¿Y si Elon le está haciendo un bien a las redes sociales?
La purga de creadores, aunque marcada por el dinero, puede ser necesaria
Storybakers:
Hoy toca hablar del futuro de las redes sociales.
De cómo la idea de las redes en las que todos estamos conectados empieza a caer en desuso.
De cómo lo que emerge son las comunidades.
Los espacios de consumo decidido, la conversación cercana, la proliferación de códigos de convivencia alejados de la toxicidad de Twitter.
Como la comunidad que tenemos en Discord con más de 950 periodistas y creadores para hablar de la industria de los contenidos.
O incluso como la que en cierto modo podría terminar construyendo Elon Musk en caso de seguir diferenciando en Twitter entre creadores verificados y creadores que no lo están.
De eso va el envío de hoy.
De cómo Elon, casi sin querer, puede estar dando un paso correcto rumbo a la evolución de las redes sociales.
Pero antes este nuevo episodio de Upload.
Va de la guerra de Elon contra Substack.
De cómo Notes puede significar un duro golpe para Twitter en lo que respecta a su liderazgo como plataforma por excelencia para el texto corto.
Por un momento dejemos de lado el golpe al bolsillo.
Pretendamos olvidar que eso que fue gratuito por años ahora nos exige el pago de 8 dólares mensuales para aspirar a que nuestros tuits tengan algo del alcance que no se tiene más.
Concentrémonos en lo que representa que haya creadores empoderados a través de la paga en forma de verificación y otros que no lo están.
Aquello va contra la máxima de las redes tal como las conocemos.
Condicionar el alcance a un pago mensual por estar en esa plataforma no forma parte del acuerdo que nos vendieron en su momento.
Pero ha quedado claro en el tiempo que las redes sociales tienen que replantearse.
Que la idea del megáfono para todos funcionó en un momento específico en el que pensamos que aquello construiría una sociedad más justa, más abierta al diálogo y más incluyente.
En parte ocurrió, pero también ocurrió que nos llenamos de virulencia en las conversaciones, de contenido replicado sin más, de bots que ahora influyen en nuestras emociones como si esos mensajes vinieran de otros seres humanos.
Cuando el New York Times habla sobre la inminente necesidad de pasar de las redes a las comunidades lo hace en gran parte a partir del caos en que se convirtió Twitter.
El NYT hace énfasis en que hoy lo que prolifera son campañas de marcas o influencers.
Que ese concepto de redes en las que compartíamos con amigos y familiares ha quedado enterrado frente a los anuncios y los famosos.
Apunta, sobre todo, a la voracidad de las redes por ganar dinero a costa de lo que sea.
Me interesa, sin embargo, que reconozcamos que quizás el problema no pasa tanto porque sólo unos cuantos tienen exposición.
El problema también tiene que ver con que hay un exceso de creadores.
Con que la Creator Economy promovió un mundo utópico en el que todos tienen algo que decir y además pueden vivir de eso que tienen que decir.
Vamos, que está bien tener la posibilidad de crear contenido como una forma de vida.
Pero tener esa posibilidad no significa la obligatoriedad de tomarla.
El pago en Twitter, sin pretenderlo, puede significar una purga de creadores que a la larga beneficie a la plataforma.
E incluso a la audiencia.
Porque más valen unos cuantos enfocados en crear conversación y en tener alcance que muchos disparando mensajes sólo porque sí.
Queda claro que la inversión de 8 dólares mensuales en Twitter no la hará el que sólo utiliza la plataforma para leer tuits o para generar reflexiones porque sí.
La inversión la hará el que considere que la influencia y repercusión que pueda tener en Twitter le genera algún tipo de beneficio.
En cierto modo esa paga para poder recibir la verificación contribuirá a que existan esas divisiones naturales entre los que son creadores profesionales y los que no.
Como ocurre, por ejemplo, en los deportes.
La cancha y expectativas sobre las que se mueve un deportista de alto rendimiento no son las mismas que las de un deportista amateur.
E incluso en el deporte amateur existen distinciones para ir garantizando que se da un proceso ordenado de crecimiento.
Esa lógica le vendría bien a los creadores de contenido.
Le vendría bien a la audiencia.
Le vendría bien a las propias plataformas.
Reddit funciona por el karma que se va generando según las aportaciones y comportamientos de los usuarios.
Artifact construye su sistema de comentarios replicando lo que Reddit ha hecho bien.
Discord encuentra en su sistema de gamificación una forma de incentivar que lo más fieles, participativos y respetuosos tengan una serie de privilegios que los demás no.
Las nuevas redes que son en realidad plataformas comunitarias basadas en intereses comunes tienen sistemas de diferenciación según distintos parámetros.
Aunque siempre sonará romántico dar las mismas posibilidades a todos, en la práctica existen estructuras que pueden desarrollar mejores entornos que los que nos han entregado las redes abiertas.
Está bien hacérselas un poco más difícil a las granjas de bots.
Está bien que sólo ciertos creadores desbloqueen beneficios.
Quizás está mal que el filtro sea el de la paga.
Es mejor cuando esos incentivos se liberan a partir del cumplimiento de ciertos requisitos.
Como en Twitch que te conviertes en afiliado cuando alcanzas ciertos niveles de audiencia y participación.
O como en TikTok Live que se te van presentando desafíos e invitaciones.
Para los creadores con verdaderas aspiraciones de serlo es positivo que haya diferenciación.
Para la audiencia es también positivo que haya diferenciación dado que aquello contribuye a sanear el nivel de conversación.
Para los anunciantes puede también ser positivo dado que existe mayor control y certeza sobre lo que esos creadores estarán o no publicando.
Las formas de Elon Musk nunca son las correctas.
A eso ya estamos acostumbrados.
Pero también estamos acostumbrados a que detrás de esos aparentes arrebatos y arbitrariedades residan ideas que en algo pueden transformar lo que hoy estamos recibiendo.
Hoy la sociedad quiere tener certeza sobre lo que está viendo, sobre quién lo está produciendo y con quién está conversando.
No es casual, por tanto, que sigamos hablando del newsletter como uno de los espacios predilectos de medios y autores para crear relaciones duraderas con su comunidad.
Tampoco es casual que el New York Times mencione a una plataforma de mensajes de texto como la potencial nueva red social.
Tiene sentido porque ahí se trata de un acuerdo mutuo en que un usuario elige abiertamente recibir contenido de esa celebridad, creador o marca.
Tiene sentido porque ahí es posible segmentar y entender quién está viendo nuestros mensajes, en qué momento y con qué recurrencia.
Tiene sentido porque va de relaciones directas antes que de ese megáfono en el que no sólo cualquiera emitía un mensaje, también lo podía contestar cualquiera.
El descubrimiento siempre será clave.
Fomentar ese primer momento de contacto con una audiencia con el potencial de ser comunidad.
Pero después tendrá que venir el trato personal y comunitario.
Ese se logra mejor con filtros que sin ellos.
Aunque sea pagando 8 dólares al mes.
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