Storybakers:
La información nunca basta, ni siquiera cuando se trata de una guerra.
Dos extremos, en cierto modo opuestos, entran en juego para determinar quién es quién en la democratizada batalla por cubrir una guerra.
De un lado la atención; del otro, la confianza.
Ya me decía María Jesús Espinosa de los Monteros que lo de ahora no era sólo competir por el tiempo que pasan contigo sino por la confianza que te tengan.
Y en la guerra ha quedado claro que son esas dos premisas las que se interseccionan, conviven y compiten en el subconsciente de creadores y medios para decidir cómo aproximarse a la guerra declarada por Vladimir Putin.
Desde los streams, la atención se retiene con videos al instante, entre más explosivos mejor.
Para bien y para mal, a la gente le gusta que le cuenten la guerra, pero prefiere ver la guerra.
¿Marca alguna diferencia ver cómo impacta un bombazo, y luego otro, y luego otro? Quizás no, pero es que cuando la guerra se combina con la necesidad de viralidad y audiencia el terreno bélico es como el campo de juego de una partida de futbol.
No me digas lo que pasa, muéstrame lo que pasa.
Y en ese sentido los streamers han llevado mano sobre los medios, más mesurados en lo que muestran, menos incisivos en repetir una y otra vez la espectacularidad de los ataques.
Nanisimo muestra en reiteradas ocasiones en en su stream el video de un misil ruso estallando en un almacén ucraniano.
Lo acompaña de expresiones de asombro a modo de editorialización.
Copano intenta detectar cualquier tipo de sonido o alerta para poner manos a la obra en la visualización de los bombardeos.
En el seguimiento de una guerra, la audiencia quiere que no ocurra lo peor, pero en el fondo invierte horas sabiendo que aquello que más la entretendría sería lo que no quiere que pase, que haya bombazos, que haya videos que hablen por sí mismos, que la guerra sea un espectáculo visual.
Hacemos entonces el que podría catalogarse como el binge watching de una guerra, o para hacer un juego de palabras, el Binge WARching.
En streaming este jueves, Copano y Nanisimo volvieron a estar presentes, pero también Descifrando la guerra, medio español especializado en el seguimiento de la geopolítica internacional que se ha volcado a Twitch con streams maratónicos de hasta doce horas
Y como la guerra de algún modo nos toca a todos, y ya sea por mera convicción o por oportunismo, streamers como El Xokas, con 2.7 millones de seguidores en Twitch gracias a su reputación como un top streamer de World of Warcraft, han montado transmisiones igualmente maratónicas para superar las 2.3 millones de visualizaciones.
Por su parte el periodista deportivo Christian Martin ha ido documentando en su canal de Twitch, donde tiene más de 223 mil seguidores, el recorrido que está siguiendo desde Inglaterra para convertirse en corresponsal de guerra.
En Twitch emergen estilos y orígenes distintos para cubrir la guerra entre Rusia y Ucrania.
En todos los casos se permite la informalidad que no es habitual en los medios.
Y a falta de los recursos con los que sí que cuentan ciertas televisoras, las principales herramientas narrativas son la capacidad de improvisación de los streamers, el movimiento que se produzca en redes sociales, los videos que entre más espectaculares mejor y los deseos de conversación de una audiencia que en esta como en ninguna otra guerra socializa el modo en que la está viviendo.
La desconfianza hacia los medios se manifiesta en tiempos de guerra
Pero que un streamer transmita desde casa o sin grandes despliegues tecnológicos no hace que confíen menos en ellos que en los medios de comunicación.
Si son millones de personas las que prefieren seguir los consejos anti vacuna de Joe Rogan que la de médicos especialistas, en lo que respecta a la verdad detrás de una guerra existe un notable escepticismo respecto a la realidad que proyectan el New York Times, CNN, y en términos generales cualquier medio que sea percibido como cercano a la ideología estadounidense.
