

Discover more from The Muffin por Mauricio Cabrera
LaLiga: 2023, la sociedad del reality
La inmersión definitiva del aficionado en el deporte ha comenzado
Storybakers:
Vivimos en un reality show.
Más atentos a las reacciones que a los hechos.
Más atentos al intercambio de palabras para tomar partido que a la imparcialidad.
Me ha refrescado el concepto un usuario en TikTok al comentarme que incrementar la presencia de cámaras y micrófonos en LaLiga hace que parezca más reality que futbol.
Él es uno de esos aficionados que piensa que el futbol debe quedarse como está.
Coinciden con él Javier Aguirre y Carlo Ancelotti.
Aguirre de plano dice que es ridículo que LaLiga pasara de imitar a la Premier League a imitar a la Kings League.
Hay que priorizar cosas, antes nuestro ejemplo era la Premier League. Todo lo que hacían lo queríamos hacer, ahora parece que queremos hacer lo que hace la Kings League».
Se refiere así a la decisión que tomó LaLiga de ofrecer una experiencia más inmersiva durante las transmisiones.
De incorporar cámaras y micrófonos a los vestuarios.
De aprovechar las pausas de hidratación para escuchar a los técnicos.
Ancelotti va más allá.
Dice estar dispuesto a rebajarse el sueldo con tal de que no entren las cámaras y micrófonos al vestuario de su equipo.
El Real Madrid es el único de los equipos que conforman LaLiga que no se ha sumado a la iniciativa.
Perderá, en ese sentido, ese 25% de ingresos que reparte LaLiga a través del “reconocimiento de audiencia”.
Entre más apertura y colaboración, más recibes por parte de LaLiga.
En la primera jornada ningún momento fue más sintomático de esa transformación que el Athletic de Bilbao rezando el Padre Nuestro previo a su juego contra el Madrid.
Un ritual privado hecho público.
La intimidad espiritual del vestidor expuesta por cámaras y micrófonos.
Al técnico del Athletic no le ha gustado la medida.
Habla de estar rompiendo con la privacidad del vestidor.
De que los jugadores tienen derecho a rezarle al santo que quieran sin que la gente lo sepa.
Se queja también de la duración de los partidos, de los calendarios.
Del que podría llamarse nuevo futbol.
Es altamente probable que ninguno de ellos pueda hacer algo por revertir la transformación que está experimentando LaLiga.
Es altamente probable que esas transformaciones vayan a más.
Si la industria del deporte aspira a sostenerse en el lugar privilegiado en que se encuentra, tendrá que entregar cada vez más recursos y facultades a los dueños de los derechos de transmisión.
Esa realidad ineludible representa tanto entregar más acceso a cámaras y micrófonos durante los partidos como encontrar más disposición de jugadores y técnicos antes y después de los mismos.
En la era del streaming, las exigencias serán aún mayores.
Apple no sólo pagó 2 mil 500 millones de dólares para tener por 10 años los derechos de transmisión de la MLS.
Lo hizo para generar documentales y contenidos adicionales que alimenten su parrilla.
Como los 2 documentales que ya anunció que lanzará con Lionel Messi como protagonista.
El primero relatando su historia en las 5 Copas del Mundo en que ha partido.
El segundo ya directamente enfocado en su llegada a la MLS y la revolución que ha significado para el futbol (soccer) en ese país.
Las plataformas de streaming representarán más dolores de cabeza para las competencias deportivas.
A ellas no sólo les obsesiona la audiencia que puedan conseguir en un juego.
Les obsesiona retener.
Les obsesiona que la gente las identifique como la plataforma en que siempre hay algo que ver.
La transformación es una demanda del negocio.
Es también una exigencia de las audiencias más jóvenes.
Entre los principales argumentos de la MLS para pensar en un futuro brillante está que su aficionado promedio es el más joven entre las grandes competencias deportivas.
La data más reciente sitúa al aficionado promedio de la MLS en 40 años.
Le sigue la NBA con 42.
El resto de los grandes deportes profesionales en Estados Unidos viven una crisis dramática.
La NFL tiene un promedio de aficionados de 50 años, con sólo un 9% debajo de los 18.
El aficionado promedio del beisbol tiene 57 años.
En el 2006 ese promedio era de 52.
Sólo un 7% de esos fans es menor de 18 años.
La Nascar tiene una base de fans de 58 años.
Las carreras de caballos y el golf comparten edad promedio de 63 años.
LaLiga, además, tiene un incentivo adicional para transformarse.
Desde esta temporada su naming right le pertenece a EA Sports.
Ya la propia liga se ha encargado de decir que toda esa transformación con cámaras aéreas, micrófonos y accesos especiales representan guiños a EA Sports FC.
El nuevo deporte cuando no ha de parecer reality ha de parecer videojuego.
Y hacia allá también tendrá que ir el deporte.
De nuevo por los demográficos.
Porque los niños y adolescentes están en Roblox o en Fortnite.
Compiten ahí.
Construyen fanatismos ahí.
Streamean tanto cuando son de alta competencia como cuando simplemente quieren compartir con amigos.
Es cierto que el deporte cada vez tiene más de reality que de deporte.
Wrexham no estaría en la cuarta división de no ser por el dinero que Ryan Reynolds consiguió a través de Welcome to Wrexham.
Drive to Survive ha sido un pilar para que el rating y los derechos de transmisión de la Fórmula 1 alcanzaran otras dimensiones.
Por transmitir las temporadas del 2019 al 2022, ESPN pagó 5 millones de dólares por año.
Ya con el efecto Netflix de Drive to Survive, ESPN llevó ese montó a entre 75 y 90 millones de dólares por tres temporadas.
Y todo por haber permitido acceso a las cámaras y los micrófonos.
Todo por haber permitido a la audiencia sumergirse en las emociones detrás de los pilotos y las escuderías.
En cierto modo el tenis está buscando lo mismo con Break Point.
Otra vez de la mano de Netflix.
Vivimos en la sociedad del reality.
Que no es lo mismo que la sociedad de la realidad.
Porque en el reality uno siempre está consciente de que ahí están las cámaras y los micrófonos.
De que alguien nos está viendo o escuchando.
El reality es eso que somos en redes sociales o en televisión.
La realidad es esa que sólo conocemos nosotros más allá de cuando estamos posando.
Entre los streamers cada vez cuesta más diferenciar las opiniones reales de las ficticias.
Ibai, por ejemplo, es un maestro en extremar emociones para después demostrar que no era más que parte del show.
La Casa de los Famosos también opera así.
No es lo que pasa en la casa, es cómo reaccionan esos creadores a lo que pasa en la casa.
O a lo que pasó en la casa ahora que ha terminado el programa.
Somos la sociedad del reality hasta para efectos de lo que escuchamos.
Taylor Swift se ha convertido en una de las grandes creadoras de nuestros tiempos gracias a letras que cuentan parte de su vida.
No es, vale enfatizar, que veamos o escuchemos una parte real de su vida o emociones.
Escuchamos lo que ella quiere decir públicamente a sus ex parejas a través de sus canciones.
Lo mismo hizo Shakira en su colaboración con Bizarrap.
Y podría decirse que es también lo mismo que vivimos con políticos que disfrutan de esta era de cámaras y micrófonos activados para que lo importe más sea su reacción antes que los hechos.
En eso el presidente mexicano es un maestro.
Por algo aparece como el tercer “streamer” más grande de habla hispana.
La del 2023 es la sociedad del reality.
Y ni nosotros, ni Ancelotti, ni Aguirre, podremos hacer mucho al respecto.
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