Invertir en Substack: ¿una decisión inteligente de escritores a los que les falta dinero?
Y por qué, pese a todo, pone sobre la mesa una conversación necesaria sobre cómo invertir en una comunidad
Storybakers:
El miedo al al ridículo se aparece de cuando en cuando.
Es de esas sensaciones que se van cuando somos experimentados en algo, pero que regresan en cuanto somos inexpertos en cualquier otra cosa.
Con la creación de contenido pasa muchas veces en múltiples plataformas.
Ser valorado en una no significa ser capaz en otra.
Mucho menos en un contexto en el que la edad o la apariencia importa tanto que para muchos eso determina si encajas o no en un lugar.
Me ocurre, tengo que decirlo, en TikTok.
A ciertos usuarios les molesta que alguien de casi 40 años pueda hablar de Twitch, de la Kings League o de los Squid Craft Games 2.
Se cuestiona por edad, por género, por posibilidades económicas, por apariencia…
Y todo eso, sumado a nuestros propios temores, da por resultado que emerja esa sensación de inseguridad ante el ridículo, que por lo general se relaciona con hacer algo nuevo.
De eso hablamos en el nuevo episodio de Creators’ Therapy.
El contenido hoy de poco sirve si no construye comunidad.
En Story Baker llevamos tiempo impulsando ese espacio en el que creadores y periodistas se reúnen en espacios físicos y digitales para hablar sobre el futuro de la industria que nos apasionan.
Súmense a 950 periodistas y creadores que ya conversan en nuestro servidor en Discord.
Tiene sentido invertir en una herramienta en la que crees.
Tiene sentido que los escritores apoyen una plataforma dirigida fundamentalmente a ellos.
Tiene sentido, por tanto, invertir en Substack.
De ahí que el propio Substack haya incrementado la oportunidad de inversión de 2 millones de dólares a 5 millones al ver la respuesta inicial.
A los autores de newsletters nos ha gustado la invitación a invertir en la plataforma.
Me ha gustado también que en su anuncio promoviendo una inversión mínima de 100 dólares enfaticen que Substack no es ni un medio, ni una plataforma de newsletter, ni una red social.
Me ha gustado que se definan como una subscription network.
Es un acierto incorporar los 2 conceptos clave de su propuesta.
Las suscripciones como la única vía para tener publicaciones independientes y con libertad a partir de ese producto mínimo viable llamado newsletter.
Y la red como definición de Substack, pero también con esa promesa implícita de apoyo a autores independientes sobre los beneficios de funcionar como un colectivo.
En ese sentido hoy el escenario es mejor para Substack que antes.
Los nuevos autores de newsletters viven un crecimiento acelerado a partir de las recomendaciones de otros newsletters dentro de la misma plataforma.
Eso no pasaba en los primeros tiempos de Substack.
Y es clave para que los tiempos de maduración del newsletter se reduzcan.
Substack es en muchos sentidos la red de contenido escrito más avanzada en lo que refiere a reconocer el trabajo de otros.
En los newsletters ocurre lo que no suele pasar en otros espacios mediáticos.
El link a la fuente original, el crédito correspondiente, el ir y venir de audiencias a las que se les entrega como prioridad que puedan conocer la información y las historias que necesitan.
Mucho de eso pasa gracias a la propia consolidación de Substack como un espacio en que emprendemos como individuos pero nos asumimos como jugadores activos de una red.
Substack tiene más de 35 millones de suscriptores (usuarios registrados a newsletters) y 2 millones de suscripciones pagas.
Si lo vemos como medio, Substack tiene 20% de suscriptores en comparación al New York Times.
Como network, Substack afirma generar el 40% de las suscripciones y un 15% de las suscripciones pagas.
De manera acumulada, según cuenta Substack en la presentación de su caso, los escritores han recibido más de 300 millones de dólares.
Hasta ahí encuentro un acierto entre lo que Substack propone a los escritores, el entendimiento que sus propios fundadores tienen de lo que hacen, y por qué tiene sentido que los escritores inviertan en ellos.
