¿Jeff Bezos está matando al Washington Post?
YouTube supera los mil millones de usuarios de podcasts al mes; el NYT crea equipo de videopodcasts; Iker Casillas lanza nuevo podcast; el éxito de Zero Day en Netflix
¡Nuevo episodio en La Sociedad del Contenido!
Escucha ahora el análisis que Alfonso Basilio y yo hacemos de la campaña que Elon Musk ha emprendido en contra de los medios, el paralelismo que se da en México y lo que podría representar para el futuro de los medios y de la generación de contenido.
Storybakers:
A cada acción corresponde una rabieta.
Pero a estas alturas son tantas que ha dejado de tener sentido.
Jeff Bezos ha vuelto a dejar claro que su compromiso con el periodismo es a conveniencia.
Que si en algún momento negó que la compra del Washington Post tuviera otra motivación que su interés por los medios y la libertad de expresión, ahora no hay forma de sostener esa postura.
Bezos percibe al Washington Post como una herramienta de influencia política.
Igual que Elon Musk como editor general y propietario de ese gran medio algorítmico que es X.
Igual que Mark Zuckerberg entendiendo que más valía que las decisiones algorítmicas y humanas de Meta se alinearan a los deseos de Trump.
En la era reciente, no se había visto tal sumisión y tal nivel de descaro como entre los grandes multimillonarios tecnológicos alineándose a Donald Trump.
Para los medios y el periodismo la lección debería estar aprendida: los multimillonarios nunca van a ser protectores del periodismo independiente.
Lo que sorprende es que esa misma lección la repitiera Jeff Bezos con un mensaje a su equipo.
Y, sobre todo, a la opinión pública.
Lo hizo por medio de una publicación en X (sintomático de por sí).
Ahí habla de que el foco diario de la sección de opinión se concentrará en las libertades personales y en el libre mercado.
Menciona que sí que habrá espacio para otras temáticas pero no para aquellas opiniones que se opongan a cualquiera de esos dos pilares.
Habla, y en esto podría tener razón, de cómo el rol de los medios ha cambiado con el tiempo.
Antes si un medio generalista no se encargaba de mostrar múltiples puntos de vista, la audiencia no tenía dónde encontrar esas posturas encontradas.
Ahora, como él mismo lo menciona, Internet se encarga de hacer el trabajo.
Los creadores que se viralizan a partir del fanatismo acelerado por el algoritmo.
Los periodistas que portan ideologías políticas y económicas con posturas tan pasionales como las de un aficionado a un equipo de futbol.
Y los propios medios, que en su realidad y conveniencia, deciden cuál de las múltiples avenidas deciden recorrer.
Es aquí donde Bezos tiene parte de razón.
Los medios generalistas han de preguntarse qué abrazar y qué no cuando en el entorno hay múltiples necesidades satisfechas por otros.
Si bien el contraste es necesario, a la audiencia no le gusta tanto la dispersión como la concentración.
El consumo más allá de los medios se ha vuelto obsesivo, especializado y comunitario.
Pasa que al Washington Post se le atribuyen los valores de los legacy media.
Que al Washington Post junto con el NYT se les percibe o percibía como los grandes baluartes del periodismo en Estados Unidos.
Por eso duele aún más que Bezos haga uso de sus facultades para determinar el nuevo perfil editorial de su medio.
Pero está en su derecho.
Y, sobre todo, da en el blanco respecto a que el modo en que se consume información ha cambiado.
Lo que está por verse es si este nuevo perfil contribuye o afecta sus números más allá de la credibilidad.
En los cálculos de Bezos, el riesgo amerita la pena.
No tanto porque un cambio en la sección de Opinión le vaya a representar nuevos suscriptores como porque de paso le manda un nuevo guiño al gobierno de Donald Trump.
Bezos, queda claro, puede darse el lujo de seguir perdiendo dinero con el Washington Post mientras gana en los negocios que de verdad le mueven la aguja.
El Washington Post, por tanto, tendrá vida garantizada hasta que Bezos se canse.
Y quizás sea ahí cuando se pueda aspirar a otro tipo de vida para la publicación.
Como el que ha esbozado Kara Swisher anunciando su deseo de reunir inversionistas para adquirir el Washington Post.
Si la problemática la llevamos a la industria en lo general, la falla es de raíz.
Una industria que a lo largo de la historia ha promovido la objetividad, la imparcialidad y la neutralidad como sus principales banderas no tendría que estar en manos de multimillonarios con múltiples intereses relacionados a esos poderes que el periodismo ha de cubrir.
Frente a ese escenario, tanto con el antiguo poder de los medios como con el de las tecnológicas actuando a su manera como medios, es una inocentada pensar que dichos conflictos no se darían.
Sería deseable que los multimillonarios no se doblaran ante presiones políticas o conveniencias personales, pero es también utópico.
Se entiende que David Shipley, editor de Opinión del Washington Post, decidiera renunciar a partir de este anuncio de Jeff Bezos.
Es incluso plausible.
Pero es también un gesto más simbólico que real.
El verdadero cambio para los medios y el periodismo se produce creando nuevos modelos.
Atreviéndose a abrazar la independencia.
Aceptando que trabajar para los grandes medios tendrá siempre su carga política y económica.
Si los periodistas aspiran a dejar de hacer rabietas, deberían priorizar el emprendimiento antes que el empleo en la empresa de un multimillonario.
Puede a que veces ese multimillonario no esté tan presente.
Que no se sienta el peso de sus decisiones.
Pero eso no implica que el bug no esté en el sistema.
Que la incorrección no esté ahí siempre amenazando los máximos ideales del periodismo.
Y ha de decirse que aún si el periodista independiente lanza su propia publicación, está tendrá sus sesgos, sus intereses y sus conveniencias.
De ese tamaño es la camisa de fuerza de los medios y los valores que siempre han defendido como industria.
Nota del autor: Para los que quieran aprender de otros caminos, aquí un mapa con el nuevo ecosistema de medios desarrollado en torno a medios anglosajones.
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