La Web 3.0 destruirá la inmoralidad de medios y creadores
Y cómo blockchain marca desde ya una nueva era para el valor del contenido original
Storybakers:
Antes de ir al detalle de este envío quiero invitarlos a escuchar mi plática con Paolo Miscia, ex director de Digital Research de Discovery y ahora creador de Al Metaverso. Con él hablo sobre lo que hay detrás de la ya conocida mutación de Facebook en Meta para autoerigirse como máximo referente de la nueva era de nuestra presencia digital y para limpiarse la cara tras los múltiples escándalos a partir de la filtración de los Facebook Papers.
Durante la conversación, hablamos sobre si debemos creerlo o no a Facebook (Meta) cuando afirma estar consciente de que el metaverso no podrá construirlo solo y que no podrá ser la única plataforma tecnológica, también ironizamos sobre el hecho de que el foco de las muestras del metaverso que nos ha dado Mark Zuckerberg sean bajo un tratamiento oficinista, en el que la mayor maravilla es poder tener juntas con nuestros compañeros en un ecosistema virtual. ¿En verdad eso es lo que querrían las nuevas generaciones? ¿O será que Meta reconoce que el metaverso no va a ser la vía para hacerse con los más jóvenes?
Hablamos, de nuevo, porque hay que hacerlo aunque duela, de la aproximación oportunista de los medios, que hace unos días convirtieron al metaverso en la gran tendencia aunque en el fondo lo que abunde sean las explicaciones simplistas basadas en lo que vimos en Ready Player One y en Matrix.
Los invito a pensar el metaverso con este episodio de The Coffee y sumándose a “Desde el metaverso”, grupo en Telegram que hemos creado para imaginar esta nueva era digital entre todos. Pueden unirse aquí.
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¡Medios, tenemos un problema!
Aplica para medios pera también para creadores. A últimas fechas, me tocó aprender a hacer lasaña a partir de la receta publicada por un medio generalista. Asumo que ese medio tiene chefs y especialistas en cocina, o como mínimo a un grupo de periodistas tan interesados en hacer una nota utilitaria que llevara a sus lectores a hacer la mejor lasaña infiltrándose en los más reputados hogares culinarios para develar la receta secreta de la abuela, no que hizo copy-paste de una receta ya existente y aprovechó su posicionamiento en SEO para que Google decidiera ponerlo en uno de los primeros resultados de búsqueda pese a que se supone que la cocina no es precisamente lo suyo…
No nos vimos bien ni el medio, ni Google, ni yo. El medio, uno de los reputados españoles, por cierto, por caer en eso de estar por estar sin marcar una diferencia. Por hacer lo que sea con tal de atraer audiencia. En este caso se trató de una persona vinculada a los medios, por lo que me ha quedado claro al entrar que estaba en un medio de comunicación, pero eso no por fuerza hubiera pasado con una persona con actividades distintas a los medios y con el único interés de encontrar una receta confiable para hacer lasaña.
Ese resultado de búsqueda, y mi posterior estancia dentro de la nota (receta) me hizo ver que 1) Los medios siguen vendiendo su alma al diablo con tal de acelerar sus números 2) El algoritmo de Google lejos está de entregar los mejores resultados y 3) Como audiencia tendríamos que ser más cuidadosos de las fuentes que elegimos.
Podrán decirme que eso de las recetas es un camino mostrado por el New York Times. Señalaré entonces que hay una gran diferencia. El Times sí tiene un equipo dedicado a crear recetas originales y a buscar desarrollar un producto de calidad que vaya mucho más allá de la mera conquista de un posicionamiento en buscadores, como lo demuestran los casi 900 mil suscriptores de Cooking, de acuerdo a su más reciente reporte trimestral.
El problema de los medios no es que pretendan diversificarse y ampliar su campo de acción. Es más, publicar recetas impacta de mejor forma en la vida de las personas que reescribir una nota publicada cientos de veces… lo que ha de buscarse es que los medios desarrollen esa estrategia en serio, con intención de sumar al lector, no de estafarlo, no de llevarlo a que consuma contenido (incluyendo recetas) sin alma, sin conocimiento y sin en verdad hacer lo que corresponde para que se cumpla con la máxima de agregar valor al tiempo y a la atención que una persona nos está entregando.
Digo que aplica también para los creadores porque las marcas personales son igual o más opacas que las organizaciones. Hace unos días en Linkedin, Mario Vidal compartió un screen de una publicación realizada por un creador que con más de 116 mil seguidores en Linkedin se ha convertido en una especie de referente de nueva generación en dicha plataforma en lo que respecta a marketing y creatividad. En ella, aseguró que el nuevo nombre de Facebook sería Horizon, lo que todos sabemos resultó falso.
El círculo de la desinformación operó de la siguiente forma:
1) The Verge anuncia, gracias a una fuente dentro del propio Facebook, que Mark Zuckerberg anunciaría en próximos días el cambio de nombre de la empresa para anunciar que desde ese momento el foco estaría en ser el protagonista máximo en la construcción del metaverso
2) A partir de ese momento, los medios hacen eco de la publicación de The Verge, pero a ese hecho, ya para entonces confirmado, le suman la especulación del posible nuevo nombre: Horizon, en referencia al nombre desde que hace años utiliza Facebook para el mundo virtual que catapulta por medio de Oculus.
