Horario Estelar: ¿cuánto poder le entregamos a los medios y al periodismo?
Y cómo encaja en una nueva realidad en las que verdades miopes no existen más
Storybakers:
Horario Estelar es un espejo en el que debe verse la industria.
Una versión extrema del poder que tenemos para informar y manipular a millones de personas.
Desde el micrófono es posible atenuar o exagerar lo que nos venga en gana.
Un asesinato puede aparecer como la gran historia.
Pero también puede ser minimizado a partir del trato que decidamos darle a esa historia.
Una persona, como se ha documentado que ocurrió en el conflicto legal entre Johnny Depp y Amber Heard, puede ser condenada a partir del juicio mediático.
Sin que importe mayormente lo que se diga en los tribunales.
Sin que por fuerza ese escarnio mediático esté acompañado del equilibrio que los medios siempre pregonan.
Los medios gozan aún de ese poder de elegir a buenos y malos según convenga a sus intereses.
A veces meramente económicos.
A veces políticos.
Otras, incluso, a nivel personal.
Como ocurre en la nueva serie de Star+.
En ella el principal presentador de noticias en México termina manipulando lo que cuenta de una historia para evitar ser descubierto después de cometer un asesinato.
En ella también se muestra cómo la libertad periodística termina en cuanto se golpea la cartera de los dueños de los medios.
E incluso en cuanto se golpean las preferencias y creencias de esos mismos dueños.
Como ocurre cuando la hija del protagonista es degradada por hacer un reportaje en torno a la comunidad LGBTIQ+.
Horario Estelar es una serie que acierta en el tiempo y el contexto en que se presenta.
Si The Last of Us gana aún más popularidad por presentar su serie después de una pandemia en el mundo real que conecta con la problemática original del videojuego, Horario Estelar encaja en el momento que estamos viviendo.
Hoy como nunca antes una historia de este tipo permea en una sociedad cada vez más consciente del poder que históricamente le había entregado a los medios.
Es a la vez una crítica al manejo corporativo de los medios, al periodismo y hasta a la masculinidad tóxica de un protagonista que a partir del poder del que goza se siente capaz de jugar con todas las mujeres que lo rodean.
A su esposa le oculta la relación con su amante.
A su productora le presenta indicios torcidos del asesinato del que él mismo es responsable para llevar la historia a donde le conviene.
A su amante le termina quitando la vida por temor a ser expuesto.
A su hija le miente teniendo una relación extramarital con su mejor amiga.
Le miente, sobre todo, a la audiencia.
Lo hace cuando quiere y como quiere.
Ramiro del Solar no está solo.
Cada uno de nosotros como periodistas y como creadores de contenido nos enfrentamos a decisiones que construyen una visión particular del mundo.
Subjetiva de por sí por nuestra naturaleza como seres humanos.
Pero también potencialmente manipulada de forma intencional para fabricar verdades que nos convengan.
El nombre del show de Ramiro del Solar en la serie fue elegido con acierto por representar una falacia.
Nadie tiene “Toda la verdad”.
Por tanto, nadie puede contarte “Toda la verdad”.
Cada decisión que tomamos construye una verdad particular que según nuestro nivel de influencia trasciende en un grupo determinado.
Esa verdad que transmitimos tendría que ser tomada con reservas por quienes nos ven, leen o escuchan.
Y a decir de las estadísticas podemos decir que se está logrando.
Que ahí donde antes se construían verdades absolutas desde los medios, ahora lo que prima es el escepticismo.
En México sólo un 37% confía en las noticias que encuentra, de acuerdo al Reuters Institute.
En Estados Unidos el nivel de confianza está hundido en un 26%.
Tiene sentido que esta serie surja de mentes latinoamericanas.
Que los directores sean argentinos (Mariano Cohn y Gastón Duprat).
Que la serie se desarrolle en México.
La historia, aunque extrema, se percibe como perfectamente posible en el ecosistema actual de los medios.
Es positivo que la gente hoy comprenda que ha de desconfiar en los medios.
Que tenga presente el “Que no te haga bobo Jacobo” emblemático de la era en que Televisa en México se declaraba un soldado más del partido en el poder.
Lo que resta es que la desconfianza o recelo no sea solo hacia las historias que presentan una visión contraria a lo que pensamos desde antes de consumirlas.
Es positivo que surjan series como Horario Estelar para desmitificar la etiqueta de honestidad que suelen colgarse medios y periodistas.
Lo que no es tan positivo es que esa confianza que antes se depositaba o ni siquiera se ponía en tela de juicio hacia periodistas y medios vaya a creadores de contenido que pueden tener las mismas o peores intenciones que los propios medios.
¿En quién confiamos?
¿Cómo construimos las verdades detrás de las historias que nos importan?
¿Cuántas voces son suficientes para construir lo más cercano a la verdad de una historia?
Todas esas son preguntas que surgen viendo Horario Estelar.
Todas esas son preguntas que debemos hacernos como medios y como audiencia.
Y no, advierto que no es una reseña pagada.
De hecho me parece que la muerte que desencadena toda la trama se presenta de forma muy simple y precipitada.
Pero la historia de fondo me resulta poderosa.
Sobre todo por reflejar lo que podemos llegar a ser, lo que pretendemos ser y lo que somos a ojos de la sociedad.
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