Mbappé es pesetero, ¿pero qué son los medios deportivos?
¿Cuánto es suficiente para los medios y el periodismo deportivo en su proceso de banalización?
Storybakers:
Los medios deportivos se meten contra los equipos.
Contra los técnicos.
Contra los futbolistas.
Contra los árbitros.
Contra los streamers.
Y hasta contra sí mismos con tal de tener alcance.
Pero además se meten a cubrir la pandemia del coronavirus, la Met Gala, la guerra entre Rusia y Ucrania y cualquier tendencia que Google les diga que va en ascenso.
Los medios deportivos están dispuestos a ser lo que sea con tal de ganar la batalla del alcance, que no es por fuerza la de la popularidad.
En los últimos días, lo mismo montaron en México una polémica injustificada por un penal repetido, decisión por cierto respaldada en el reglamento mismo, que atacaron el más elemental derecho de un futbolista para jugar donde más le convenga y apetezca.
Los medios deportivos dieron por hecho que Mbappé llegaría al Madrid.
Llevaban meses diciendo que ocurriría lo que finalmente no pasó.
Algunos incluso han dicho desde el 2018, como tradición anual, que Mbappé llegara al Madrid.
Y al final no llega.
Pero en vez de que haya una disculpa o como mínimo cierto recato frente a la desinformación que se hace hábito, el discurso se centra desde España en lo mediocre y pusilánime que ha sido Mbappé por decidir quedarse en el PSG y en la Ligue 1.
En la narrativa de los medios españoles, lo del PSG ha sido una decisión meramente económica, como si el Real Madrid no hubiera sido durante muchos años el club más capitalista del mundo.
Y como si Florentino Pérez no hubiera demostrado ser capaz de todo con tal de seguir haciendo dinero, como siempre lo ha hecho.
Aseguran que para ser el mejor hay que jugar con y contra los mejores.
Bueno, pues en el PSG están Messi y Neymar.
Y si se trata de jugar contra los mejores, Mbappé tendría que haber ido a la Premier League.
Pero de fondo ningún argumento importa.
Los medios deportivos hoy manejan un lenguaje tan polarizante como el de cualquier político.
Eso que tanto odiamos como sociedad en lo que al periodismo le ha dado por llamar hard se está replicando en lo soft.
Los medios deportivos van excediendo sus propios límites con tal de destacar.
Se meten con el futbolista pero también con el ser humano.
A veces es el árbitro que ha de aguantar que a su vida cotidiana lleguen descalificaciones y memes que lo acusan de ladrón y corrupto.
Hasta antes del VAR, la acusación cuando menos iba a algún tipo de carencia visual, de incapacidad para hacer el trabajo.
Pero con las repeticiones, las acusaciones apuntan a los valores de esa persona.
A que él, la Comisión de Arbitraje y la Liga misma, en este caso la mexicana, son unas corruptas que tienen todo amañado para que determinado equipo sea Campeón.
Y aunque a ese respecto no haya prueba más contundente que ese equipo no siendo Campeón desde hace varios años, los medios deportivos eternizan esa polémica.
Lo peor no es esa construcción de narrativas extremas para impactar, sino la maleabilidad con la que se manejan.
Hoy Mbappé es un pesetero.
Y se lo seguirán diciendo hasta el cansancio.
Pero si un día gana la Champions League con el PSG, esos mismos medios saldrán a contar la heroica historia del hombre que decidió renunciar al Madrid con tal de convertirse en el más grande del mundo desde París,
Los mismos medios que hoy retoman las lágrimas de Chicharito Hernández por haber sido etiquetado como un “mal padre”, son los que se han dado rienda suelta con posteos en redes sociales y noticias en el sitio cuando el cotilleo sobre él ha estado a la orden del día.
Los medios deportivos se están distanciando de cualquier tipo de credibilidad, de rendición de cuentas sobre lo que están informando y de cualquier tipo de límites.
Ya ocurrió en México que un periodista dio por hecho que 17 personas habían perdido la vida aunque al final la versión oficial, misma que no ha podido ser desmentida, señaló que nadie había perdido la vida.
Y en ese caso no hubo consecuencias ni sobre él ni sobre los cientos de medios nacionales e internacionales que lo retomaron.
En el recuerdo está el bulo que los mismos medios deportivos montaron sobre el poder de Cristiano para hundir las acciones de Coca Cola cuando en la realidad para el momento en que Cristiano recomendaba que la gente tomara agua en vez de Coca, las acciones de la refresquera ya iban recuperándose de una caída anecdótica producto de un reparto trimestral.
Pero además, los medios con esa narrativa polarizante y oportunista siguen distanciándose de los deportistas y de los seres humanos que hay detrás de ellos.
Les indigna que las grandes figuras del deporte ya no pisen las redacciones, pero cómo esperan que eso pase si se meten con sus familias, con sus decisiones, con sus valores y con lo que sea con tal de generar clics.
