cambios de plataforma es despiadada…
La segunda gran oportunidad para los medios es de construirse una función en la cadena de valor de los creadores del metaverso. Es difícil adivinar cómo se estructurará, pero buena parte del valor a ser capturado en los próximos 20 años está en el paso de destinación a plataforma.
Frente a una multiplicidad de creadores de calidades dispares, los roles más naturales son el editor y el curador. De un lado, llevar todos los contenidos a un elevado estándar de rigurosidad y calidad; del otro, ayudar en la ardua tarea del discovery armando una buena “parrilla”, “diagramando” para reducir el estrés de la búsqueda infructuosa.
El éxito en estos dos roles dejará la puerta abierta a seguir jugando el rol actual de validadores de contenidos; pero es probable que la organización deberá reflejar mejor la tendencia hacia una orquestación más suelta y que refleje mejor la autonomía conquistada por los generadores de contenido.
Lo único seguro de los medios metaversales es que ya no podrán contar con la protección de los oligopolios tecnológicos que los generaron. En sus épocas doradas construyeron marcas, equipos, culturas y patrimonios importantes: de cómo los usen ahora dependerá su supervivencia en el metaverso.
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Paolo Miscia ha trabajado por más de 20 años en la intersección de tecnología (Nokia), medios (Discovery, Caracol) e investigación (Kantar, IBOPE). Ha fundado 5 empresas, de las cuales un par aún siguen. Es bloguero desde el siglo pasado, ha vivido y trabajado en 7 países (3 en las Américas) y hoy construye un puente entre los medios latinoamericanos y el metaverso. Italiano nacido en la Argentina de mamá brasileña; casado con y papá de colombianas.