Twitter y el conflicto existencial de las redes
Los gigantes de Silicon Valley no saben lo que quieren
Storybakers:
Los invito a prestar atención a las dos siguientes líneas:
Linkedin, la red profesional por excelencia, lanza una reacción para “Me Divierte”
Twitter desaparece Revue, su plataforma de newsletters, para lanzar Notes y que la gente pueda escribir textos con la extensión que le apetezca.
Cuando se buscan argumentos, se encuentran.
Bajo esa lógica Linkedin advierte que lanza esa emoción porque el buen humor y la camaradería son clave para el desarrollo profesional y el ecosistema laboral.
Twitter, por su parte, advierte que sus propios creadores habían estado pidiendo encontrar formas de expresarse sin esos límites que hicieron popular a la plataforma.
Las redes nos han acostumbrado a empaquetar sus anuncios con justificaciones que aunque se escuchan bien, rápidamente se desploman.
A Linkedin le hacen falta muchas cosas.
Y aunque agradezco haber sido invitado como un Linkedin Content Creator, tengo que decir que algo que no le hacía falta era una reacción para señalar que el contenido está divertido.
Los dilemas existenciales de Linkedin han sido una constante.
Hace menos de un año eliminaron su propia versión de Stories porque nadie terminó abrazando su uso en la plataforma.
Carecía de sentido desde el principio.
Linkedin no tendría que ser un espacio para presumir si acabas de ir a comprarte un Latte en Starbucks.
Tampoco debería ser el espacio en el que te tomas una foto con la comida oficinista del día.
Mucho menos un espacio en el que se promueve la risa fácil para alimentar a un algoritmo contradictorio.
Resulta un contrasentido que la red social enfocada en los profesionales siga promoviendo el engagement bait antes que los textos a profundidad.
O que se pongan a trabajar en una emoción más propia de cualquier red que de una dedicada a los profesionales y que no hayan visto el potencial del audio social en vivo como una oportunidad lógica a las necesidades de los usuarios.
A Twitter le ocurre algo parecido.
Perdido entre el populismo tecnológico y narrativo de Elon Musk y las apuestas que ya desde antes eran difíciles de explicar, lanza una herramienta que por ahora en nada beneficia a los creadores.
Argumenta Twitter que la experiencia de escribir en Notes, disponible sólo para algunos usuarios en Estados Unidos, Canadá, Ghana y Estados Unidos, será más sencilla que la de publicar un newsletter.
Que contribuirá a que haya menos fricción para el lector en relación con el trabajo hecho por un escritor en todas las cadencias.
Y en ese sentido puede validarse la justificación.
Pero en la práctica se pierde lo que hace distinto al newsletter con respecto a cualquier otra forma de publicación.
Sin acceso al registro de un usuario lo que se publica termina siendo una nota cualquiera en una plataforma de terceros.
En su momento, cuando Twitter renovaba bríos con el lanzamiento de Spaces y la adquisición de Revue, escribí sobre cómo podía convertirse en la superapp de los escritores.
Refería entonces a que Twitter tendría espacios para la expresión breve (un tuit regular), la expresión de lista (un hilo) y la expresión contextual o profunda (newsletter).
Puede afirmarse también que eso mismo ocurre con Notes.
Que sólo se trata de eliminar Revue para incorporar Notes.
Pero la premisa se rompe cuando se entiende que con esto se omitiría el correo electrónico como una vía para entregar contenido y que cuando menos en su primera versión no se ofrece a los autores información de calidad sobre quienes lean el contenido.
A Substack no le ha funcionado pretender colocarse como sustituto del correo electrónico para el consumo de newsletters.
Twitter podría probar un planteamiento semejante provocando que Notes fuera marcado como un nuevo envío en la bandeja de mensajes directos.
Pero aquello sólo agregaría valor si al autor se le permite acceder a data más propia de los newsletters que de las audiencias en redes sociales.
Notes no es una solución para los creadores.
No aporta ni en monetización ni en conocimiento sobre audiencias.
¿Aporta algo a los lectores?
