¿Y si los famosos son los salvadores del periodismo que no fueron las tecnológicas y los multimillonarios?
Bad Bunny pone el ejemplo
Storybakers,
Comentábamos en otra edición reciente de The Muffin, este newsletter, que el trabajo de los cineastas o músicos ya es una división más del espectro abstracto del contenido.
¿Un documental que se llevó 3 años estrenado en HBO Max? Compite por la misma atención de un maratón de vídeos de un TikToker generados en 3 meses. O que un par de podcasts de entrevistas largas grabadas en una semana.
El periodismo entra en la misma disyuntiva. Por más que los periodistas con p mayúscula se suban al ladrillo, son una raza más de los creadores de contenido. O peor aún, los reporteros de a pie son los granjeros de la materia prima con la que algún podcaster, vlogger o tiktoker empaquetarán mejor sus historias, ética de lado.
Es más, hasta la competencia desleal se da en algo tan engañosamente simple como aquellos que generan hilos en Twitter regurgitando el reporteo de alguien más.
El periodismo entra en la desventaja de que, en su presentación tradicional, se presta a productos anónimos de medios gigantes, que no dejan marca y su impacto es poco salvo en casos especiales o contados, al menos hasta que alguien lo empaqueta mejor.
Incluso la relación caníbal se da entre las mismas empresas periodísticas, con uno de los mayores agresores en la práctica de los editores del New York Times por llevar luz a temas originados en sitios más pequeños pero sin la atribución adecuada.
Justo en este contexto, los periodistas tienen varios caminos para reclamar su valía. Aquí compartimos sólo 3 del universo de posibilidades:
Aceptarse como creadores de contenido y adoptar las prácticas de estos tiempos, asumiendo que el reporteo y redacción (o la forma que mejor represente la historia) sólo es una parte, teniendo ahora que tener nociones de marketing, software de edición y distribución en plataformas.
Formar organizaciones tipo colectivos, que existen en formatos de insiders de industrias como lo que sucede en Puck, Defector o Axios (que no es colectivo pero se planta en especialistas).
Ser parte de organizaciones igual de jerárquicas que los medios tradicionales pero con otro tipo de propósitos y valores éticos. Usualmente hay un mecenas de bolsillos anchos, ya sea otra corporación, un multimillonari(a) o una celebridad, en esta ecuación.
Y mientras hemos hablado demasiado de las posibilidades de la creator economy y los medios modernos con personalidades al frente, el realizar periodismo de manera convencional para escaparates no convencionales es un tema que vale la pena revisitar.
Pero antes, algunos recordatorios sobre la familia Story Baker.
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¡Se buscan periodistas!
Hace unos días, The Hollywood Reporter dedicó su portada impresa e investigación principal a un extenso análisis del estado de los documentales en la era del streaming: son baratos, la audiencia quiere más y la demanda ha provocado un hambre de temas, especialistas y casas productoras.
Además, especialmente en el caso de Netflix, la función de estas investigaciones con bases periodísticas rompe algunos preceptos tradicionales del periodismo:
En el caso de Netflix no hay una regla expresa que prohíba el pagarle a los sujetos o entrevistados del documental, mientras que HBO y CNN Films sí lo prohíben para mantener la pureza de la investigación.
Cada vez hay más edición en las declaraciones de las talking heads (los entrevistados que dan voz en off o apuntes en medio del pietaje) para agilizar la narrativa o bien ayudar a un declarante aburrido o poco ágil.
El polémico uso de Inteligencia Artificial para que personas fallecidas puedan dar su voz en off, para fines dramáticos y de impacto, como fue el caso de Andy Warhol Diaries con la narración del mismo Warhol en una mezcla de proceso computacional y actores de doblaje.
Estos productos, y especialmente aquellos ubicados como pop docs - Chef’s Table, la saga de Explained por Vox- brincan más a ser entretenimiento que reportes periodísticos duros, sin lugar a dudas son contenidos de impacto que llegan a más personas que un artículo de 10 mil palabras.
Además, emplean periodistas.
Erin Lee Carr, una de las documentalistas más prometedoras de los últimos años, ha declarado en sus plataformas sociales que la oleada de documentales por los streamers es un espacio de trabajo que necesita más periodistas que quieran salir del molde.