3) El rumor es tanto que este creador y otros no resisten la tentación de dar por oficial el nombre. Todo por la ambición natural de ganar atención aportando algo nuevo: The Verge con información fundamentada, los medios con rumores que parecían tener sustento, y los creadores dándolo por oficial sabiendo que aún si fallan, el raspón que se llevarán, dado que no se les juzga como a los medios, no será tan grave como el engagement que pueden tener con ese posteo.
Esa dinámica se repite una y otra vez. En ocasiones, con la desinformación como protagonista, como ocurrió en este caso. En otras, por medio de un reciclaje tan reiterado que ya no sólo se repite lo que se está publicando (por ejemplo, la famosa imagen del marketing explicado desde las mantecadas) sino también la editorialización que se hace de ese posteo.
Aquí el círculo funciona de la siguiente manera:
1) Una imagen comienza a hacerse viral. La imagen en cuestión es la siguiente:
2) Una vez que la imagen empieza a viajar, usuarios con interés por posicionarse como especialistas en marketing buscan apropiarse de ella, republicándola, lo que no por fuerza está mal… De origen esa imagen tiene una falla, no incluye al autor de la misma, ya sea porque alguien de los que la compartió borró ese crédito y luego una tercera persona compartió la imagen anónima o simple y sencillamente porque el creador de la misma no se preocupó por firmar esa imagen que le daría algo de popularidad.
3) Dado que la imagen es anónima, los usuarios o “creadores de contenidos” encuentran como camino fácil el de apropiarse de la imagen desde el copy con llamados como los que siguen: “Cuando me preguntan por el poder del marketing les respondo lo que sigue…” o “siempre que pienso en marketing, acudo a esta analogía”, de tal modo que la audiencia que ignora el origen de esa imagen puede adjudicársela a un autor que no tuvo más mérito que el de encontrarse con ella antes que la persona que ahora está consumiendo ese posteo.
Sobre el proceso y la problemática para resolverlo, les recomiendo que vayan a este texto que escribí hace tiempo:
La huella digital de la Web 3.0 hará transparente quién crea y quién recicla
Cuando Jack Dorsey advierte la importancia de descentralizar Twitter por medio de blockchain, apunta a problemáticas que van más allá de la monetización. Dado que la industria de medios e incluso la de los creadores, salvo por el entre el 1% y 2% de influencers que pueden vivir de su obra, vive en constante crisis y búsqueda de recursos, se ha asumido que la conversión de artículos escritos o de cualquier expresión artística en un NFT apunta a un potencial beneficio económica, cuando en la realidad ese sí que puede ser el paso más deseable, pero desde antes, aún si no alcanzara ingresos significativos, como mínimo serviría como un certificado para que ese material viaje a donde sea sin que se extravié el crédito al autor original del mismo.
Digital ha tenido un problema crónico con la asignación de responsabilidades. Las plataformas tecnológicas, por ejemplo, se niegan a aceptar que tienen algún tipo de culpa cuando uno de sus usuarios publica material indebido. Los creadores, como puede verse con los casos arriba mencionados, comprenden que plagiar o incluso desinformar no tendrá consecuencia alguna. Y los medios entienden también que reconocer la obra de un tercero es más bien un acto de cortesía que puede o no hacerse, porque al final nadie les dirá nada si se valen de recetas o de notas de terceros para cumplir con sus objetivos.
Para que el periodismo de autor y la creación de contenidos originales en lo general termine en verdad confirmando sus posibilidades de éxito en este ecosistema, se requiere comenzar por atribuir como es debido. Ha quedado claro que el respeto a la autoría de un material no puede sustentarse ni en los gestos de cortesía ni en las buenas intenciones.
Medios, creadores y marcas hemos de prepararnos para una Web 3.0 que pondrá la autoría original en el centro. Esas no son más que buenas noticias, pero hemos de prepararnos también para una era en la que también queden guardadas para siempre, como un periódico que ya impreso no tenía marcha atrás, nuestras equivocaciones, nuestras mentiras y nuestras declaraciones.
No sé, a la luz de cómo actuamos, si estamos listos para abrazar una era con tal nivel de transparencia. Una revolución tecnológica que tocará fuertemente a la moral...
Es de hace algunos meses, pero con este episodio en que platico con Renato Carregha les quedará aún más claro porque necesitamos que se consolide la descentralización.
¿Por qué los medios necesitan conectar a periodistas y sus audiencias?
En Panmedials, los medios de la pandemia, hablo a profundidad del impulso que los medios de comunicación han de dar a sus periodistas y autores para que se establezcan relaciones de persona a persona con su comunidad. De lo contrario, continuarán teniendo audiencias anónimas, escasamente interesadas en establecer una relación duradera y comprometida con el medio en cuestión.
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