Pero después recuerdo que Substack, como tantas otras empresas en el ecosistema tech, buscaron sin éxito levantar inversión durante el año pasado.
Que ese bucket de 5 millones de dólares de inversión que pretenden recibir difícilmente marcará gran diferencia para la empresa si se le compara con los 80 millones de dólares invertidos por Andreessen Horowitz en dos rondas.
La ronda A por 15 millones de dólares en 2019.
La ronda B por 65 millones en el 2021.
La invitación a los escritores no se está produciendo en un contexto de certeza.
Más bien se les está pidiendo que inviertan en una empresa que desconfía tanto de sus propios números que ha omitido incluir una gráfica sobre el revenue que genera.
En The Verge estiman que ese revenue pudo haber estado en los 18.6 millones de dólares durante el 2022.
Una cifra que, señalan, puede parecer atractiva por representar haber duplicado el revenue del 2021.
Pero faltaría conocer los costos de operación, que tampoco se incluyen.
La conclusión, especulan en The Verge, es que Substack no es rentable.
¿Apoyo entonces la inversión en Substack?
Sí en el sentido de comprender que en un mundo como el que vivimos resulta natural apoyar de múltiples formas todo aquello en lo que creemos.
Y si publicamos un newsletter es precisamente porque creemos.
No, porque la invitación ocurre a destiempo.
Porque en una matemática pura de negocio la posibilidad de que haya un potencial retorno para todos los que invirtamos es muy limitada.
Lo más destacado en realidad no es la oportunidad de invertir en Substack.
Es poder utilizar esa invitación de Substack para poder retomar algunas de las hipótesis que planteaba la Web 3.
Coinciden los postulados de la Web 3 con lo que señala Substack sobre los valores comunitarios al crear empresas.
Será esa sin duda una de las grandes características de los nuevos medios.
Substack lo plantea desde la inclusión financiera.
La Web 3 por medio de herramientas más sofisticadas aunque en desuso por el pesimismo que impera.
Las organizaciones autónomas descentralizadas, los NFTs como certificados digitales, los Splits de Mirror como una nueva forma de relacionarnos.
Todos esos recursos tienen el potencial de crear una mejor forma de construir redes y sociedades.
Pero ocurre que lo de Substack se ve más como un gesto desesperado por hacerse de recursos que como un verdadero interés por hacer parte a la comunidad de escritores.
Es cada vez más recurrente que las plataformas digitales exijan más de un pago por parte de los usuarios.
Ya no solo se trata de trabajar para ellas, como podría decirse que lo hacemos creando contenido que alimenta su inventario publicitario.
Tampoco sólo de generarles dinero a través de comisiones, como el 10'% que se lleva Substack por cada suscriptor.
Ahora también de invertir en ellas sin que exista un panorama prometedor en lo que respecta al retorno.
Substack es una plataforma que me gusta.
Es lo más avanzado en lo que respecta a la sofisticación en la lectura de contenido de autor y periodístico.
Es una evolución bien ejecutada de lo que propuso Medium y de lo que se produjo durante los años de apogeo de los blogs.
Pero nada de eso quita que Substack nació en un contexto de sobrevaloración que ahora está siendo corregido.
Todo tiene sentido detrás del llamado a invertir en Substack.
El tiempo y las circunstancias en las que lo hace es donde la historia se desploma.
En verdad deseo encontrar medios colectivos que trasciendan.
Redes de creadores que consolidan una nueva generación de medios.
Como lo está haciendo Puck.
Como lo está intentando Defector.
Como Dirt está probando en el ecosistema Web 3.
Lo que no me cuadra es que esos ímpetus colectivos de pertenencia le lleguen a Substack después de haber surgido como cualquier startup de Silicon Valley.
Con unos fundadores que acuden a los grandes inversionistas con la idea de alcanzar valuaciones estratosféricas que les cambien la vida.
Pasar de eso al espíritu de red a nivel inversión es lo que no me termina por encajar.
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