Ella misma, iniciando su carrera en VICE como productora de segmentos para YouTube y posteriormente como directora de un transgresor corto documental sobre las armas impresas en 3D, es un ejemplo de cómo alguien con formación de medios masivos pudo encontrar su vocación en contar historias con fundamento periodístico pero de manera atractiva.
Recientemente dirigió el celebrado Britney vs. Spears en Netflix, que de hecho tiene como piedra angular la historia de una periodista que siguió y fue partícipe en el desenlace del caso.
¿Es periodismo con p mayúscula? Probablemente no para algún estirado profesor universitario, pero es periodismo de impacto mundial.
Conejo Malo Productions
Hablábamos al principio de este newsletter sobre otra modalidad de periodismo no convencional: aquel fondeado por mecenas, generalmente a favor del cambio social y con tintes activistas.
Hay ejemplos extremos como la multimillonaria Laurenx Powell Jobs (viuda de Steve), que prácticamente a través de su oficina personal ha comprado el histórico medio The Atlantic pero con el paso de los años buscó reducir perdidas y redujo su apoyo de manera parcial, lo que provocó despidos.
O bien, el fiasco de First Look Media, corporación de medios impulsada por uno de los multimillonarios de eBay que trató de formar empresas periodísticas pero el cruce de personalidades entre periodistas activistas (como los de The Intercept) con los ejecutivos al estilo de tecnológicas, ha matado proyectos enteros antes de ver la luz.
Si bien la historia de magnates con medios ha sido agridulce (tal vez el caso más positivo es Jeff Bezos con Washington Post), otra esperanza para periodistas que buscan ser empleados ha sido el tema de celebridades invirtiendo algo de dinero en empresas mediáticas.
En tiempos cuando sus bonos estaban altos y su show de HBO de los más comentados del mundo, Lena Dunham lanzó un newsletter (¡antes de la tendencia!) llamado Lenny que posteriormente evolucionó a un medio completo, con apoyo primero de Hearst y eventualmente integrado a Condé Nast.
Trataba sobre feminismo y cultura joven, duró un par de años pero terminó con el fin del show de Dunham (Girls) en HBO y el deterioro de su relación con su socia, Jenni Konner.
Dua Lipa, una de las estrellas más grandes del pop mundial desde 2020, lanzó el año pasado Service 95, un newsletter financiado por ella misma en el que da lugar a autores invitados para temas de relevancia social para los jóvenes y comunidades vulnerables.
Es un esfuerzo que pocos famosos hacen y menos con dicho sentido social, aprovechando el que podría ser su pico más alto de fama. ¿Lección de responsabilidad para otras celebridades?
A pesar de que Dua Lipa está por todos lados, quién se lleva los aplausos en cuanto al uso de su plataforma para llevar periodismo a las masas es Bad Bunny.
San Benito, lanzó un vídeo de su tema El Apagón. A primera vista un lanzamiento normal de un sencillo reciente, pero dura 22 minutos y pasa que en medio hay un documental entero con rigor periodístico sobre la inacción del gobierno actual en Puerto Rico.
El documental, que es específicamente la parte de Aquí vive gente, fue realizado por la periodista Bianca Graulau. En este TikTok lo explicamos rapidamente:
La enorme plataforma de Bad Bunny, que posiblemente en este momento sea el puertorriqueño más influyente, es un ejemplo más de usar la fama con responsabilidad. Volvemos a preguntar: ¿Cuántos otros famosos con influencia y millones están haciendo lo mismo?
Bueno fuera que se volviera tendencia, pero por lo pronto también hay que mencionar que los Obamas rompen la tendencia de los ex presidentes que se ponen a pastar, tratando de lograr cambio social por medio de los especiales que producen con dinero de Netflix. O el caso de Selena Gómez con un emprendimiento que busca crear contenidos para promover el cuidado de la salud mental.
Los ultra ricos, empresas for profit y las tecnológicas tienen competencia en la lucha de ser la nueva casa de los periodistas que quieren romper el molde: los famosos que sí asumen su responsabilidad.
Más, por favor.
Estaría chido que esto se replicará de manera local en nuestras ciudades.
Excelente newsletter! me quedé pensando en lo de "mecenas con bolsillos anchos", saludos.