Desde redes y en los comentarios de los streams, la gente pide conocer el otro de la historia. Tiene interés por comprender esa historia que en occidente no nos han contado.
Esa “duda” constante sobre lo que los medios le están entregando a la audiencia tiene dos potenciales lecturas.
1) La sociedad no hace más que seguir consolidando el apetito por las conspiraciones y el discurso anti-establishment aún si se trata de fake news, de propagando o de justificar lo injustificable.
2) En estos tiempos en que lo extremo es lo que mejor funciona para efectos de viralidad, hay, pese a todo, una audiencia con deseos de ir a fondo en una historia para conocer los distintos ángulos y puntos de vista.
Nunca como ahora la “verdad” de los medios frente a una guerra había estado tan expuesta a ser cuestionada por la audiencia, que además funge como creadora de contenido.
Para algunos carece de verdad la historia que coloca a Ucrania como el indefenso que está siendo vulnerado y a Rusia como el villano al que el mundo entero ha de combatir. Recuerdan entonces el acoso ucraniano sobre las regiones separatistas, la prohibición a hablar ruso, el cerco identitario que pretendían colocarle a esos que Putin dice defender y proteger como fundamento de la guerra que ha iniciado,
En estos dos días de intervención militar rusa en Ucrania ha quedado de manifiesto que frente a los grandes sucesos sociales es aún posible reunir a la gente frente a una pantalla, ya sea para seguir una señal televisiva, YouTube o un stream en Twitch.
Pero también que ni siquiera CNN tiene garantizado que la audiencia le crea.
Ni la atención ni la confianzan tienen más gatekeepers que la propia decisión de la audiencia,.
En la teoría es mejor que así sea, que cada quién decida lo que más le entretiene y lo que más le convence para invertir su tiempo, atención y pensamientos. En la práctica se pasa de la subjetividad corporativa a la subjetividad individual.
Dicen que cada cabeza es un mundo. Ahora más que nunca cada fuente de información es un mundo.
Y esas fuentes de información quieren tanto el tiempo como la confianza de las personas.
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El audio inmersivo del New York Times
La cobertura de una guerra es de por sí uno de los momentos que más permiten el involucramiento personal de un periodista en la historia.
Se ha entendido siempre que el periodista es ante todo un ser humano y que por tanto reaccionara ante el hecho de que un misil pase por arriba de él o que un bombazo estalle a metros de distancia.
Pero a esa naturaleza de la guerra ha de sumarse la consolidación de los nuevos formatos para demandar una inmersión aún mayor por parte del periodista y del modo en que éste transmite a la audiencia lo que está viviendo.
Lo hemos visto con la argentina Sol Macaluso desde Ucrania.
Pero también hemos podido trasladarnos a territorio de guerra por medio del audio, como lo ha conseguido The Daily del New York Times compartiendo audios en primera persona de sus distintos corresponsales en Kiev.
En este episodio, los reporteros del Times realizan actualizaciones constantes, indicando la hora en que están realizando esas grabaciones, para proyectar por medio del audio la ansiedad, el nervio, la expectativa y las problemáticas humanas que emergen cuando uno forma parte de un conflicto armado.
Lo que han hecho en el Times es periodismo, pero también un pensamiento narrativo para que ese periodismo entretenga, atrape y genere la curiosidad de los oyentes.
El buen periodismo, lo he dicho siempre, tiene su fundamento en el qué, pero encuentra mecanismos creativos, narrativos y estéticos para ser dignos de atención y de confianza.
La guerra es, en cierto modo, una forma de humanizar el ejercicio periodístico.
El periodista vulnerable, humano, que siente, que duda, que se atreve, que toma decisiones, es un periodista que debería aparecer más a menudo.
Los streamers, aunque sea desde su casa, lo hacen a diario.
En la economía de la atención y la confianza, la humanización es clave.
Lo mismo en un stream de Nicolás Copano o Nanisimo que en el podcast estrella del New York Times.