La IA será nuestra editora en jefe
El inevitable sesgo que ni siquiera la tecnología podrá resolver
Storybakers:
Acá algunos anuncios parroquiales.
1.- Desde España José García Áviles me ha hecho una entrevista en la que hablo del periodismo como industria, de sus desafíos como negocio y de su potencial obsolescencia en caso de que decida no transformarse.
Y claro, de la disrupción que provocará la inteligencia artificial en los medios.
Para mí aún más grande que la de Internet hace 3 décadas.
Ahí mismo suelto nuevos detalles sobre el próximo lanzamiento de Co-newsroom, la nueva redacción para nuevos periodistas.
Si les interesa ser parte de Co-newsroom, escríbanme a maca@storybaker.co.
2.- Hoy vence el plazo para ser parte de Tendencias 2024.
Como yo también ando sobre la hora, les confieso que el plazo real es hasta el 3 de diciembre.
Pero quedémonos con la fecha actual para no procrastinar más.
3.- La próxima semana vuelve The Coffee.
He tomado aire.
He reflexionado sobre lo que quería para el formato.
Y he juntado a una serie de personajes clave de los que juntos vamos a aprender mucho.
La batalla de los sesgos seguirá perdida.
Ni siquiera la tecnología podrá resolver la naturaleza utópica de la objetividad.
Si los medios tienen un modelo editorial que se alinea a determinados intereses (a veces políticos, a veces económicos y a veces meramente algorítmicos), lo mismo ocurrirá con la inteligencia artificial asumiendo de editora en jefe.
El tema surgió hace un par de días en la presentación que di durante el décimo aniversario del ISDI.
Fue en un panel en el que compartí espacio con Alejandro Fuentes de Imagen Televisión, Gabriela Loyola de Influur y Humberto Amaya de Sonoro.
Ahí Alex habló de cómo le impactó que en Google Trends apareciera con recurrencia el cricket en Estados Unidos.
Le parecía cuando menos atípico que esa tendencia fuera una constante.
Pero encontró explicación con el número de indios que viven en Estados Unidos.
Eso mismo ocurre con el sesgo de la IA según las fuentes que esté consultando para ser entrenada.
En la realidad la consolidación de la IA más que acercarnos a una verdad universal nos lleva a una visión personalísima de las cosas.
Si bien habrá algunos que utilicen Bard o Bing para realizar sus consultas, será cada vez más recurrente que cada quien acuda a un chatbot customizado específicamente para él.
Ocurrirá no sólo porque será cada vez mayor el conocimiento que los chatbots tengan de nosotros.
También porque nosotros mismos nos encargaremos de entrenar a ese chatbot.
Si el algoritmo de TikTok aprende a través de la IA a darnos el contenido que ni siquiera sabíamos que estábamos buscando, nosotros mismos seremos parte crucial del entrenamiento de esos chatbots que tendrán exactamente lo que estamos buscando tanto en esos resultados de búsqueda como en la conversación con él.
El camino definitivo hacia allá se produce con los GPTs recientemente lanzados por OpenAI.
Imaginemos, por ejemplo, la diferencia entre un chatbot customizado para tener la visión, ideología y narrativa de Donald Trump frente a uno entrenado para conducirse como Joe Biden.
Ya no sólo será un sesgo en el conocimiento que tiene ese chatbot, será también un aprendizaje profundo y cada vez más evolucionado sobre cómo piensa, qué quiere, cómo escribe y cómo crea una persona.
La evolución de los GPTs apunta a que así como la gente ha decidido seguir a alguien en Twitter o TikTok por razones que van desde la narrativa hasta el contenido pasando por las coincidencias y divergencias, ahora se convertirá en un potencial usuario 24/7 de esa persona.
Ya no sólo a partir del contenido creado por la persona IRL.
También por todas las conversaciones e interacciones que tenga con ese chatbot que ha sido entrenado por el propio humano para que la IA sea una fiel representación de él.
He pasado varias horas entrenando a mi chatbot.
Enseñándole cómo escribo.
Refinando el estilo con el que suelo responder.
Actualizándolo sobre lo que debe saber de mí.
Pronto les mostraré el resultado.
Pero está relacionado con lo que les conté la otra vez de Render.
El perrito ficticio que forma parte de Petips.
Aquí, por ejemplo, una respuesta reciente a una duda relacionada al consumo de carnaza por parte de los perros.
Y aquí el recuerdo del análisis a profundidad que hice sobre la explosión de las relaciones parasociales.
El sesgo en la inteligencia artificial irá más allá de esas grandes diferencias ideológicas entre la derecha, la izquierda y el centro.
Pasará por detalles ultra específicos que combinarán los deseos explícitos de los humanos contribuyendo a entrenar a su propio chatbot con la propia capacidad de aprendizaje de la inteligencia artificial.
Es como si al todopoderoso algoritmo de TikTok le sumarás la posibilidad de darle feedback de forma conversacional para que nos satisfaciera aún más.
Es TikTok pero recargado.
Y si alguien pensaba que la IA iba a terminar integrando una verdad universal, más vale que se vaya haciendo a la idea de que estaba equivocado.
En ese sentido Elon Musk tiene razón.
OpenAI, Google y Microsoft han desarrollado motores absolutamente sesgados.
El ejemplo más sencillo es cuando se pregunta por Donald Trump, Bukele o Bolsonaro.
Los chatbots suelen entregar la información que cualquiera esperaría.
Pero incluyen también los señalamientos típicos que medios y opositores lanzan contra ellos.
Con Bing me ocurrió que por más que le pedía que evitara enfatizarme las acusaciones que pesan sobre Trump dado que me parecía un sesgo, no atinaba a eliminar del todo esas advertencias.
Hace tiempo ya que estamos frente a la personalización de los medios.
Lo que nunca antes se había dado es la combinación de señales a partir de nuestro consumo con la comunicación abierta, explícita y ultra detallada de lo que queremos para sentirnos mejor atendidos.
Además, como en cualquier conversación, en una dinámica de dar y recibir.
De corregir al otro.
De aprender del otro.
De imitar al otro.
En la era de la IA, los sesgos no sólo serán comunitarios.
Serán también ultra personales.
Y a partir de los GPTs todos podríamos llegar a ser buscadores, confidentes, coworkers y copilotos en modalidad 24/7.
Una locura que, pese a todo, quiero vivir.
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