¿Por qué las redes "auténticas y positivas" son una utopía?
Y cómo la adquisición de Gas por parte de Discord parece destinada al fracaso
Storybakers:
Antes de ir al envío quiero compartirles dos análisis sobre Netflix.
El primero junto a César Fajardo profundizando en Upload Inc. sobre el concepto de Gourmet Cheeseburger que les compartí en el envío previo.
Si lo prefieren también pueden escucharlo en modo podcast.
Y el segundo en el que reacciono a la salida de Reed Hastings como CEO de Netflix tras 25 años de haber creado una revolución para la industria audiovisual.
Story Baker Slices: Datos para llevar tras el reporte financiero de Netflix en el Q4
Gas: la obsesión por lo positivo y la escasa esperanza de vida de las nuevas redes sociales
Si fuera béisbol, las nuevas redes sociales estarían ponchadas.
Y las que están, como mínimo, con casa llena en su contra.
Sobre las que están imperan los cuestionamientos.
Cuando no es por la potencial responsabilidad que tienen por causar crisis de salud mental en los jóvenes.
Lo que ha derivado en una demanda por parte de las escuelas públicas de Seattle a Meta, TikTok y Snapchat.
Es por la falta de soluciones democráticas de monetización para los creadores.
O por la responsabilidad que tienen con sus algoritmos difundiendo propaganda política o desinformación.
Y sobre las de nueva generación lo que impera es la duda sobre su supervivencia.
Como ocurrió con Clubhouse que fue replicado en cuestión de semanas.
Su mayor legado, en realidad, fue inspirar a Twitter para que hiciera Spaces (feature también cada vez menos utilizado)
Como está ocurriendo con BeReal.
Aunque fue la app revelación en el 2022, pocos le auguran larga vida dadas sus nulas formas de monetización y lo limitado de su funcionalidad principal.
El 2023 ha empezado con su equivalente a BeReal.
Va de nuevo sobre positividad.
Si BeReal lo que defiende es la autenticidad reflejada a través de un momento random de nuestras vidas que compartimos sin filtros y sin poses, Gas va del envío de mensajes positivos entre usuarios.
De nuevo parece un feature más que una aplicación que pueda triunfar por sí misma.
Hasta ahora se limita a la generación de encuestas entre estudiantes de High School que habilitan mensajes anónimos una vez que se ha votado por una opción.
Por ejemplo, a quién admiras en secreto o quién tiene la mejor sonrisa.
Su hype inicial ha sido tanto que ha sido adquirida por Discord en un acuerdo estimado en 10 millones de dólares.
A Gas lo respaldan 7.4 millones de descargas y 7 millones de dólares en revenue desde su lanzamiento en agosto.
Sus ingresos vienen de usuarios pagando por el “God Mode”, en que puedes recibir pistas sobre quién te ha dejado un comentario positivo.
En octubre alcanzó 1 millón de usuarios activos diarios y 30 mil nuevos usuarios por hora.
El equipo lo integran sólo 4 personas.
Aunque el plan inicial es que Gas se mantenga como una app independiente, Discord podría integrarla próximamente a su plataforma.
Pero más allá de si eso ocurre o no, la duda está en si Gas tiene el potencial de perdurar.
Y en si de verdad una app anónima que tiene como finalidad el envío de mensajes positivos puede trascender en el tiempo.
Los pronósticos dicen que no.
Nikita Bier, su fundador, vendió tbh, una app prácticamente igual a Facebook en octubre del 2017.
Menos de un año después, Facebook la desaparecía junto a otras dos aplicaciones que compró y con las que no pasó absolutamente nada.
Es comprensible que las redes sociales se nieguen a que su apogeo termine.
Es comprensible también que a los seres humanos nos parezca una buena idea acabar con la toxicidad de las redes que nos han dominado en los últimos años.
Pero en la práctica ni Clubhouse, ni BeReal, ni ahora Gas han reunido los elementos necesarios para pensar que constituirán una nueva era.
Clubhouse era un feature necesario en una era en la que la gente buscaba socializar desde casa.
En esos tiempos de encierro la gente quería escuchar y ser escuchada.
BeReal mandó un mensaje de intenciones encapsulado en una aplicación.
Y eso se escucha bien hasta que te das cuenta que a una red la estás condenando si le quitas la promesa de lo viral, de la trascendencia y de la monetización.
Tan habituados estamos a posar que durante esos minutos de alerta en que hemos de publicar en BeReal o en TikTok Now buscamos el mejor ángulo y el mejor lugar para que parezca que nuestra vida es menos aburrida y predecible de lo que en realidad es.
La interacción social nunca va a constar sólo de buenos deseos.
No lo hará cuando los creadores, que somos potencialmente todos, buscan hacerse de un lugar en esas pequeñas o grandes sociedades que se forman.
Nos guste o no en todo grupo humano hay jerarquías y juegos de poder.
Y eso termina llevando a diferencias que pueden o no estar en el marco de la cordialidad.
Gas, incluso, tiene un elemento de morbo que puede resultar mal.
Como eso de poder descubrir si le gustas a tal o cual compañero o compañera de la escuela.
En ese caso es positivo el halago o cumplido.
Pero detrás de esa confesión, y del propio interés que la aplicación tiene porque pagues para recibir pistas de quién te ha enviado ese cumplido, pueden surgir cualquier cantidad de problemas.
En BeReal la omisión de una estructura aspiracional en la que hay influencers y seguidores pretende ser la solución pero es en gran medida la sentencia de muerte.
A los seres humanos nos interesa ser parte de algo en lo que podamos ganar o como mínimo jugar un papel.
BeReal no lo tiene.
Tampoco Clubhouse.
Porque ahí lo que se prometía era que todos tuvieran acceso al micrófono.
Derecho a ser escuchados.
Pero en la práctica muy pocos querían escuchar a todos y la mayoría quería escuchar a unos cuantos.
Sí, todos podemos hablar.
Todos podemos expresar una opinión.
Puede incluso que la opinión de un desconocido sea más valiosa que la de un influencer seguido por millones.
Pero las jerarquías existen.
Y un par de minutos en el escenario digital de Clubhouse o de Twitter Spaces no va a ser suficiente para cambiarlo.
Las nuevas redes deben ser entendidas como escenarios de interacción a partir de puntos de interés.
Lo que quizás tengamos que desterrar es la idea de la plaza pública con potencial de convertirse en verdulería.
Se suponía que las redes acabarían con nuestros aislamientos ideológicos.
Que conectarnos a todos llevaría a mayores consensos y entendimiento mutuo.
Pero en la práctica lo que tendría que ocurrir es la reunión de personas con intereses y códigos de comportamiento comunes que en ese marco regulado y sin el caos de los miles de millones de personas en un mismo espacio puedan crearse espacios de debate y reflexión.
El nuevo ecosistema de redes sociales tendrá que estar más enfocado en comunidades que en audiencias.
Y guste o no, las comunidades se reservan el derecho de admisión.
Pero incluso en las comunidades, no todo podrá pasar por promesas de positividad y autenticidad que en la práctica resultan tan poco viables a nivel negocio como a nivel interacción social duradera y constante.
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