El urgente desaprendizaje del periodista
Lo que tiene que aprender de los creadores de contenido para evitar quedarse en el limbo
Storybakers:
Hay historias que debemos conocer. La de Albert Montagut es una de ellas. Lo digo por Coolt, el proyecto con el que pretende cambiar el modo de hacer periodismo en español para que auténticamente sea una propuesta global. Pero lo digo también por su apuesta por el periodismo lento en medio del frenesí y porque quien ha sido un amante de las historias por tanto tiempo termina siendo una gran historia en sí mismo.
Es, además, un Silver Creator. A sus 64 años emprende como uno de 20. Y lo hace con una energía que ya quisiera cualquiera. Coolt es él, pero también una red de periodistas de habla hispana que comparten una visión: el periodismo en español merece un lugar para ser leído.
Su apuesta por la escritura hace indigno a cualquiera que no consigne en texto una historia sobre él. Por tanto, el envío de mañana irá a detalle sobre Albert Montagut y la propuesta que pone sobre la mesa para que el periodismo español evolucione hasta dejar claro que hoy se puede ser global y que, además, se puede serlo sin que el contenido presentado sea antes para los algoritmos que para los lectores.
Aquí el podcast con Albert Montagut. Un podcast global, como el periodismo que él y los suyos hacen desde Coolt.
¿Por qué es tan urgente el desaprendizaje del periodista?
Va más allá de la capacitación. Ante la transformación constante de la industria, la respuesta natural a las inquietudes de cualquier periodista pasa por la actualización. Saber de data, saber de marketing, saber de video, saber de tecnología, saber de SEO. Se trata, como es lógico, de sumar, de incorporar nuevos conocimientos para convertirse en un profesional que esté a la vanguardia.
Y todo eso es cierto. Aplica para el periodista y para cualquiera que se encuentre en una industria que nunca será lo que era a partir de la explosión digital. Pero para el periodista en particular hay un desafío que no le enseñaron en las aulas a las que ya acudió ni le enseñarán en las aulas a las que podría acudir: la necesidad de olvidar lo que un día fue un aprendizaje y que de tan arraigado ha terminado por convertirse en un hábito, y en el fondo, en un vicio que lo detiene de poder impactar con la audiencia.
Para sobresalir el periodismo hoy tiene dos vías evidentes. La primera pasa por la marca personal que gozó de gran exposición en plataformas tradicionales y que gracias a esa masa crítica acumulada puede migrar sin ver comprometido su éxito y su futuro. En México, por ejemplo, Joaquín López Dóriga, Brozo y Carlos Loret de Mola han hecho el traslado a digital con éxito sin tener que transformarse a sí mismos. Hacen televisión en digital. Y les funciona. Aunque el estilo sea el mismo que en TV, aunque sus producciones sean televisivas, aunque verlos te represente más de lo que siempre has visto.
La segunda, que es por la que tendría que apostar la mayoría, presenta a numerosos creadores de contenido y a unos cuantos periodistas de novísima generación que cuentan historias que se hacen virales y trascienden en la vida de las personas que los consumen.
Esta categoría consta de marcas personales que en muchos casos no han necesitado pasar por cursos, diplomados y maestrías en data, marketing, producción de video u optimización de buscadores para trascender. Todo eso lo pueden aprender. Es deseable que lo hagan. Pero la clave de su éxito está en lo que no les impusieron que debían ser.
Hoy a Roberto Martínez se le considera un gran entrevistador por no interrogar a sus invitados bajo la formalidad periodística con que nos programaron a periodistas de generaciones anteriores. Habla con sus invitados como lo haría la audiencia, interactúa con sus invitados como si se estuviera tomando una cerveza o un café sin la más mínima formalidad. Eso que hoy para los medios resulta tan atípico que incluso se plantea como parte de un pitch creativo, los creadores y periodistas de nueva generación lo hacen de forma natural. Lo raro para ellos sería hablar como si no estuvieran en casa, en un bar o en un restaurante. Lo raro para ellos sería estar obsesionados con “encontrar la nota” de una plática que orgánicamente derivará en ella por la atmósfera de confianza bajo la que se constituye.
Las dos categorías mencionadas dejan en el limbo a los periodistas que están en medio. Si no tienes una gran fama que te anteceda y si no eres de nueva generación, es posible que estés perdido. Obsesionado con actualizarte, pero desconociendo que la clave está en poder desaprender mucho de lo que has hecho parte de ti durante años. No se trata, aclaro porque los puritanos del periodismo podrían desear fusilarme, de olvidarnos del periodismo, sí de formas y protocolos que nos aseguraron que eran inherentes al mismo.
