The Coffee con Antonio Rosique: Los contadores de historias debemos apretar los botones de las emociones
Se sabe que los programas que marcan tendencia ya no se producen en la televisión abierta. Que el momento de Azteca y Televisa ha pasado. Que lo suyo es anunciar recortes y quebrarse la cabeza pensando en cómo mantenerse vigentes en medio de tanta competencia. Pero hay excepciones que revientan la regla. Éxitos tan grandes que no se limitan ni por la plataforma en la que se difunden ni por los prejuicios mexicanos de siempre pensar que lo que llega de fuera vale más. Exatlón a todo eso ha tenido que enfrentarse. Y también a todo eso se ha impuesto para convertirse en el último gran fenómeno de la televisión mexicana.
El concepto al principio parecía más de lo mismo. Un reality más. Como si hicieran falta. Como si el propio Azteca y Televisa no nos hubieran hartado con La Voz, La Academia, Big Brother y sus múltiples derivados. Pero pronto empezó la sospecha. Grandes deportistas accedieron a participar. Y eso generaba curiosidad, pero también algo de desdén. Se veía como una mancha a su nombre. Un atentado contra su trayectoria. Y enseguida llegaron los ratings históricos. Las humillaciones a Televisa, a la que dejó abajo por más del 50% de diferencia. La copia del formato bajo el nombre de Reto 4 Elementos. Se fue la primera temporada y llegó la segunda, y nos encontramos en la tercera.
¿Qué ocurrió para que Exatlón se convirtiera en un emblema de la televisión mexicana de la actualidad? ¿Qué características reúne que podamos considerar los creadores de contenido al momento de pensar en una gran historia? Al respecto platiqué con Antonio Rosique, su conductor, y quien justo unos minutos antes de la grabación de este podcast había sufrido una picadura de mantarraya que entorpeció en algún momento las grabaciones de la tercera temporada de Exatlón.
“A mí lo que me fascina del Exatlón es que recupera la autenticidad de muchas emociones. En una época en la que los medios tratan de prefabricar emociones, se tratan de prefabricar desde melodramas, y no me refiero a los de ficción, me refiero a la televisión, al reality, o a la televisión en vivo, incluso hasta las mismas polémicas deportivas, las mesas de análisis que a veces dices, hombre, esto ya es una necedad, es una terquedad, nada más lo están haciendo por pegar algunos gritos en televisión y que el programa tenga cierta trascendencia aunque el tema ni siquiera le interese a nadie”, me respondió conectándolo con su otra gran pasión, la de los medios deportivos y esos usos y costumbres que han puesto en duda el rol del periodismo deportivo y el compromiso por enaltecer a los verdaderos protagonistas.
Cuando se refiere a Exatlón, Rosique habla de televisión bien hecha. Televisión artesanal. Elogia el ritmo de la producción. La fotografía. La dirección. Y sobre todo el retorno al fundamento básico de una gran historia, que es la de mostrar a un ser humano luchando por la supervivencia a través de sus más elementales capacidades físicas y mentales.
Aunque suene extraño, y aunque para muchos hoy lo único que vale lleva el sello de Netflix Originals o Amazon Prime, es necesario escuchar a uno de los grandes autores intelectuales del programa que ha llegado a atrapar a 13.4 millones de espectadores en un solo episodio y a entregar resultados históricos para Azteca en su batalla con Televisa.
Del periodismo deportivo también habla. Hace énfasis en la necesidad de volver a concentrarse en los héroes, que son los deportistas. Y es curioso porque ese reconocimiento que nunca se debió de haber ido se da más en Exatlón, con deportistas de alto rendimiento, que en transmisiones deportivas que han posicionado a árbitros, ex futbolistas, ex directivos y comentaristas en el centro. Ya sea por sus peleas, por sus declaraciones o simplemente por su ego.