No es sólo la academia obsoleta, son también los estudiantes indiferentes ante el periodismo
Más vale un periodista precoz que uno que llega demasiado tarde a la fiesta
Storybakers:
Escribo este newsletter desde el avión que me lleva de regreso a México tras haber pasado dos semanas por Europa.
La primera de ellas impartiendo el módulo de emprendimiento periodístico y marca personal en la Universidad de Loyola en Sevilla para el Máster de la CNN Academy.
Lo que escribiré aquí no es nada que desconozca el grupo al que le he impartido dichas sesiones.
No es tampoco algo especifico sobre ellos.
Es más bien una percepción que me he llevado en la mayoría de los espacios periodísticos en que he dado clases.
Por eso me permito hacerlo público.
No es sólo que la academia se está quedando obsoleta, es también que a los estudiantes de periodismo les falta curiosidad, ambición y claridad.
Existen sus excepciones en ambos lados, por supuesto.
Como también existen hoy algunos medios que valen la pena.
Pero en ninguno de los tres casos se trata de la mayoría.
El verdadero nuevo gran periodista no se hará desde las aulas.
No se hará con él haciendo apenas lo suficiente para llevarse un título que no le cambiará la vida.
El estudiante frente a la academia formal piensa en automático en la calificación.
En lo que debe entregar más que en lo que quiere entregar.
En hacer lo justo antes que en hacer lo que de verdad sume a su desarrollo como periodista.
Un aspirante a periodismo no debería ir por la vida sin ser autodidacta.
Sin llenarse de periodismo en el camino tanto por lo que él mismo produce como por lo que consume.
Mientras la mayoría de los aspirantes a periodistas esperan a que un grado académico les abra las puertas, los creadores se ponen a prueba sin detenerse en el tiempo establecido por una organización.
Un creador enciende ese ritmo de consumo y producción en cualquier momento, a cualquier edad y desde las más diversas de las circunstancias.
Se obsesiona por aprender cómo hacer thumbnails que funcionen en YouTube.
Se llena de referencias de creadores y temáticas para entonces terminar generando su propio estilo.
Se expone a la opinión de la audiencia sin que esté esperando a que un título lo avale para salir a demostrar que está listo para informar, entretener y ganarse la confianza de la audiencia.
Algo en el sistema está mal cuando la mayoría de las aulas de periodismo en todos sus niveles están repletas de estudiantes que aún no se construyen una verdadera base de followers en redes.
Carece de todo sentido esa llegada tardía a la construcción de productos, emprendimientos e iniciativa creativa.
El éxito de la española Mar Manrique con su newsletter es una demostración contundente de lo que se puede lograr cuando se enciende a tiempo el modo público.
Mar sí que es buena.
Mar sí que tiene un estilo particular para escribir y contar historias.
Pero esas cualidades, que pueden adquirirse con el tiempo, no son tan relevantes para efectos de posicionamiento y notoriedad como el hecho de que haya apostado por crear un producto que al tiempo que le permite atender una de sus más grandes pasiones la coloca como la muestra más evidente de que la generación Z sí que puede estar interesada tanto por escribir como por leer.
Su mayor mérito es el de a temprana edad haberse construido para sí y después para su audiencia un producto que para ella derivó en marca personal.
En cierto modo ha ocurrido lo mismo con mi carrera.
Entré a Medio Tiempo desde antes de comenzar la universidad.
Empecé a escribir este newsletter cuando aún los newsletters ni siquiera eran tendencia en el mundo hispanoparlante.
Me especialicé en la Kings League cuando todos aún dudaban de si aquello iba a ser más que un meme entre el Twingo y el Casio de Piqué y Shakira.
También en mi caso el talento es posiblemente lo de menos.
Es altamente probable que en las aulas de periodismo haya un gran talento en potencia.
Pero de poco sirve si en vez de capitalizar ese potencial espera a seguir un camino tradicional que hoy carece de toda certeza.
No es positivo que en las aulas esté quien quiera dedicarse a la verificación de información sin comprender cómo se puede vivir de eso.
No es positivo que en las aulas de periodismo esté quien diga que quiere vivir de hacer documentales cuando a esas alturas no ha hecho ni siquiera uno que siquiera lo parezca.
No es positivo que en las aulas de periodismo abunden los que están llenos de referencias de creadores pero no de los contados medios exitosos que hoy siembran esperanza en la industria.
No es positivo que un estudiante de periodismo llegue sin saber qué es Axios.
Que desconozca en qué plataformas puede publicar su newsletter.
Que desconozca incluso cómo se escribe Substack.
Con el audio, por más que desde dentro de la industria se esmeren en asegurar que la generación Z está volcada a la escucha de podcasts, la falta de conocimiento es aún mayor.
Vale, que en España sí que conocen el podcast de Jordi Wild.
Pero ninguno de los estudiantes de periodismo con los que me he cruzado en los últimos tres años escuchaba algún daily por hábito.
Ninguno de los estudiantes tenía idea de Guerra 3, el Gran Apagón y la Firma de Dios como grandes ficciones sonoras que a su manera, particularmente las primeras dos, juegan con elementos periodísticos para contar la historia.
Lo mismo que ahora hace Jorge Carrión con Gemelos Digitales.
El estudiante de periodismo que de verdad quiere serlo tendría que ante todo convertirse en un consumidor obsesivo.
No sólo de lo que lo entretiene.
También de lo que no.
Porque es así como se haría de un panorama completo de una industria que ya de por sí se ha visto rebasada por su falta de capacidad de reacción ante las necesidades de cambio.
La academia tiene sus notables carencias.
Pero más vale reconocer que también los estudiantes que pasan por ahí.
No es de sorprenderse que los que más destacan en el tiempo no sean necesariamente los mejores.
Los que más destacan son los que crean, consumen e investigan a tiempo.
Para los tiempos que corren más vale un periodista precoz que un graduado que apenas entonces dará valor a sus redes sociales, a su marca personal y a su entendimiento de la industria.
No es sólo producir, es también consumir.
No es tener un título, es construir día con día una marca personal.
Mucho tiempo pierden los estudiantes que desaprovechan el tiempo obsesionados con una calificación antes que con la construcción de su proyecto de vida.
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¿Será que es algo cultural y la falsa creencia del superpoder de un Periodista, por el título más que por intentar y creer que en el fondo hay un aire de superioridad?
Creo que lo has comentado en varias ocasiones, pero en resumen, con un vacío tan grande sin llenar, quienes "no tienen nada qué probar" y/o perder, son la más grande lección que actuar, moverse, crear, pasa por encima de cualquier credencial .
Brutal y muy cierto. Yo mismo me enfrenté a la realidad de un título que no sirvió para absolutamente nada al graduarme, mientras otros compañeros que se enfocaron en practicar y hacer periodismo durante la carrera salieron con mejores oportunidades y más armados. No sólo la academia falla, también nosotros como estudiantes y aspirantes no ponemos de nuestra parte.