Un deportista no es un servidor público que ha de rendir cuentas a la sociedad.
Un deportista profesional se debe únicamente a la afición y al club que le paga.
Y para rendir cuentas a ellos tiene tanto el escaparate del propio club como sus propios perfiles de redes sociales.
Si se quiere otro tipo de intermediario, ahí están los streamers.
Pero hasta con esos los medios deportivos terminan metiéndose.
En una de esas editoriales arrebatadas que ahora tanto se acostumbran en la prensa española, criticaron a Mbappé por quedarse en una liga que sólo se transmite a través de canales de medio pelo y en el canal de Ibai.
A lo que Ibai respondió que si tan irrelevante es lo dejen de estar buscando para colaborar con ese medio.
Se dirá que no es lo mismo el medio deportivo que el periodismo deportivo.
Pero para la sociedad esa diferencia no es clara.
Si una persona sintoniza una señal como ESPN o Fox, piensa que está viendo a periodistas deportivos.
Entiende que no cuando se trata de ex-deportistas, pero no hace la distinción cuando ve que esos que antes se decían periodistas deportivos se han convertido en personajes capaces de decir y hacer lo que sea con tal de generar rating.
En muchos sentidos, el “presentador deportivo” que antes era periodista deportivo actúa como un comediante que ante los excesos siempre puede terminar diciendo que lo que estaba diciendo obedecía a un show, no a algo que debiera ser tomado en serio.
Se entiende que el deporte, y en particular el futbol, es un juego.
Se entiende por tanto que las implicaciones de desinformar, manipular y construir narrativas son mucho menos nocivas que en otros ámbitos periodísticos.
Pero entonces tendríamos que ser abiertos al respecto.
Reconocer que al futbol lo hemos convertido en la nueva lucha libre.
En la WWE todos entienden su papel.
Todo se construye en torno a un espectáculo que se sabe guionado y a partir de eso se normaliza que el peleador que aparece ensangrentado un día al siguiente aparezca como si nada conduciendo un show para niños.
Pero el futbol no tiene esta distinción entre el personaje y el futbolista.
Cuando se revelan los problemas familiares del Chicharito, y peor aún cuando se genera toda una narrativa destructiva al respecto, no te estás metiendo con Chicharito como si fuera Roman Reigns o Hulk Hogan, sino con Javier Hernández, la persona.
Mbappé, cuando es juzgado como un mercenario de mierda, no distingue entre el personaje y el futbolista. No existe tal diferenciación.
La próxima vez que Mbappé se encuentre cara a cara con esos periodistas será natural que quiera escupirles en la cara.
Al periodismo deportivo le corresponde analizar su desempeño futbolístico, evaluar si se ha estado preparando correctamente para un torneo o analizar desde lo económico y lo tangible la evolución de la marca personal del mismo, pero no juzgar las decisiones del ser humano.
No con esa violencia verbal.
No con portadas que se viralizan, pero que también continúan alejando a los deportistas de los medios.
Mientras esa narrativa siga, los medios deportivos seguirán siendo como cualquier aficionado que dice lo que le viene en gana sin tener algún tipo de responsabilidad.
Mientras esa narrativa siga, streamers como Ibai terminarán construyendo un imperio en el que, como en toda actividad de entretenimiento, cabe la camaradería y la posibilidad de pasarla bien sin que el éxito pase por destruir al otro.
Es triste, pero Ibai deja en evidencia a los medios hasta cuando no quiere.
Cuando Ibai decidió abrir un espacio para platicar con gente de la industria del entretenimiento le pareció propicio titular su show con algo tan simple como “Charlando Tranquilamente con Ibai”.
Pues eso, con Ibai los deportistas pueden hacer lo que no pueden hacer con los medios.
Charlar tranquilamente, ir a una entrevista sin miedo a que estén buscando cómo encontrar sangre donde puede haber armonía.
El buen entretenimiento ocurre cuando todos entienden de qué va lo que se está presentando.
El buen entretenimiento no pasa por joder a unos para que otros se rían.
Y en eso se ha convertido el circo de los medios deportivos.
Si se quiere que el futbol sea la WWE, entonces habrá que sincerarnos todos.
Si se pretende que detrás del futbol haya aún espacio para el periodismo, entonces habrá que hacerlo bajo un marco más profesional que histriónico.
El deporte es entretenimiento.
Y como tal hemos de tratarlo.
Pero existe buen y mal entretenimiento.
En nosotros, tanto a nivel consumidores como productores de contenido, está decidir si ese entretenimiento se presenta en formas de pleitos de vecindad o de narrativas que a todos nos hacen sentir cómodos por no representar el ventajoso acto de joder a unos para beneficiar a otros.
Hoy queda claro cuáles son las preferencias de nuestra industria.
Queda claro también que lo terminaremos lamentando.
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