¿Llegó la hora de abandonar Twitter para medios y periodistas?
Y cómo el nuevo gran medio global de Elon Musk representa la oportunidad de emancipación de los medios
Storybakers:
Estamos ya en el proceso de revisión de textos para Tendencias 2023.
El libro colaborativo que publicamos en preparación para el año que se avecina.
Si quieren una muestra de lo que recibirán, acá la edición del 2022.
Mientras tanto quiero invitarlos a que nos encontremos en Buenos Aires para el Congreso de FOPEA.
El acceso es gratuito.
Ahí hablaré de medios, su relación con creadores, innovación y cómo eso puede enmarcarse o no dentro de la Web 3.
Más allá de mí, les recomiendo asistir a un evento que reunirá a grandes pensadores, directivos y creadores referentes en la industria de los medios.
Si la presencialidad aún no es lo suyo, sigamos conversando en el servidor de Story Baker en Discord.
Somos ya 719 periodistas, marketeros y creadores.
Los espero.
El momento de la escapada es ahora.
Twitter ya no es sólo un espacio de dudoso beneficio para medios y periodistas, es también un espacio que pretende cobrar sin dar algo a cambio para el negocio.
Si el New York Times y CNN han encabezado una batalla contra la obsesión de sus periodistas por Twitter, la conversación ahora ha de tomarse aún con mayor seriedad.
Históricamente Twitter no es un generador de tráfico de extrema relevancia.
No es tampoco una plataforma que te genere ingresos como si lo puedes hacer a través de los anuncios de YouTube o de Facebook.
Ni siquiera, por las muy limitadas oportunidades de monetización del texto en modo corto, es una red que se preste para hacer negocio a través de branded content o de menciones a determinadas marcas.
Su valor ha sido siempre más bien subjetivo.
Estar ahí.
Ser parte de la conversación.
Tener relevancia cultural.
Pero ese liderazgo en relevancia cultural se ha ido cada vez más al garete.
Las marcas hoy confían sus mensajes antes a tiktokers que a tuiteros.
El tuitero como herramienta de marketing ha quedado relegado al plano de la política.
Para reseñar series y películas, mejor un tiktoker o un youtuber que un tuitero.
Para hablar de determinado producto, mejor un tiktoker o un youtuber que un tuitero.
Para visitar un lugar, está Instagram, el propio YouTube o TikTok.
Su utilidad es tan cuestionable que incluso sus más grandes usuarios han ido abandonado la plataforma.
El mismo Elon Musk lo reconoció en ese juego de amor/odio que sostuvo con Twitter entre su propuesta inicial de compra y su deseo posterior de escapar del acuerdo.
El empujón definitivo para que el periodismo se plantee seriamente salir de Twitter se produce con el cobro de 8 dólares que implementará Elon Musk para todo aquel usuario que quiera verificarse.
El periodismo ya no sólo tendrá que estar a cambio de dudosos beneficios, ahora tendrá que pagar.
Elon explica que además de la palomita azul que de por sí nunca encontró un gran modo de operar, los usuarios que paguen tendrán beneficios adicionales.
Como ser prioridad en respuestas, búsquedas y menciones.
Como poder publicar videos y audios largos.
Como poder acceder de forma gratuita a algunos contenidos de medios bajo muro de pago.
Ahora no queda claro si Twitter es una plataforma que pretende entregar herramientas a los creadores para que luzcan su trabajo o meramente un moderador de la conversación global.
Si es lo primero, su propuesta es endeble.
Para que los creadores, incluyendo los periodistas, estén llamados a pagar por Twitter por herramientas de creación haría falta que su oferta se alineara con lo que hoy está siendo consumido y que además hubiera un producto diferenciado.
Twitter hoy no ofrece la viralidad de TikTok o de YouTube Shorts.
No es ni siquiera un espacio de crecimiento acelerado.
Las audiencias más jóvenes tampoco están en Twitter.
Están en TikTok, en YouTube o hasta en Instagram.
Como plataforma para periodistas, el recurso del texto corto está cada vez más desgastado.
A nivel newsletter, el Twitter de Musk se olvidó de Revue y de todo lo que se suponía que harían.
