YouTube comienza por licenciar música a creadores: las plataformas cada vez más se parecen a los medios
Y cómo eso podría representar el acceso a nuevos niveles de producción
Storybakers:
Hace días que quería escribir de los anuncios de YouTube hacia el 2023.
Como todo en la Creator Economy, la atención se fue hacia la oportunidad de monetizar shorts cuando se alcancen mil suscriptores y 10 millones de views en los últimos 90 días.
Pero donde percibo incluso un mayor poder de transformación no es ahí.
Es en la oportunidad de que los creadores paguen por utilizar música en videos largos sin perder la posibilidad de monetizarlos.
Los creadores podrán tanto comprar colecciones por anticipado como compartir esas ganancias al utilizar esa música.
YouTube ya entrega 6 mil millones de dólares por año a la industria musical.
Y aunque se le critica como a todas las tecnológicas, es una realidad que tanto en esa industria como en la de creadores se le percibe mejor que a Meta o que a TikTok.
En la Creator Economy, YouTube se cuece aparte gracias al modelo publicitario que implementó desde hace años.
Y que aún siendo profundamente molesto y de baja calidad, es el único que ha satisfecho hasta cierto punto las expectativas de creadores.
Meta nunca ha entregado esa certeza.
Lo hizo en su momento con la monetización para medios vía Instant Articles.
Están también algunos casos de éxito sonoro por monetización de videos de más de tres minutos.
Pero el modelo más funcional, transparente e instalado en la cabeza de la gente ha sido el de YouTube.
No es una genialidad, pero es cuando menos funcional.
Y pretende ser aún más democrático incorporando shorts a las opciones de monetización.
En ese contexto, que los creadores puedan adquirir música para sus producciones resulta un paso necesario para elevar el nivel.
YouTube es la nueva televisión.
La idea se ha instalado no sólo entre los más jóvenes.
También entre generaciones mayores que se han hecho el hábito de ver a periodistas y ex referentes televisivos trasladarse a YouTube.
Entre el consumo vertiginoso de TikTok y el consumo a fuego lento que se da en Netflix o HBO Max, está YouTube.
En México, por ejemplo, están Loret de Mola, Carlos Alazraki, Adela Micha, Sin Embargo, Jordy Rosado y Pinky Promise.
YouTube es el verdadero ganador de la batalla por el formato de duración media.
A Netflix le causa tanta curiosidad ese segmento que ha creado una sección especial para películas de 90 minutos o menos.
Quibi en su momento procuró que esas producciones de entre 10 y 30 minutos fueran su apuesta central por conquistar el commute entertainment.
El único que en verdad lo ha logrado es YouTube.
Combina tanto el deseo de la audiencia por ver a sus creadores preferidos como una dinámica de cumplimiento de objetivo que no se da con tanta facilidad en plataformas de streaming.
Si un usuario está comiendo, encuentra con facilidad videos de distinta duración que le permiten llevarse algo sin una gran inversión de tiempo.
Lo mismo si está viajando o si no quiere irse a dormir sin antes haber aprendido algo.
Pero a la vez,sin tener que estar cambiando de video una y otra vez como ocurre con TikTok o con el propio Shorts.
Que YouTube se asiente como la nueva televisión representa también un llamado implícito a elevar los niveles de producción.
A contar con mayores recursos narrativos para mantener la atención.
A trabajar en ritmos y estructuras para generaciones distintas.
Esos recursos narrativos pasan por la música que puede acompañar e incluso protagonizar los videos de creadores.
Pero también por el uso de imágenes y videos que puedan ponerse a disposición de los creadores.
Hasta la fecha, una gran diferencia a favor de los medios con respecto a las plataformas es que cuentan con acceso a agencias fotográficas y de video para que un periodista/creador cuente su historia.
Aunque a ojos de los resultados no parezca así, quien labora en un medio goza de más recursos que el creador independiente.
También es cierto, por contra, que el creador se atreve a más dado que no tiene la presión de un departamento legal advirtiéndole que podría estar incumpliendo alguna norma.
En deportes, por mencionar uno de los casos más evidentes, los medios con derechos de transmisión, y por tanto sus periodistas, tienen una enorme ventaja frente a creadores independientes.
¿Qué pasaría si una plataforma abriera la posibilidad de hacer pequeños pagos por incluir highlights de una competencia deportiva?
¿O si TikTok o YouTube así como ponen a disposición música, tuvieran un banco de imágenes de distintas agencias para que los creadores ilustraran sus historias?
Ya en su momento escribí que lo natural sería que un día todos pudiéramos narrar el Mundial.
Que YouTube, Twitch o TikTok compraran los derechos de transmisión y que cualquier usuario pudiera narrar los partidos.
La posibilidad de pagar por una licencia para utilizar música sin perder derechos de monetización significa seguir recorriendo ese camino.
A los creadores hay que darles todas las herramientas posibles para que cuenten las historias que sueñan.
En teoría, cuando llegas a una redacción estás respaldado por una serie de recursos dentro de la estructura del medio.
Como creador, en cambio, no sólo estás sin más recursos que tu creatividad, también vives inquieto ante la posibilidad de que un día al algoritmo se le ocurra que has infringido derechos, que has hecho algo incorrecto.
¿Es abusivo pedirle al creador que pague por algo está haciendo para la plataforma de un tercero?
Es válido pensar así.
Pero ese pago, que para funcionar deberá ser una tarifa baja, sería comparable a lo que cualquiera de nosotros invierte en su propia producción.
¿Sería complejo democratizar ese uso dadas las constantes infracciones que podría haber fuera del ecosistema de la plataforma?
Sí, pero para eso está la tecnología.
Y también la opción de habilitar esas facultades u opciones a creadores que hayan cumplido con ciertos parámetros.
Hasta ahora uno de los grandes impedimentos para que los creadores hicieran verdadera televisión ha sido el presupuesto.
Un documental luce mucho más con pietaje de aquello de lo que se está hablando.
Un video se vería mejor con una imagen de alta calidad antes que con un green screen poco cuidado.
Para el video corto aún se permiten muchas deficiencias técnicas.
Es más, la audiencia las abraza por representar la democratización de las historias.
Forma parte de la aspiracionalidad que tiene transformar tu vida sin nada más que un smartphone.
Pero para la nueva realidad de YouTube y frente a los deseos naturales de mejora de un creador, contar con música, imágenes y videos directamente de la plataforma en que crea equivaldría a acercarnos aún más a una era en la que los creadores reinventan la televisión.
Vendrán buenos tiempos si a creadores que con poco han hecho mucho les acercan los grandes activos de las corporaciones.
A HBO Max, por ejemplo, le viene muy bien que abunden posts en TikTok analizando los episodios de House of the Dragon.
Algunos se animan a utilizar algunas escenas.
En estricto sentido no deberían hacerlo.
Pero para HBO, como para cualquier liga o competencia, ser parte de la cultura de los creadores equivale también a ser parte de la conversación de los fans.
Se imaginan lo que pasaría si en una plataforma tuviéramos editadas al momento las principales escenas de una serie, las mejores jugadas o la declaración clave de una entrevista que queremos que se viralice.
La barrera de los derechos puede estar por caer.
Quizás aún no la del en vivo, pero sí la de la reacción a ese contenido en vivo.
La revolución de los creadores se sigue gestando.
Estamos frente a la nueva televisión.
Una que puede ser encabezada por creadores.
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