En “Unlearn”, Barry O’ Reilly cuenta el modo en que Serena Williams decidió reinventarse de la mano de Patrick Mouratoglou tras comprender que aquel estilo de juego que antes le garantizaba el éxito no le estaba entregando más que fracasos. Su desaprendizaje comenzó como una incomprensión de quienes la rodeaban. No entendían que se desprendiera de su padre para ser entrenada por un coach sin mayor experiencia con tenistas profesionales. Pero fue Patrick, un hombre adinerado que había renunciado a la empresa familiar para seguir su pasión creando una academia juvenil de tenis, el que acertó a decirle a Serena qué era lo que estaba haciendo mal. Serena desaprendió para volver a ser una de las tenistas más grandes de toda la historia. Lo que en un momento representó su éxito se había convertido en la razón de su fracaso. El ciclo propuesta por O’ Reilly funciona así:
Para los periodistas es importante sumar conocimientos y certificaciones. Pero también restar, sobre todo cuando de esto depende la trascendencia de nuestra marca personal. El periodista que no goza aún de una audiencia instalada tendrá que aprender a impactar audiencias masivas, aún desde el nicho. Y para lograrlo deberá desaprender frases hechas, estructuras y maneras que recuerdan la buena calificación en una boleta pero que reprueban a ojos de las nuevas audiencias.
El periodista de clase media-baja, aquel alejado de los reflectores televisivos que derivaron en followers, debe deshacerse del traje que le ordenaron que se pusiera si es que quiere aspirar a algo más que a conservar su trabajo. Debe aprender a actuar de forma natural sin que parezca una pose, debe contar una historia pensando antes en su audiencia que en la academia, debe hablar el lenguaje de los creadores de contenido, que es el de las personas. debe darse cuenta que con una cámara puede hacer aquello para lo que antes pensaba necesitar cuatro y un equipo de producción.
Nos educaron para siempre agregar, nunca para restar, como lo explica Leidy Klotz en su libro sobre la ciencia del menos. Pero a veces restar puede ser igual o más poderoso que sumar. Si lo analizamos, lo que el periodista debe desaprender va antes que lo que debe sumar. ¿Por qué? Porque la optimización de buscadores, el manejo profundo de data o el entendimiento del funnel de conversión va después de nuestra capacidad para contar una historia, atiende mucho más a propósitos de escala y de crecimiento que a la capacidad que tengamos para comunicarnos de forma efectiva con una audiencia que está ahí, esperando una buena historia sin que le importe mayormente si ella es contada por un periodista o por un creador de contenidos.
Como muestra del cambio, los nuevos creadores invierten. A los periodistas de vieja generación, como a la sociedad de sus tiempos, les enseñaron a ahorrar. Unos son tomadores de riesgos; otros se aferran al terreno seguro. El desaprendizaje es un must. Un paso que tenemos que dar si no queremos acabar en una medianía que nos convertirá en meros espectadores de los que sí que conseguirán que sus historias trasciendan.
Idea millonaria: de periodistas a creadores. El retiro definitivo para que desaprendas lo que ya es obsoleto
A los medios que están pensando cómo hacer que su equipo evolucione, les recomiendo que antes de contemplar cursos que añadan capacidades a su equipo, se organice un retiro creativo de uno a tres meses en el que sus periodistas se desprendan de su prestigio, de la redacción y del día a día para convertirse en creadores de contenido que parten de cero.
La idea es que no tengan nada más que lo estrictamente necesario para crear. Que su desafío sea crecer su marca personal desde cero. Pasar de determinado número de followers a uno diez veces mayor. Que se conviertan en creadores de contenido de tiempo completo. Que aprendan de los que no son como ellos. Que sea un volver a empezar. Que se desconecten de lo que les dijeron que siempre debían ser.
Sé que los presupuestos y los tiempos no lo permiten. Que para muchos sería indigno aprender de Chumel, Ibai o Roberto Martínez cuando podrían seguir aprendiendo de grandes referentes periodísticos. Pero es que no se trata de olvidar lo bueno que nos han dejado las aulas y los tiempos pasados, sino de advertir que hay una forma de comunicar que no vamos a dominar si no somos capaces de desprendernos del traje que nos hemos puesto por tanto tiempo que ya vestimos como si fuera nuestra propia piel, como si no pudiéramos actuar de otra forma.
En este retiro creativo se les pediría a los periodistas que se dediquen exclusivamente a plataformas de nueva generación. A Twitch o a Tik Tok. A Discord o a YouTube, que aunque lleve años ha recobrado aún más fuerza para ejercicios periodísticos. Ese retiro sería el llamado a una reinvención completa, a hablar un nuevo lenguaje. Si la gente viaja para vivir por un tiempo en un entorno en el que se hable otro idioma con tal de aprenderlo, lo mismo hemos de hacer con los nuevos lenguajes periodísticos.
El medio que quiera transformarse de verdad debe promover que sus periodistas se olviden por un tiempo de todo lo que fueron. Al final tendrán a creadores de contenido de nueva generación con aptitudes del mejor periodismo de siempre sería una fórmula poderosa, pero para lograrlo antes tenemos que olvidarnos de mucho de lo que aprendimos.
Lo escribo para ustedes pero también para mí. Nos toca desaprender para no ser intrascendentes. En próximas fecha iré documentando mi proceso de periodista a creador, aunque no sea con el retiro creativo que he concebido como posible idea millonaria.