

Discover more from The Muffin por Mauricio Cabrera
¿Por qué los periodistas no están donde está la audiencia?
El error de seguir viendo las nuevas narrativas como una anomalía
Storybakers:
Antes de ir al envío, quiero contarles que estoy muy honrado por ser parte de CNN Academy.
En preparación para el próximo programa que lanzará en conjunto con la Universidad Loyola de Sevilla estaré participando junto a Fernada Brovia y José Luis Sanz en un panel sobre periodismo y narrativas de éxito en redes sociales.
Será este 7 de julio a las 19 hrs. de España (12:00 hrs. de México)
El acceso es gratuito.
¡Me encantaría que me acompañarán!
Pueden registrarse sin costo aquí.
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Los periodistas no están donde está la audiencia.
No hablan como habla la audiencia
No buscan noticias donde las consume la audiencia.
La desconexión es evidente.
Se palpa en el día a día de nuestra narrativa tan estructurada y obsoleta a la vez.
Se confirma en un estudio reciente del Pew Research Center.
Twitter es de nuevo el protagonista de la contradicción.
Para los que a diario estamos ahí, parece el más vivo reflejo de la sociedad en que vivimos.
Para la mayoría de la población, no es sino una muestra apenas representativa de una pequeña parte de la población.
Twitter no es ni Facebook, ni YouTube, ni Instagram.
Ni siquiera Telegram o Facebook Messenger.
Y pese a todo, el periodismo sigue obsesionado con Twitter.
He defendido que el periodista converse ahí pese a que el New York Times, el Washington Post y CNN han llamado a hacer lo contrario.
Más vale que haya un punto de encuentro con la audiencia que no tenerlo.
Ha de diferenciarse también la intención de lo que se hace en Twitter.
El periodista acude a Twitter porque piensa que de ahí extraerá información.
Para las fuentes que cubre es más sencillo publicar un tuit o reaccionar a algo que hacerlo en TikTok o en YouTube.
El periodismo y sus fuentes intercambian mensajes con mayor prontitud en Twitter que en otras redes.
Atender un breaking news ocurre con mayor celeridad ahí que en cualquier otro ecosistema, incluyendo la propia plataforma de los medios.
Twitter resulta adictivo para el periodismo por ser la demostración más eficiente y sencilla de anunciar que se está ahí.
Porque frente a lo efímero de las exclusivas, antes la gran obsesión del periodismo, es Twitter donde aún podemos sentirnos ganadores por publicar aunque sea con unos segundos de diferencia.
Twitter para el periodista y para los adoradores de la opinión, y por tanto del protagonismo, es la puerta más rápida para sentirse importante a partir de las micro-ideas y micro-postulados.
En Twitter no hay que profundizar mucho para ser relevante.
Se puede atender el impulso de palabras acomodadas con tino en el momento correcto para hacerse viral.
Para ganar notoriedad.
Y esas píldoras de protagonismo exprés son demasiado seductoras para los periodistas cada vez más deseosos de construir su propia marca.
De ganar la batalla, aunque sea aparente y meramente simbólica, frente a sus pares.
Para la audiencia, en cambio, poco de lo que ocurre en Twitter es más relevante que lo que acontece en otras redes.
El desencuentro entre la audiencia y los medios se explica en parte con lo que consideran que es noticia.
Mientras los medios aún viven obsesionados por lo que un político o gobierno pueda publicar en su perfil de Twitter, la audiencia está en TikTok o Instagram atendiendo nuevas necesidades informativas.
Necesidades de superación personal.
Necesidades de entender el mundo desde la óptica de las nuevas batallas sociales.
Necesidades de escuchar a gente con opiniones comunes y comprensibles para todos.
En su propia novela para amar y despedazar a Twitter al mismo tiempo, Elon Musk hablaba sobre cómo esa red está siendo abandonada por celebridades y figuras públicas.
Justin Bieber, el segundo usuario con más followers detrás de Barak Obama, no ha publicado desde febrero.
Katy Perry, como muchos otros, se limita a publicar contenido promocional.
De acuerdo a Social Blade, las diez cuentas con más seguidores de Twitter publicaron 35% menos tuits en los primeros cuatro meses del 2022 que en el mismo periodo cuatro años antes.
Los únicos que incrementaron su cantidad de publicaciones fueron el propio Musk y Barak Obama.
La nueva información general, esa que se compone de celebrities, influencers, luchas sociales y emprendimientos, está antes en TikTok e Instagram que en Twitter.
El cotilleo sobre los referentes culturales de la generación Z no se produce en Twitter, se produce a través de las cuentas de nuevos perfiles en redes sociales.
El contenido utilitario o de soluciones viaja con mayor fuerza a través de videos cortos que por medio de hilos en Twitter.
El periodista sigue consumiendo en texto lo que la audiencia quiere recibir en video o en audio.
El problema crece cuando va más allá de la captura de información.
Que el periodista utilice Twitter como fuente es comprensible e incluso útil en algunos casos.
Pero que se aferre a seguir contando sus historias en texto cuando la demanda está en otro lado provoca que el periodismo esté siendo contado por creadores con talento y astucia audiovisual.
De a poco los medios se han dado por enterados.
Pero la mayoría de las veces optan por crear células que son vistas como entes aparte antes de promover un cambio a nivel general en la organización.
En el LA Times han promovido con bombo y platillo un equipo enfocado en atender el consumo de nuevas generaciones.
Está integrado por cineastas, storytellers, periodistas y hasta por marionetas.
Le han puesto “LA Times 404”
Como si fuera una anomalía.
Como si fuera algo que no debería existir.
Y si bien entiendo el intento de hacer un branding curioso y creativo, lo percibo más como el reconocimiento de que para el periodismo lo que no huele a lo de siempre no es periodismo.
Es apenas una exploración, un error en el sistema.
El periodismo ha de reinventarse para todos, no sólo para los más jóvenes.
Los equipos tendrían que ser multigeneracionales y multidisciplinarios.
A nivel social, los gustos e intereses están cada vez menos segmentados por edad.
Desde el ámbito publicitario se descarta cada vez más el factor edad como el hilo conductor en la elaboración de campañas.
Pero desde el periodismo insistimos en que el periodismo escrito y sobrio es para los mayores de treinta y cinco.
Y en que los colores vivos, la broma y la síntesis es para los más jóvenes.
Se trata de hacer historias que atrapen.
De entender arcos narrativos, recursos y estrategias.
De renovar a todos.
No sólo de introducir a los jóvenes mientras los adultos se empolvan hasta que llegue el olvido.
La innovación narrativa no tendría que ser un error 404 en las redacciones.
No tendría que ser una posibilidad sólo para los jóvenes.
Es absurdo colocar un muro estructural que hará que los que crecieron con otra idea del periodismo sean incapaces de evolucionar.
El verdadero éxito de los medios no pasará por la capacidad de hacer uno o dos videos de los que un pequeño grupo se sienta orgulloso y otro más grande se vaya a casa pensando que eso de periodismo no tiene nada.
El éxito de los medios se dará cuando sean capaces de rejuvenecerse como un todo.
Y de hacer que el nuevo periodismo crezca con los más altos valores del periodismo de siempre.