En cuanto al video y audio largos está por verse si en verdad los usuarios en Twitter terminan consumiendo algo más que texto.
Ni siquiera Spaces, la única funcionalidad medianamente vanguardista en la que Twitter es referente, es una prioridad para Elon.
Más bien abundan las preguntas sobre qué pasará frente al inminente recorte masivo que en un caso extremo, como lo reporta el Washington Post, alcanzaría el 75% y como mínimo un 25%.
Si lo que pretende es ser el gran moderador de la conversación global, también hemos de preguntarnos qué sentido tiene que ese rol corresponda a una empresa privada.
Que Musk con sus múltiples intereses y amistades sea el que determine qué va y qué no va en su plataforma.
El discurso político, que es a final de cuentas el de Musk, suele presentar un mundo de extremos en el que se hace hincapié en lo que todos desean aunque sea utópico sin atender las implicaciones reales de aquello.
Un Twitter entregado al libre discurso entra en esos terrenos de la utopía.
O del desastre.
O de la toxicidad llevada aún más al extremo.
Si ya de por sí las conversaciones sobre política rayan en la irracionalidad, la libertad absoluta para hacerlo contaminarán aún más una dinámica que además no tiene una finalidad última y específica.
Musk pretende que la verificación para todos, siempre y cuando paguen, sea el antídoto a esos extremos.
Que la erradicación o degradación de los bots y de aquellos que no paguen hará que la conversación sane.
Y tiene algo de razón.
Pero nada de eso resuelve el problema de las conversaciones que no llevan a nada y que tienen más tintes propagandísticos que de verdadera utilidad para la sociedad.
Queda claro que los medios y periodistas necesitan conversar con la audiencia.
Que estamos pasando del modelo vertical al modelo horizontal en el que todo parte de un ir y venir con los usuarios.
Se lee y escucha, como también ha pasado cada que WhatsApp entra a un terreno controvertido, que la gente está buscando otras alternativas.
Que algunos se plantean ir a Mastodon.
Que otros más hablan del fin de las redes sociales tal como las conocemos para irnos a espacios más acotados.
Lo que tendría que doler a los medios es que ninguno, ni siquiera el New York Times, sea mencionado como un potencial escenario de migración para conversar.
El contexto está dado para que a los periodistas por fin se les convenza de quitar relevancia a Twitter.
Muchos de por sí están migrando su apuesta a TikTok o a YouTube.
Entre los periodistas de nueva generación Twitter es cada vez menos relevante.
Su audiencia no está ahí.
Pero para redondear la oportunidad, los medios han de trabajar en ser plataformas de conversación.
En dejar de ser de pisa y corre para recibir, hospedar e interactuar con los usuarios.
Reddit como muestra.
Ahí se da la verdadera representación cultural en Estados Unidos.
Es en este momento cuando el NYT, CNN y otras organizaciones periodísticas tendrían que convencer a sus periodistas de que Twitter está dejando de tener sentido.
Falta que se trabaje en las plataformas correctas.
Que a los periodistas y creadores se les entregue lo que necesitan para estar en contacto con sus audiencias.
A Twitter le llevará tiempo si quiera intentar ser TikTok a través del regreso de Vine.
Y aún si lo consiguiera, el texto en todas sus manifestaciones y tiempos quedaría para los medios.
Twitter le quiere cobrar al periodismo.
La audiencia, como mínimo, se pregunta si tiene sentido estar en el gran medio global en manos del hombre más rico del mundo.
Nunca como ahora había estado dada la oportunidad para que los medios sean los que decidan decir adiós a las redes.
Ya va siendo tiempo de reconocer que los medios se equivocaron cuando concluyeron que la conversación ya no se daría en sus plataformas sino en las redes sociales.
Con Facebook e Instagram en problemas existenciales y de tiempo.
Con TikTok dejando de ser tan efectivo en alcance por la sobrepoblación de la que está siendo objeto.
Y con Twitter gobernado por Elon Musk, la escapada del periodismo puede ser más convincente y oportuna que nunca.
Veremos si ocurre.
Veremos si los medios aprenden a hacer y ser un producto comunitario.
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