Medios: del trabajo obligado a tener que convertirse en el dream job de los periodistas
Si quieren tener a los mejores periodistas, no les bastará a los medios con sueldos medianamente competitivos
Storybakers:
Va de nuevo el anuncio de mi libro.
Lo hago porque en retrospectiva analizo que no hice la promoción que ameritaba el lanzamiento de Panmedials, los medios de la pandemia.
Dado que lo publiqué en el pico de la pandemia, me limité a un par de charlas en línea y a ciertas publicaciones en redes.
Pero estoy convencido que hoy más que nunca muestra por qué estamos dónde estamos y qué podemos hacer para reventar el dilema existencial en que vive nuestra industria.
En breve les anunciaré fechas de presentación de mi libro mientras preparo el nuevo (lo que ya está en marcha)
Adquiérelo aquí en versión física o digital.
Me lo han preguntado con insistencia a últimas fechas.
La Creator Economy es ya una realidad tan evidente que los medios han incorporado el término a sus conversaciones.
Comprenden que hoy las personas pueden construir sus propias audiencias.
Y que en algunos casos, contados aún en Latinoamérica, pueden incluso monetizarlas.
Para lo que aún no tienen respuesta es a cómo esa nueva realidad encaja con su propia existencia.
¿Son competencia los creadores y periodistas independientes?
¿Son aún indispensables los medios por ser los principales generadores de empleo para los periodistas?
¿Hasta dónde deben permitir que el protagonismo de la marca personal luzca en el contexto de la marca corporativa?
La primera reacción pasa por utilizar argumentos tajantes.
“Les estoy pagando un sueldo y por tanto el contenido que hacen debe ser para mí”.
En estricto sentido razón no les falta.
Los periodistas empleados por medios firmaron acuerdos que contemplan el desarrollo de actividades profesionales para una organización específica.
En raras ocasiones se incluye el concepto de exclusividad.
Una excentricidad de la radio y la televisión que de a poco se ha ido diluyendo aún en esos terrenos.
Pero a los contratos de tiempo completo se les da esa interpretación.
Cuando menos desde los medios.
Y es que casi siempre está presente la claúsula de no competencia.
La que señala que no puedes trabajar para una organización que de algún modo sea competencia salvo previa autorización.
Los periodistas la cumplen no laborando con otros medios.
Pero para algunos la rompen creando contenido para su propia marca personal.
Una organización de medios a final de cuentas.
Porque desde la marca personal se crea contenido, lo distribuye y lo monetiza a través de una audiencia cautiva.
Hasta ahora la perspectiva apunta a que las organizaciones de medios no hacen más que exigir lo que les corresponde.
Pero la rigidez jurídica o teórica no es siempre la mejor argumentación cuando se trata de colaborar o emplear a personas.
No a futuro.
En Panmedials, los medios de la pandemia, escribo sobre la porosidad de talento en los medios.
Reed Hastings, cuando Netflix era visto como la panacea de la industria audiovisual, explicó en su libro No Rules Rules que su cultura organizacional no era la de presentarse como una familia, sino la de comportarse como un equipo olímpico.
Con camaradería, pero con extrema exigencia y competencia.
En su organización, aseguraba Hastings, no cabían ni los colaboradores regulares ni los colaboradores de nivel aceptable.
Cabían sólo aquellos que tenían un rendimiento sobresaliente.
A ese ideal lo etiquetaba como densidad de talento.
La densidad de talento de la que habla Hastings será inalcanzable para los medios si mantienen esa postura tan de viejo perfil que dicta que el que paga manda.
Esa máxima aplica, si acaso, cuando los sueldos que se perciben valen lo suficiente como para venderle el alma al diablo.
Pero salvo las grandes figuras de televisión y radio y muy contadas figuras en las organizaciones de medios, los sueldos que se perciben en la industria no justifican la exclusividad en ninguna de sus formas.
Mucho menos a costa de la marca personal.
Por un sueldo “competitivo”, que es la etiqueta que se le da a una remuneración promedio, se espera que una persona entregue su obra a una organización de medios.
El problema es que con sueldos “competitivos”, o sea promedio, tendrás talentos igualmente promedio.
De ese tipo de colaboradores que no hubiera querido Hastings en el apogeo de Netflix.
Pero además de aspirar a talento promedio, se le imponen condiciones que solo se adjudican a las mega estrellas.