No me queda claro.
Vivimos en la era en que las plataformas pretenden abrazar lo que históricamente no han sido.
Twitter quiere pasar de la brevedad a la profundidad.
TikTok del video corto al largo.
YouTube del video largo al corto.
Spotify del audio al video.
La pregunta no es si habrá contenido en esas cadencias y formatos que las plataformas quieren, sino cómo funcionará ese consumo para los usuarios.
¿Será cómodo estarle pidiendo al cerebro que se acople a extensiones y formas tan diversas en un consumo habitualmente recreativo?
¿Ese consumo rápido y casual que puede hacerse de Twitter se puede combinar con la lectura intencional y dedicada de un newsletter?
Al usuario se le está pidiendo que readapte sus formas de consumo.
Que juegue a lo que las plataformas quieran.
Al final eso terminará creando más puntos de dolor que puntos de satisfacción.
Se entiende que YouTube quiera el tiempo que TikTok se está llevando.
O que a TikTok le resulte seductor tener a los creadores de YouTube publicando bajo la duración en que lo hacen en YouTube.
Pero en ese afán por comerse nuestro tiempo, las plataformas se están comiendo su propia identidad.
Ellas son las primeras que hablan del poder del nicho.
De cómo un creador ha de encontrar su lugar para encontrar una audiencia.
Pero cuando la conversación va de definir lo que son y lo que no son, te encuentras con que Meta un día quiso ser podcast, otro día quiso ser audio social en vivo, enseguida video y finalmente el destino por excelencia del metaverso.
Ese conflicto va a pasar factura a modo desgaste para creadores y usuarios.
Por un lado, los creadores se verán forzados a publicar el mismo contenido en varias plataformas.
Aunque no sea el ideal, es difícil pedirle a un creador que publique algo distinto en TikTok que en Reels.
Aunque tampoco sea el ideal, será difícil pedirle a quien tiene su base en Substack que en Notes haga algo de valor que sea único para Twitter.
Por el otro, el usuario tendrá más complicaciones para decidir dónde estar y qué consumir.
La perdida de identidad de las redes es una constante.
Años atrás eran como restaurantes especializados en un tipo de cocina.
Ahora son cafeterías de bajo costo con un menú y alternativas tan variadas que generan ansiedad.
Twitter en lo particular está poniendo el foco donde no tendría que estar.
Su posición como la gran plataforma del breaking news peligra ante el florecimiento de TikTok.
Y aunque se entiende que históricamente no ha encontrado cómo ser negocio bajo ese postulado, más valdría que defendiera lo único en lo que su liderazgo ha sido absoluto.
Lo que está pasando con Twitter es que el reporte y consignación continúa ahí.
Pero la contextualización, la opinión y la viralización de los hechos se produce en TikTok.
El caramelo que ambas entregan por estar con una y con otra es radicalmente distinto.
Twitter ofrece nulas barreras de entrada para que cualquiera pueda replicar el tuit publicado respecto a un breaking news.
No aporta tráfico significativo a un sitio.
Y representa un escaso crecimiento en seguidores aún con posteos exitosos.
TikTok, por su naturaleza misma, ofrece un alcance incalculable.
Tiene la capacidad de atraerte con crecimientos exponenciales.
Y cuenta con algo más de diferenciación gracias a que el formato permite situar de mejor forma el nombre de un creador y el estilo del mismo frente a la audiencia.
Ha insistido Twitter en que su plataforma no es para gente mayor de treinta y cinco años.
Asegura que en su plataforma se producen conversaciones sobre K-Pop, sobre las últimas tendencias de la moda y hasta chismes sobre iconos de la Generación Z.
Esa claridad contrasta con el hecho de que concentren sus esfuerzos en el texto largo, ese que cada vez pierde más protagonismo contra el video y que además está mucho mejor atendido desde el newsletter que desde un feed de redes sociales.
Mientras Facebook se olvida de los Instant Articles, Twitter quiere que además de hilos haya textos largos.
Todo eso sin que tenga una sola vía de monetización probada.
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