Como cuando Adam Sandler firma un acuerdo multimillonario con Netflix.
O como cuando los Duffer Bros. se comprometen a extender el universo de Stranger Things con Netflix.
Ese talento promedio al que se le imponen cláusulas de estrellas no encuentra tampoco un aliciente en el medio mismo.
Son contados los casos de medios hispanoparlantes que encajan en la definición de “dream job” para una persona.
Están El País, La Nación, Clarín, quizás El Comercio, posiblemente O Globo, pero poco más.
E incluso en esas marcas insignia del periodismo de habla hispana, el prestigio podría estarse empolvando.
Ya sea porque el tipo de periodismo que practican no encaja con las tendencias.
O porque algunos de ellos, o de los legacy de distintos países que no he mencionado (como los mexicanos), no hacen más que atender el algoritmo.
Al periodista no se le paga bien.
Se le ofrecen, si acaso, sueldos competitivos.
O sea promedio.
Se les imponen restricciones como si en verdad se les estuvieran dando montos dignos de exclusividad.
Y además, en muchos casos, encuentran que el periodismo que se practica en esas organizaciones no es con el que soñaban.
Si vamos a sus posibilidades de pasar de talento promedio a talento estelar, los medios tampoco son la mejor alternativa.
Mucho menos si además se le exige al periodista que no preste atención a la construcción de su marca en redes sociales.
En los medios no se conversa.
Mientras que en las redes el contenido funciona en una dinámica de ir y venir, en los medios todo va en forma de monólogo.
Profundizo en este envío:
Dado que el modo en que las historias se presentan desde los medios no da más atribución al autor de una nota que lo mismo que se ha hecho desde los impresos, la posibilidad de ser identificado por el público es remota.
Y si esa relación no se trabaja, lo que resulta complicado de hacer si se publica mayoritariamente para una audiencia a ciegas, es remoto un escenario de lealtad e identificación.
Cuando vamos al alcance, particularmente en los medios texto-céntricos, queda también la idea de que desde las cuentas propias habrá más repercusión que desde la frialdad de las corporativas.
No en cantidad, sí en calidad de audiencia y su transformación en comunidad.
La redacción de un medio no representa hoy una gran promesa de crecimiento.
El desarrollo profesional al interior de una organización periodística no encaja con los tiempos en que vivimos.
Con ser la fuente de ingresos obvia para los periodistas no será suficiente.
No si se quiere que el principal talento periodístico esté trabajando y colaborando con ellos.
Los medios como plataformas en que los periodistas pueden volcar su trabajo han de mejorar sus ideales, sus métodos, su producto, sus condiciones y su cultura.
Va más allá de un sueldo competitivo.
Incluso de un gran sueldo.
Hoy cualquier talento periodístico de alto nivel no sólo se fija en la oferta económica que le presentan, sino en lo que podría estar perdiendo a cambio de ello.
Los medios encarnan aún esa idea que debe ser desterrada del periodismo.
Esa que dicta que el periodista es un romántico, que trabaja por amor al arte.
Que para él no aplican los horarios.
Que las horas extra son tan propias de su profesión que no merece pago adicional por ellas.
Que si aspira a una vida cómoda en materia económica, mejor no hubiera estudiado periodismo.
Google enamora al gran talento de Silicon Valley con la chequera.
Pero también con sus prestaciones, cultura organizacional, beneficios y comodidades.
Muchos querrán trabajar en Twitter en caso de que Elon Musk concrete la adquisición.
Pero también muchos se la pensarán dos veces ante el tipo de liderazgo que podría implementar.
Hace tiempo que el tipo de sueldo que se ofrece no es garantía de tener el mejor talento.
El periodista en el marco de la Creator Economy, que es también la Journalist Economy, ha entendido que puede aspirar a un mejor estilo de vida.
Para sí mismo, para el periodismo mismo y para la audiencia.
Los medios tienen razón en la lectura que hacen de un contrato.
Pero se equivocan al pensar que cuando más diferenciación y valor necesitan, su estrategia más efectiva es la de la restricción y el autoritarismo.
De seguir así, el principal talento estará cada vez más lejos de los medios.
Y el talento promedio buscará otras vías para seguirse superando.
El nuevo periodismo exige nuevos medios.
En el fondo y en la forma.
Medios que no sean el trabajo de consuelo o supervivencia de los periodistas.
Medios que enamoren a los periodistas.
Y de esos en español hay cada vez menos.
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